Hace unos días ha surgido una polémica en redes sobre la supuesta opinión que vertió un escritor sobre su infancia y juventud en un pueblo de Valencia y como su familia se habría sentido "marginada" por un tema lingüistico, al haberse implantado el bilingüismo.
Sin entrar a dar publicidad a esta polémica en sí, o al escritor en cuestión, quería aportar una reflexión sobre el tema de la supuesta persecución que sufre o ha sufrido el castellano, o las personas que lo hablan.
Creo que todos, independientemente de lo que opinemos, convenimos en que el castellano es una lengua que goza a nivel mundial de una salud excelente y está, desde hace un par de décadas, en franca expansión como lengua de estudio en otros países. Convendremos también en señalar que, en España, todos las personas nacidas aquí, conocen y hablan el idioma. En algunas zonas quizás con más dificultades, por no ser lengua materna, y quizás hasta podríamos hablar de la convenicencia de las inmersiones lingüisticas al estilo catalán.
Pero, hablemos, brevemente de lenguas perseguidas, marginadas o en franco estado de retroceso.
Para ello hablaré del valenciano, una de las variantes del catalán. El valenciano es la lengua propia de buena parte de la C.Valenciana, a excepción de buena parte del interior, donde nunca fue idioma propio, y de otras zonas donde si fue lengua, pero fue sustituida por el castellano por motivos migratorios y políticos hace un par de siglos. En el resto, el valenciano venia siendo lengua del pueblo llano desde hace prácticamente 1000 años.
Esto era así hasta que a mitad de siglo se producen migraciones masivas desde el interior de la peninsula; C.L.M. y Aragón principalmente y Murcia. Esta inmigración tuvo lugar durante buena parte del franquismo, y se instaló principalmente en zonas costeras de Valencia y Alicante. Durante varias decadas, este movimiento de población, de lengua castellana, entró en contacto con la población autóctona, valencianoparlante, en un contexto en el que el valenciano estaba prohíbido oficialmente, no se enseñaba en la escuela y estaba limitado al hogar.
Los nuevos pobladores no aprendían la lengua, porque no la necesitban, y los pobladores autóctonos, en muchas ocasiones optaban por usar el castellano con sus propios hijos porque consideraban al valenciano una lengua de pobres, de campesinos.
El resultado fue que en muchas zonas donde el valenciano había sido la lengua durante siglos, en pocas décadas practicamente desapareció. El caso quizás más emblemático es el de la ciudad de Alicante.
En estas zonas, como en Calp, Benidorm, Santa Pola, Elche o Guardamar del Segura, donde el valenciano todavía sobrevive, es tremendamente dificil vivir en valenciano. Las familias valencianoparlantes se vieron forzadas a ir abandonando su lengua, y en parte su cultura, en su propia tierra, y a ver como poco a poco esta se va muriendo, o va agonizando.
Desde hace unos años se lucha contra este hecho, intentando revertirlo, pero no es nada fácil, pues ya son varias generaciones criadas en castellano, y en un entorno hiperglobalizado donde todos los medios, lo digital, lo común, se expresa en castellano, o directamente en inglés. Estas situaciones se han dado también en otras zonas de España, pero con otras características. Por ejemplo, Cataluña sufrió un proceso migratorio igual o más fuerte, pero con una base y una burguesía muy apegada al catalán, que siempre lucho por mantenerlo, a diferencia de Valencia donde la burguesía (la poca que había) había cambiado al castellano. Galicia no tuvo esa inmigración másiva, por lo que el gallego es quizás el idioma que goza de mejor salud, a pesar de que su burguesía también ha tendido al castellano. El País Vasco es quizás el ejemplo más llamativo, pues ahí el Euskera ha recuperado terreno en zonas donde no se hablaba desde hacía siglos.
Bien, ahora piensen en lo insultante que resulta escuchar que el castellano está perseguido o marginado en este país, cuando asistimos, en directo, en pleno siglo XXI al languidecimiento de varias lenguas que también son españolas y a practicamente su extinción.
Ahora pensemos en lo que se sentiría por parte de los castellanohablantes si está situación se diera con el inglés, donde el castellano ocupara el lugar de la lengua minorizada.
Con estos moldes, es dificil tener un país unido, en el que todos sientan la rojigualda como suya. Cuando el nacionalismo mal llamado español, pues debería llamarse castellano, entienda que todas las lenguas y culturas de España son igual de españolas que el castellano, entonces podremos comenzar a pensar en unir a este gran país.
Este nacionalismo, en lugar de animar a los ciudadanos a amar a estas culturas tanto como a la castellana, a integrarse cuando se mueven a estas zonas, lo que hace es justo lo contrario, azuzar contra ellas, no aceptarlas como propias, y crear conflicto para sacar réditos políticos, en muchas ocasiones sobre este victimismo de la persecución del castellano.
Siempre he pensado que un verdadero patriota, y yo mi incluyo, porque quiero a España, es el que más defiende toda su riqueza, todas sus lenguas y todas sus culturas, y el que puede escuchar catalán sin que le salga urticaria, y al que si le hablan en gallego no se ofende y hasta intenta chapuerrearlo, y el que si va a Euskadi de vacaciones se interesa por decir Kaixo!.