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¿América first y deportación masiva de gazatíes? El punto débil del eje ultraderechista-sionista

En cualquier guerra el conocimiento sobre los puntos débiles de tu enemigo y la templanza (pensar y actuar fríamente sin dejarte dominar por las emociones) son claves para la victoria. Y cuanto más brutal y despiadado es tu enemigo, mayor debe ser tu pericia al identificar sus vulnerabilidades y golpearlas en el punto exacto.

Israel tiene tres puntos fuertes: el terror que provoca en sus enemigos, su enorme superioridad armamentística y posiblemente el mejor servicio de inteligencia del mundo. Y tiene un punto débil cuya mejor metáfora se encuentra en las caritas de pijos de universidad privada que tienen casi todos sus soldados: no saben lo que es sufrir porque prácticamente no lo han hecho. Saben lo que es golpear sádicamente, pero no lo que es recibir un buen golpe. Están acostumbrados a asesinar a 1000 civiles y perder 1 soldado. Son una sociedad rica y acomodada cuyos habitantes caerían en la histeria si sufriesen un corte de agua o luz de más de 1 día, o la pérdida semanal de 50 soldados durante 1 mes. En definitiva, si se les sometiese a una millonésima parte del dolor que están padeciendo los habitantes de Gaza, tirarían sus armas al suelo y suplicarían la paz. Las altísimas cifras de reservistas que, sólo por la guerra de Gaza, se están negando a enrolarse, hablan por sí solas.

El gobierno de Trump tiene un gran punto débil: se llama América first. Ha prometido a sus electores desentenderse del mundo y centrarse exclusivamente en los intereses de los norteamericanos. Por eso quienes le votaron se sublevarían contra él si, todas las semanas, cayesen decenas de soldados norteamericanos por defender a unos fanáticos supremacistas en la otra punta del mundo, todo ello porque esos fanáticos han decidido deportar a 2 millones de personas a campos de refugiados en Egipto y Jordania para quedarse con sus casas y llenarlas de gente venida de todo el mundo con el único denominador común de no trabajar los sábados.

Tras haber asesinado a más de 50.000 civiles palestinos, Trump y Netanyahu van muy en serio con su plan de limpieza étnica (no puede llamarse de otro modo) en Gaza. Están muy envalentonados porque sus pérdidas humanas han sido ridículas después de arrasar Gaza y Líbano, y el terror que Israel infunde ha tenido un papel clave en este resultado. Netanyahu redujo a escombros el sur del Líbano y partes de su capital, y decapitó a Hizbolá, pero la respuesta de este grupo fue prácticamente testimonial en cuanto a su dureza. Netanyahu usó la estrategia de la rana y la olla de agua caliente: ir incrementando, día a día, la brutalidad de sus ataques en Líbano (primero los buscas que estallaron, luego la muerte de Nasrallah, luego los bombardeos masivos en Beirut...) generando terror en Hizbolá y, a la vez, una apuesta por la autocontención porque, si atacaban en serio a los israelíes, las siguientes represalias podían ser peores. Al final la destrucción fue prácticamente total y las capacidades militares de Hizbolá, que podían haber hecho muchísimo daño a los cuarteles e instalaciones militares de Israel, fueron diezmadas antes de que pudieran usarse.

Así que Netanyahu lo tiene claro: si pude arrasar Gaza y Líbano sufriendo unos pocos cientos de bajas militares en más de 1 año, puedo deportar a 2 millones de gazatíes y quedarme con toda Gaza sin grandes problemas, máxime ahora que Trump me ofrece soldados para ayudarme. Luego iré a por Cisjordania y cumpliré mi sueño de lograr una Palestina sin palestinos. Y así será si la resistencia palestina, iraquí, yemení y libanesa (por desgracia no hay más, pues es una utopía que los países árabes se impliquen militarmente) no cambian el chip.

¿Y qué debe hacer la resistencia? La idea es simple: haz todo el daño que puedas a Israel antes de que te liquide, porque sólo así lo evitarás. No temas grandes represalias, porque vas a sufrirlas de todos modos. Pero si te cargas a 100 soldados israelíes y 100 norteamericanos en 1 semana, si revientas centrales eléctricas e infraestructuras estratégicas, si causas un dolor lo suficientemente fuerte a quienes quieren quitártelo todo, su escasísima tolerancia al sufrimiento le hará ponerse de rodillas y aceptar una paz justa. No hablo de matar civiles indiscriminadamente como hace Israel, sino de diezmar su ejército con todas las estrategias militares posibles, y de destruir objetivos estratégicos que, como las centrales eléctricas o instalaciones hídricas, deterioren la calidad de vida y causen pánico al mayor número de israelíes.

Hamas, los hutíes y Hizbolá tienen la capacidad de causar esos daños, y no lo hacen por miedo a la aniquilación. Pero no hay otra alternativa. O resistencia a muerte y sin miedo, o aniquilación. Ojalá el mundo cumpliese su papel y enviase una fuerza militar internacional para detener a los neonazis del gobierno israelí. Pero no es el caso, y a los semitas masacrados del presente (los palestinos) les toca jugarse el todo por el todo luchando contra los supremacistas arios de la estrella de David...o ser exterminados. O causan a Israel (y si es preciso a EEUU) el dolor suficiente para que su sociedad obligue al gobierno a ceder, o no les espera otra cosa que vivir en tiendas de campaña del desierto. Tanto moral como jurídicamente (Derecho Internacional, véase law4palestine.org/wp-content/uploads/2023/10/El-Pueblo-Palestino-tiene ) la lucha armada está más que justificada en este escenario.

menéame