El matrimonio y la fidelidad limitan el acceso a la mujer a aquellos cuyo apetito es naturalmente insaciable. La constitución de este antedicho sacramento, así como la moralidad implícita que conlleva, y que se extiende a esferas relativas, vino dada por la necesidad de preservar el orden social. La naturaleza dispar de las tendencias sexuales masculinas y femeninas, poligamia frente a hipergamia, conducía irremisiblemente a la formación de harenes y a una masa importante de hombres insatisfechos que, en su desesperación, se batían y atentaban contra la integridad física de sus competidores, amenazando la extinción del constructo colectivo, y causando periódicas crisis de legitimidad; pues el sujeto plenamente frustrado ha perdido todo y es, salvo prodigio, que parece estar alcanzándose plenamente sólo en esta era, ingobernable.
En la cultura del serrallo por antonomasia, la musulmana, toda una elaboradísima fantasía de vírgenes como recompensa escatológica en favor de la sumisión plena en vida hubo de ser constituida para la efectiva doma del varón. Actualmente, sólo mediante el condicionamiento que se inicia en la infancia, donde se inculca que todo lo masculino es ridículo, primitivo y tóxico; la pornografía y la relación subrogada y virtual, que se consigue emular mediante ciertos artículos de consumo cultural, es posible aplacar el ímpetu masculino, y postergarlo a un rincón en que no resulte particularmente amenazante para la élite*.
Dada pues la existencia innegable de próceres, destacados en aptitudes bien de dominio de las naciones, bien mercantiles, intelectuales o incluso artísticas; esto es, de individuos preclaros, con mentes desarrolladas y suficiente poder y talento como para crear un sistema, o al menos dirigirlo y modificarlo, según sea preciso; y la naturaleza consabida del hombre**: polígama, es razonable el creer que nada acontece que, en su conjunto, se oponga enteramente a la realización de sus intereses, al menos cuando mayoritariamente homogéneos, como es en el caso de lo tocante a lo sexual.
Establecido todo lo anterior: Primero, ¿qué mayor óbice en la persecución por los placeres de la carne podría existir para aquel cuyas posesiones, aptitudes y posición le hacían, al menos en su opinión, merecedor de la atención femenina, en grado prácticamente ilimitado, que el de una moralidad impuesta para refrenar y distribuir los apetitos de la femineidad? Segundo, ¿qué peligro asimismo debía inspirarle un temor cerval más profundo que el de la liberación de las pulsiones del hombre y el desarrollo en éste de un entendimiento global de la situación?
La impudicia desmesurada que se inculca y aplaude en la mujer, la procacidad a que se la incita desde todos los ámbitos en el marco de la doctrina denominada feminismo, la necesidad de trocar a cada mujer en meretriz deseosa de procurarse una enorme cantidad de vivencias o posesiones carentes de valor objetivo***, que sólo los más potentados pueden otorgar; el esfuerzo, en definitiva, por volverla más primitiva, menos dueña de sí, y más manipulable bajo las condiciones adecuadas, es realizado para que su desprecio por el hombre corriente, incluso si superior a ella, sea insalvable, y para que sus necesidades sólo puedan ser satisfechas por quienes poseen todo, por quienes dirigen la sociedad y por quienes usan como prostituta a la mujer, aun pagando el precio de dejarla rota por siempre cuando su carne se aja y surge una nueva que las reemplace en la orgía.
El hombre, que, frustrado, ve que pese a mejorarse, salvo caso excepcional, dado el alto grado de inmovilismo social, a lo sumo se hace merecedor de algo muy inferior a lo que le se sería merecido**** y, a menudo, demasiado tarde, sólo tiene como salida entregarse al escapismo, ya que cualquier intento efectivo de cambiar su situación sería machista, tóxico e inaceptable.
* Ha de ser tenido en cuenta que las élites han de estar constituidas por aquellos que tienen el poder, los medios, particularmente tecnológicos, si bien secundariamente monetarios, y la inteligencia, o la capacidad de reclutar inteligencia, y que la existencia de tal élite es constatable, cuanto menos en influencia sobre las corrientes de pensamiento mediante el control de los medios de comunicación y en potencial económico.
** Tomándose en consideración que los individuos más destacados son, por motivos en que no ahondaremos en esta ocasión, casi invariablemente varones.
*** Viajes intrascendentes a playas a miles de kilómetros de distancia, que en poco se diferencian de las que tiene más próximas, una fama artificial y momentánea o alhajas y adornos que, incluso si caros, reportan nada a quien los luce.
**** Los desechos, las mujeres insuficientemente atractivas, desequilibradas o demasiado viejas como para ser aceptadas en los círculos a los que su torcida y reeducada hipergamia las dirige.