Seguramente no soy el más adecuado para ofrecer una solución al conflicto catalán, pues reconozco que yo, el sentimiento nacional (de uno y otro bando), no termino de entenderlo del todo. Veo por televisión a esos políticos trajeados hablando tan seriamente de temas muy sensibles para tanta gente y me cabreo, como todos. Será, quizá, porque la edad me vuelve cada día más cínico y descreído, el caso es que cuando los observo no puedo dejar de imaginarme esas otras motivaciones egoístas que seguramente mueven sus actos. Y encuentro muchas.
Sea como sea me he propuesto solucionar el conflicto nacionalista y lo voy a hacer así, de un tirón. Dicen que problemas complejos requieren soluciones complejas, pero pienso demostrar lo contrario. Deseadme suerte.
Propongo cambiar en este país lo que haga falta para que todos podamos convivir a gusto. ¿Que el problema está en el himno? Pues cambiando el chunda chunda de España por el mucho más tarareable himno catalán de els segadors salimos ganando todos. ¿No nos gusta el nombre del país? Llamémoslo Tetonia, que da más risa. ¿El problema está, quizá, en la bandera? Pues sustituyamos la rojigualda por la enseña de Euskadi y tan amigos. Y voy más allá: aunque nos hacemos los tontos porque es un tema incómodo de mencionar, todos sabemos que la ikurriña es en realidad la bandera inglesa dibujada por un daltónico, así que podemos hacer lo mismo daltonizando la bandera española con tres franjas horizontales rojo-verde-rojo y conseguimos una enseña muy apañada. De esta manera se parecería un poco a la bandera portuguesa, cosa que, como veremos más adelante, nos será útil.
En el tema del idioma lo tengo muy claro: prohibiría todas las lenguas oficiales, incluida la española, e instauraría el inglés como lengua oficial del estado. Por lo bajini podremos seguir hablando como queramos, pero con esta simple medida mejoraremos de un plumazo el currículo de cada tetón: donde pone "Nivel medio inglés" lo sustituimos todos por un resultón "Nivel inglés nativo". De nada.
Puestos a hacer cambios, también trasladaría la capital de Tetonia a Ginebra. Lo haría con un doble propósito: por un lado, facilitar a los políticos la operativa de sacar su dinero del cajero, y por otro alejarlos lo más posible de nuestra amada Tetonia para que dejen ya de dar por culo.
Como dije, soy más unionista que independentista, así que si fuera elegido presidente de este país - o unión de sentimientos nacionalistas - mi primera medida sería tan clara como efectiva: anexionarnos Portugal de forma no violenta. De esta manera daríamos utilidad a la bandera que inventamos arriba, cosa que de por sí ya viene bien, y, como añadido, de la mano de nuestros simpáticos vecinos nos llevaríamos la Eurocopa que ganaron el verano pasado. ¿Veis cómo voy moviendo las piezas con maestría para que todo encaje con la precisión de un reloj suizo?
Algún incrédulo se estará preguntando cómo vamos a hacer para conquistar Portugal sin que fluyan ríos de RH-, o de cualquier otro tipo de sangre: armamos de forma clandestina un ejército de élite formado por nuestras mujeres más despampanantes y les invadimos en una incursión relámpago, que al fin y al cabo ellos están al lado y hay autovía. ¿Qué soldado en su sano juicio pondría resistencia a la invasión de una horda desatada de supermodelos tetonas? Alguno habrá, claro, pero para atender sus gustos podríamos complementar nuestro ejército con un escuadrón de la legión extranjera y sus sensuales trajes de pecho-pollo.
Si has leído hasta este punto hay una cosa que sé de ti que me interesa: tu tolerancia. Tolerancia, principalmente, con mi sentido del humor tontorrón e infantil, pero también eres tolerante con alguien que pone a prueba tus ideas, aunque sea desde el punto de vista del humor. Y ese es el tipo de interlocutor con el que busco discutir mis ideas, las verdaderas, que seguramente serán tan irrealizables como las anteriores pero merecen la pena ser debatidas. Deséame suerte otra vez.
Me parece un derecho básico que los catalanes puedan decidir a qué país quieren pertenecer. Pero decidir el mecanismo y ponerlo en práctica unilateralmente es tan poco democrático como rechazarlo de plano e impedirlo amparados en una constitución inamovible. Por ello, y porque pienso que nuestra constitución no es ni mucho menos perfecta, esto es lo que propongo:
- Un referéndum en toda España para votar el cambio en la constitución que habilite el mecanismo de referéndums de independencia. Se abriría entonces un periodo de debate en el que discutir entre todos:
- Quién puede participar. Yo propongo que sean todos los nacidos allí (aunque no vivan en la región que se quiere independizar) y los que lleven empadronados al menos 5 años.
- Qué tipo de referéndum realizar. Personalmente, no creo que de una mayoría simple (+50%) con cualquier porcentaje de participación se pueda deducir que la mayoría de los habitantes quiere la independencia. Pienso que debería ser una mayoría cualificada, con un resultado claro (+60%?) y con el suficiente quorum (75% de participación)
- En caso de proclamación de la independencia, ¿se aplica la nueva nacionalidad a todos, se permite elegir una u otra o se les concede la doble nacionalidad?
- Qué sucede con las excepciones. Si una región vota mayoritariamente no cuando el resto de territorio vota sí, ¿se debe aceptar su voluntad democrática?
- Cómo sería el proceso de desconexión si se aprobara la independencia. Qué derechos se ganan, qué derechos se pierden. El votante tiene que saber perfectamente cómo sería el proceso y tener todas las dudas resueltas antes de ir a votar, porque si no, la decisión es manipulable.
- Qué pasaría si el resultado del referéndum fuera negativo. Yo propongo definir un cierto número de años hasta que se pueda repetir otro referéndum en la zona, un número variable en función de lo cerca que se haya estado del sí.
Ninguna de estas cuestiones tiene una respuesta fácil, van a requerir mucho diálogo y negociación. Posiblemente fueran necesarios referéndums adicionales para aclarar algunos aspectos, y seguramente modificar varias leyes para ofrecer un marco legislativo adecuado al problema, pero nada de esto parece un obstáculo insalvable para que no se llegue a un acuerdo entre todos.