He salido muy descontenta de la última reunión que tuvimos ayer entre facultativos y representantes de distintas empresas farmacéuticas.
Como bien sabéis, y si no lo sabéis os lo digo yo, desde hace dos años nos reunimos semanalmente para analizar la situación sanitaria, estudiar distintas maneras de seguir metiendo miedo a la población, y principalmente para gestionar las comisiones que nos llevamos por cada ciudadano vacunado.
También os puedo confirmar que, al mismo tiempo, mantenemos contactos semanales con otros colectivos sanitarios, como por ejemplo el de los auxiliares de enfermería, para comprobar la evolución y funcionamiento de los chips 5G que estamos inoculando a la ciudadanía a través de las vacunas.
Según nos han contado, estos chips microscópicos han comenzado a alertar sobre una posible relajación entre todas las personas que ya han recibido la pauta completa, razón por la cual nos hemos tenido que sacar de la manga la nueva variante Omicron.
Sin embargo, parece ser que esto no ha sido suficiente para mantener la tensión y conseguir vender la tercera dosis como algo necesario, por lo que una vez más hemos tenido que recurrir a los maniquíes metidos en las camas de las UCIs, y a utilizar fotos tomadas durante el colapso sanitario por una epidemia de gripe ocurrida hace algunos años.
Lamentablemente, cada vez es mayor el número de personas que despiertan y ven la luz y son capaces de darse cuenta de que todo lo que está ocurriendo es simplemente una trama a nivel mundial para enriquecernos.
Los blogs informativos que cuentan la verdad sobre la pandemia, tal y como estoy haciendo yo en estos momentos, comienzan a abundar en la red y esto está llevando cada vez a más gente a huir de los conductos oficiales e informarse haciendo uso de alternativas bastante más fiables.
Por lo que nos han dicho durante el día de ayer, si no conseguimos volver a sembrar el pánico durante estas fiestas, nos van a retirar los complementos extra salariales que estamos cobrando gracias a la (llamémosle) "pandemia".
Yo supongo que por culpa de que los listillos de siempre han podido averiguar la gran cantidad de elementos tóxicos que hemos puesto dentro de las vacunas, esta historia no va a poder sostenerse mucho más en el tiempo, por lo que aprovecho para sincerarme con todos vosotros y no ser incluida en un futuro próximo en las listas de médicos juzgados por crímenes de lesa humanidad.
También supongo (y espero) que si has leído hasta aquí te habrás dado cuenta de la enorme ridiculez que estoy contando, y que sólo quiere poner de manifiesto el nivel de ignonimia que estamos sufriendo todos los médicos y sanitarios desde el término de la famosa era de los aplausos en la ventana.
Pues a mi no se me olvida, no se me olvidan las caras de pacientes aterrados que ingresaban por urgencias y que no tuvieron ni siquiera la oportunidad de poder estar cerca de sus seres queridos en el momento final de sus vidas.
No se me olvida todo por lo que hemos pasado, improvisando EPIs con bolsas de basura, pidiendo mascarillas sanitarias de manera urgente por Ali Express, cuando ni siquiera teníamos para nosotros, enfrentándonos cada día un sinfín de dudas e incógnitas que hemos tardado casi dos años en resolver.
Parece que muchos sí han olvidado que llegamos contabilizar miles de fallecidos diarios, sólo en este país, y que gracias a la vacunación masiva se consiguió frenar un reguero de dolor que parecía no tener fin.
Así acabamos en su día con la viruela, el tétanos, la poliometis, entre otras enfermedades graves, y estuvimos muy cerca de erradicar también al sarampión, hasta que los del gorrito de papel de plata en la cabeza comenzaron con sus paranoias y evitaron la vacunación de muchos niños, surgiendo una vez más nuevos casos en toda Europa.
Entiendo que haya gente que tenga dudas, todo esto ha ido muy rápido y ninguno estábamos preparado para una situación así, pero poner en tela de juicio la integridad de un colectivo al cual pertenezco, me duele más que leer algunos comentarios subidos actualmente a las redes sociales por la nueva generación de médicos y epidemiólogos licenciados por la universidad de la vida.