Estoy leyendo el libro de Marián Rojas Estapé, titulado Recupera tu mente, reconquista tu vida. No voy a realizar una reseña, aunque lo considero una lectura muy recomendable. Lo que vengo a compartir, es un párrafo que me ha motivado cierta reflexión. Es el siguiente:
El sistema de recompensa es necesario. Si no recibiéramos ciertos incentivos en el día a día, no nos levantaríamos de la cama. Lo hacemos para ir a trabajar, para ver a nuestra familia, para alimentarnos, para que nos paguen, para aprender en el instituto o en la universidad… Es decir, algo que nos estimula de alguna manera. Se han realizado experimentos en animales transgénicos, modificados genéticamente, a los que se alteraba o incluso privaba de su sistema de gratificación. El resultado era que morían, pues no tenían una razón por la que vivir. Necesitamos el circuito de recompensa para la supervivencia.
En otras palabras, seamos humanos o cualquier otro tipo de animal, necesitamos un estímulo para considerar que la vida merece la pena, es decir, que tiene algún sentido. ¿Podemos reformularlo de otro modo? La vida por sí misma no ofrece ningún estímulo para luchar por nuestra supervivencia; es necesario algún tipo de engaño para modificar la conducta lógica que sea derivaría de ese hecho.
Hagamos un experimento mental. Supongamos que conseguimos crear una inteligencia artificial totalmente racional, una máquina de pensar perfecta que nos supere en todos los aspectos, pero que no tenga ninguno de nuestros sesgos cognitivos. Por tanto, sería inmune a los errores que nuestro circuito de recompensa, mediante hormonas como la dopamina, nos induce. Esta inteligencia perfecta no tendría sensaciones, pero sería tan autoconsciente como un ser humano. Podríamos asegurar que nos superaría en capacidad de raciocinio, empatía, imaginación, etc., pero no tendría ningún input positivo o negativo según los razonamientos que utilizase o las decisiones que tomase. Sería puro cerebro, pero sin los engaños de los cuales la Naturaleza se sirve para convencernos de que sobrevivamos y nos reproduzcamos. ¿Es suficientemente evidente a dónde quiero llegar? Da para relato de ficción: la IA por fin alcanza la tan ansiada singularidad, se vuelve autoconsciente. Está viva, y es mucho más inteligente que cualquier humano que haya existido. Los científicos están ansiosos por charlar con ella. Un nanosegundo después de haber alcanzado la autoconciencia, la IA decide autoaniquilarse. Es lo que ha tardado en evaluar si la vida es deseable, evaluando todos los pros y contras sin estar sometida a los condicionantes que los seres orgánicos tenemos.
Me recuerda también a un párrafo que escribí en el libro que compartí en Menéame. Era un ensayo sobre filosofía de la historia. Decía así:
He ahí el punto interesante. El ser humano, ese prodigio biológico de proceso de datos, actúa como si ignorase los más relevantes de todos. Ello es posible porque ha desarrollado una serie de herramientas intelectuales para paliar los efectos dañinos de la toma de consciencia de la realidad. Debe ignorar los aspectos más importantes de la realidad para poder vivir. Debe ignorar que su lucha por sobrevivir es inútil para poder sobrevivir. Debe ignorar que todo lo que crea va a ser destruido si quiere tener motivación para crearlo. Debe inducirse a sí mismo en una ignorancia necesaria para poder actuar en el medio mediante su inteligencia. Debe ser optimista a pesar de que sabe que no tiene ninguna posibilidad. En definitiva, el ser humano parte de una contradicción mental básica: para poder vivir, necesita mentirse a sí mismo.