Comencemos por el final. Moraleja: afinque su internacional y millonario negocio en un paraíso fiscal conocido por negar información a las diferentes jurisdicciones donde su empresa opera. Niegue, no, ni siquiera responda a la petición de documentación que un juzgado de esas jurisdicciones le envíe. Podrá levantar el dedo a ese juez, a esa jurisdicción y a ese Estado. Será aclamado por la multitud como un héroe de la libertad.
Hacía tiempo que uno no veía a ese constructo idealista llamado “La Opinión Pública” (las mayúsculas no son casuales) presentarse tan unido en su respuesta a esos asuntos que el orden espontáneo nos pone en la prensa. Que coincidan partidos tan acostumbrados a definirse como Samael o Caifás según quién de estos diga del otro es nota de ello. De las barrabasadas, afirmaciones sin una mínima proyección de fondo o responsabilidad estamos ya acostumbrados por parte de la prensa, de los políticos y de todo perro pichichi. Incluso de los jueces. Por suerte de la costumbre se hace llaga, que luego es callo. Pero tema usted cuando todos van a una.
Que sí, que uno está de acuerdo en que la medida pecaba de un mínimo cálculo de consecuencias. Que era desproporcionada. Que clientes inocentes pagaban por pecadores, y pecadores por inocentes. Que ya sabemos que al campo no se le puede poner puertas. Que los denunciantes no son más que otros mangantes, tiene cierto disfrute imaginar inocentemente ser un Robin Hood al piratearles el futbol. Que el juez quiso ser famoso el fin de semana, o que debió pensar que la empresa a cerrar era la mercería de la Pepi.
Leemos hoy que la cosa se ha parado, que el juez, parece ser que un "analfabeto digital", se dió cuenta hoy lunes al volver a la oficina de la que lió el viernes, que le han dado un toque desde arriba, que de la estructura y servicios que tal empresa ofrece dependen otros rentables negocios. Bien entonces.
Sin embargo algo que parece olvidarse en el asunto escama a este que les escribe, amigo ciudadano. Y es que un juzgado, institución del Estado, ha reclamado cierta información a una empresa de telecomunicaciones que opera en territorio nacional, y que esta, curiosamente afincada en unas exóticas islas británicas se ha negado a dar respuesta. Y tan pichi, pues de la documentación requerida, ni mú por el momento. A lo mejor en esta ocasión el silencio está justificado, en otras lo dudo. Como siempre, la vía de los hechos nos muestra el equilibrio de poderes. Y en la balanza nuestra empresa de telecomunicaciones pesa más por el momento.
Alguno me dirá que si las cosas se hubieran hecho bien desde el principio, no hubiéramos llegado a este nuevo ridículo judicial. Y lo mismo tendrá razón. Pero permítanme la pregunta, ¿hubiera esto acabado igual para la mercería de la Pepi, aquella que el analfabeto digital pensaba que estaba cerrando? Ahí está la tragedia del asunto: que a la Pepi, a “Instalaciones Manolo”, a "Gestoría García", a usted y a mí se nos cae el pelo como se nos ocurra no contestar a un juzgado, mientras que a nuestra millonaria multinacional de telecomunicaciones le hace un corte de mangas al juez, que recoge cable. Y Pepi, Manolo, usted y yo aplaudiendo a nuestro nuevo héroe, al ABC preparando artículos en defensa de tal compañía, y Fontdevilla pintando viñetas... Al final va a ser verdad que soy un raro de cojones.
Moraleja, al inicio del artículo.