De la meritocracia y otras leyendas urbanas

Suena bien. Es inspirador, te llena el alma y te hace creer que todo es posible, estamos de acuerdo en teoría, y en teoría funciona hasta la meritocracia, en teoría. 

En el país de los refranes hay uno que siempre he odiado pero que se ajusta muy bien a lo que es vivir en España, "mejor malo conocido que bueno por conocer". Ahí es nada, un alegato feroz sobre el virgencita que me quede como estoy. Si quieres alcanzar mejores niveles de vida tendrás que arriesgar, tomar decisiones drásticas en momentos puntuales, sacrificar (a veces) tu mediocre posición en pro de subir de nivel y eso aquí sale caro, muy caro.

Creo que toda mi generación conoce a gente que ha emigrado a otros países en busca de fortuna, con mayor o menor suerte, la mayoría suele coincidir en las oportunidades que se dan fuera. Las historias de chavales que empezaron fregando platos sin conocer el idioma y que en menos de un año ya eran jefes de sala, si no encargados del restaurante, se repiten. Auxiliares sanitarios que mas pronto que tarde ostentaban cargos superiores o becarios que hicieron carrera en alguna que otra pyme. Parece que fuera la gente evoluciona, crecen profesionalmente o cambian el rumbo hacia otros menesteres con un gran porcentaje de éxito. 

En cambio aquí... aquí si vas al barrio después de diez años tu colega seguirá repartiendo pizzas en esa Piaggio mugrosa y destartalada, la que se sacó auxiliar de odontología sigue en la misma clínica, mas mayor y con el mismo sueldo, y los más afortunados han aprobado alguna oposición mediocre y han llegado al summum del sueño español, el ansiado funcionariado. 

¿Es posible que aquellos que marcharon fueran más ambiciosos, mas vivaces, más enérgicos que estos que se quedaron he hicieron de su vida letárgica quietud? No, en un principio.

Todo se debe "al donde fueres haz lo que vieres". El miedo a cambiar de posición o a emprender ideas nuevas es mucho menor fuera (entiéndase fuera como países de primer nivel). El mercado laboral se sostiene sobre unas bases sólidas, la confianza en el personal es imperativo y el cambio de sector es posible. Los que se quedaron también quieren mejorar pero se desalientan, su esfuerzo no siempre tiene recompensa, los ascensos son una quimera y poco a poco bajan los brazos pues no se puede dejar un trabajo (por putomierda que sea) en un país donde el paro es otro símbolo nacional más, entre la bandera y el himno. 

La posibilidades son nimias, desarrollar un trabajo por algunos años te imposibilita a virar de sector y quedas encasillado. Has perdido tiempo y contactos que te puedan abrir puertas en otros puestos y ya todos están sentados cuando deja de sonar la música. Puedes intentarlo, puedes salir de la rueda y hacer méritos para no conformarte con tan poco pero habrá escasas oportunidades porque aquí el movimiento se castiga y no valdrá nada tu esfuerzo si no lleva aparejado un "padrino". 

La meritocracia funciona o debería funcionar sobre el papel pero no siempre es así, la mayoría de la meritocracia palpable en personalidades que hicieron fortuna desde un garaje es más achacable a la suerte, contactos o familias bien posicionadas. Ellos no lo dirán, quien está donde quiere llega por sus propios méritos, no oiremos a nadie decir que ha triunfado en la vida por un cúmulo de circunstancias favorables más que por trabajo duro. Eso haría del mundo un lugar mas justo y, citando a Paul Bettany en Margin call: "y eso no lo quiere nadie, dicen que sí pero es mentira"