Estos días se ha hablado y escrito bastante sobre esta cuestión. Hay posturas que aseguran que ya nada será igual. Me temo que no va a ser así. Hay gente insolidaria que lo será así siempre, ahí tenemos los llamados "policías de balcón".
Quizá, y tratando de ser muy pero muy optimista, haya personas que por fin admitan la importancia de tener un sistema público de Salud con más recursos materiales, con más personal. E incluso se valore de nuevo el trabajo de las y los docentes. Quizá entonces haya gente que deje de apoyar las privatizaciones en la Sanidad y en Educación (y en otros sectores), por acción o por omisión consciente. Quizá haya personas que reconocerán el trabajo que realizan reponedores/as, transportistas, cajeras y cajeros de supermercados, cuidadores/as de residencias de ancianos/as, trabajadores/as del transporte público... Personas que trabajan mucho y que cobran poco. Quizá la sociedad aprenda a valorarlos debidamente y a dejar de criticarlos cuando hacen huelga por unas mínimas mejoras de sus condiciones de trabajo. Quizá también entonces habrá gente que por fin se dé cuenta de que la Unión Europea es una entidad que nos chupa la sangre, así como los bancos.
Quizá dejemos a un lado las dinámicas individualistas y volvamos a considerar la importancia de la familia y los amigos/as. Quizá dejemos de mirarnos tanto al espejo y miremos más al resto de la Humanidad. Quizá, en definitiva, nos importe menos el dinero, la ropa de marca (y los teléfonos móviles caros), los vehículos de lujo, las vacaciones en lugares "exóticos"...y nos resulte más atractivo pasar tiempo con otros seres humanos, sin mirarles por encima o debajo del hombro.
Quizá entonces habremos cambiado como sociedad. Pero siendo realistas, dudo mucho que eso le ocurra a la mayoría de la población. Mientras tanto, seguiré defendiendo lo que describía muy bien Miguel de Cervantes en el capítulo XI de la primera parte de El Quijote...