Comienza el curso político y en Madrid parece que se da el pescado por vendido. La aplastante victoria de Ayuso en mayo de 2021 nubla las expectativas de apearla del poder. Este estado de ánimo puede provocar una profecía autocumplida y hace falta vislumbrar la posibilidad de victoria para hacerla posible. Nos urge encontrar el entusiasmo que nos lleve a cambiar el rumbo la Historia. Necesitamos lo que decía Galdós que había en Madrid los días posteriores al levantamiento del 2 de mayo.
Aquel júbilo, aquella confianza, aquella fe ciega en la superioridad de las heterogéneas y discordes fuerzas populares, aquel esperar siempre, aquel no creer en la derrota, aquel "no importa" con que curaban el descalabro fueron causa de la definitiva victoria en tan larga guerra, y bien puede decirse que la estrategia, la fuerza y la táctica, que son cosas humanas, no pueden ni podrán nunca nada contra el entusiasmo, que es divino.
Y este artículo pretende exponer, acaso como un primer empujoncito en la búsqueda de ese entusiasmo, una intuición que recorre mi pensamiento.
Ayuso da pereza. Es un sentimiento nuevo. Ya no me cabrea. Nunca me dió tan igual lo que dijera esta mujer. Quizás al principio, en 2019, cuando no era conocida y el PP mantuvo la Comunidad de Madrid a causa de la inercia, la estupidez de Ciudadanos y a pesar de la insípida y continuista candidata. Cuando llegó la pandemia y empezamos a escuchar a Ayuso, nadie quedó indiferente. Cada una de sus declaraciones resonaban en mi cuerpo como un escandalo indignante. El gobierno me parecía apunto de caer cada día y los madrileños a punto de asaltar la Puerta del Sol. Sin duda, no era este el sentimiento mayoritario de los madrileños que la auparon meses después a una mayoría absoluta. Mis sentimientos desentonaban con la mayoría en cuanto al sentido, pero no en cuanto a la intensidad. Ayuso zumbaba en cada ciudadano madrileño, para bien o para mal.
Creo que esto se ha acabado. Ayuso ya no está de moda. En el mundo de consumo actual, todo sube y baja a gran velocidad. Creo que el problema es que ya la conocemos. Sus declaraciones, siempre altisonantes, dejan ahora indiferentes, precisamente por no ser una sorpresa. Nada de lo que diga puede ya mover nada en nadie. Si mañana saltara la noticia de que Ayuso ha dicho que "Hitler era un buen político", nadie diría que tiene que ser, por fuerza, una noticia falsa. El "Madrid no se cierra" era una irresponsabilidad indignante o una apelación emocionante a la defensa de la libertad. El "Madrid no se apaga" es un intento cutre y absurdo de intentar repetir la jugada.
Siento que se acabó la épica, que este simulacro constante de algo no da más de sí. Los problemas se nos acumulan y vemos constantemente a esta mujer sembrar líos sin ninguna gracia. Mi intuición es que este es el escenario en el que nos estamos introduciendo. Un escenario en el que todo puede pasar y su victoria en 2023 es algo que no podemos dar por sentado. Ayuso puede estar pasando por la política madrileña como una estrella fugaz. Brillante, si, pero fugaz.