Aquí la Voz de los Muertos, transmitiendo hoy desde Umbrete, Sevilla.
En el cementerio hemos encontrado hoy a un viejo techador que andaba por los tejados y que, desde esa posición privilegiada, a la par que incómoda, supo más de sus vecinos que la mismísima Guardia Civil de entonces. Fallecido en 1988, dice su lápida.
El nombre nos lo guardamos porque ese cúmulo de información lo aprovechó para saber quién visitaba a quién, y a qué horas, y no sabemos qué tal uso le dio a esa habilidad. Él no lo quiere contar tampoco.
No viene a decir, solamente, como mensaje del día, que el mundo es una especie de hospital donde todo el mundo anda medio loco por cambiar de planta, y luego por cambiar de cama. Pero no se cura a nadie. Ni jamás se salvó ninguna vida porque, como todos nuestros radiooyentes saben, las vidas nunca se salvan: todo lo más, se alargan.
Y alargar la vida de otro tampoco es como para estar siempre orgulloso, caray. Que maldita sea la sombra del que alargó la mía, concluye nuestro invitado de hoy.
Treinta y cuatro años de experiencia nos han hablado. Es hora de la canción del día. Nuestro protagonista recuerda que la oyó por primera vez en la radio del coche fúnebre que lo llevó a enterrar. Nunca es tarde para un buen encuentro.