La semana pasada asistí a una charla al aire libre que celebraba el Círculo Feminista de mi pueblo (Caramillo) con motivo del 8M. Lo cierto es que fue algo casual: yo paseaba con mi novio por el centro como cada viernes y la manifa me pilló de improviso.
Habían montado una especie de stand bajo un palco improvisado con estructuras metálicas; cuando me acerqué vi que eran, realmente, andamios de obra sobre los que habían puesto unas placas de contrachapado. En la cima de dicho palco vociferaba una mujer entrada en carnes con el pelo rapado hacia un lado; la escuchaban decenas de chicas agitando banderas violetas con un puño hacia abajo.
Digo chicas y no mujeres porque realmente lo eran: la mayor parte de ellas no tendría edad para conducir un coche y casi invariblemente llevaban mochilas o carpetas, y sin embargo clamaban sobre los impuestos que soportaban. ¿Qué impuestos?, pensé. ¿Han soportado ellas la carga impositiva de un varón de sesenta años?
Yo me estaba enfadando y no podía sino poner cada vez peor cara. Unas pocas que se encontraban a mi lado empezaron a mirarme de reojo y a cuchichear entre ellas. Yo no me inmuté, pero notaba cada vez más hostilidad a mi alrededor.
La mujer del palco, entretanto, había terminado de vociferar y dio paso al concejal de Podemos. Un treintañero con enormes gafas que vestía una horrible camisa morada a cuadros. Y dio paso a una autoflagelación similar a la que se veían sometidos los portadores de Sambenito en los paseíllos inquisitoriales.
Se autoculpó prácticamente de todo mal existente. A él mismo y a todos los hombres, por el mero y único hecho de haber nacido con una polla entre las piernas. Llegado un momento, se dirigió a mi (quitando a cuatro o cinco parejas de feministas desubicados, era el único hombre) y me dijo que si yo estaba ahí era porque sabía los crímenes que yo, como hombre, había cometido. Así lo dijo: crímenes.
Yo, aguantándome las ganas, me encogí de hombros y dije que no había cometido ningún crimen. Que no tenía antecedentes y me consideraba, por lo general, una buena persona. Y ahí empezaron los empujones y algún grito disperso de la multitud tipo "¿Pero a que no vas con miedo que te violen?" o "¡Matan hombres, no mujeres!"
El concejal me miró compasivo; como a un judío reticente que, pobre idiota, no había aceptado la verdad del santo y bueno cristianismo católico apostólico romano. Pero tenía un as en la manga: pidió silencio (me hizo gracia que todas se callasen a la orden de un hombre, dicho sea de paso) y anunció en el acto que renunciaba a su acta de concejal y se lo "pasaba" a la mujer que lo había presentado. Ya es hora, dijo, de que las mujeres ostenten el poder político.
No sé si entendéis bien la barbaridad que eso supone. Que alguien renuncie a su cargo electo y se lo pase a alguien por sus narices, a dedo, como si fuese un rey abdicando. ¿Y cuántas de esas demócratas protestaron? Absolutamente ninguna. Todas gritaron encantadas: fuera el hombre del poder. Venga la mujer.
Ni todas las mujeres son seres de luz ni todos los hombres son unos maltratadores. Y a la inversa: ni todas las que luchan contra la violencia en el hogar son unas insensatas ni todos los que abogan por la defensa de los derechos son criaturas indefensas.Polarizar posturas no tiene sentido. Vivimos en un mundo repleto de grises, en los juzgados se ve desde el hijo de satanás al vecino al que le han hecho un traje; desde esa pobre que no levanta cabeza a la compi de gimnasio mal bicho. Y quienes trabajamos en esto nos fijamos en los hechos y no en las personas.
Esos hechos los encajamos en las leyes y extraemos consecuencias jurídicas. Y a veces el malo es él y otras es ella. Todos lo vemos en el trabajo, en la familia y en la panadería… No me gusta que me engloben en el pack “pro hombre”. Si me tienen que poner en algún pack, que sea en el de “pro derechos”. Solo estoy sometida al imperio de la ley. Y mientras los hombres tengan derechos los defenderé, como hago con los de las mujeres. Ahora bien: todo lo que he contado hasta ahora es una invención. Este último párrafo lo he copiado de un artículo de Lady Crocs. No existe ningún pueblo llamado Caramillo. No tengo novio; soy un hombre heterosexual. Ningún concejal renunció en el acto. No me increparon. Los adversarios han sido retratados de forma arquetípica para que sea fácil odiarlos; esto es mi pequeño Sokal. Quiero ver cuántos negativizan o dan positivo únicamente por lo que ven hacia la mitad del artículo (o sólo con el título). Quiero ver si es fácil que colársela a la gente, en un sentido o en otro. Los negativos o positivos que recibo sin causa por un tema muy poralizado. Si has llegado hasta aquí y te has tomado el esfuerzo de leerme, escribe cuak en los comentarios, independientemente de que menees, negativices o lo que quieras, escondido dentro de otra frase, como he hecho yo, para ver cuántos leen con atención aquello que les da la razón o les contradice. Ahora voy a finalizar con otro invent para emparedar esto como un sándwich de falta de pensamiento crítico. Porque está claro que las mujeres últimamente no quieren igualdad sino supremacía, y el pack en el que lo venden es algo que te cuesta discrepar con el título, pero no con la letra pequeña.
Podemos se encuentra absorbido por este supremacisto cuqui y guay, y ya es hora de pararlo. Hombres y mujeres razonables, unámonos.