Los 80s fueron un hervidero de modas, tantas llegaron a solaparse que la propia década acabó encasillada en una moda per se. El cine, cacareado espejo de la sociedad, las absorbió como una esponja y potenció su efecto entre los jóvenes, su público objetivo. Nada escapaba del consumo masivo, ni siquiera algo tan frío y remoto como las estrellas. El paso del cometa Halley, junto a más de una veintena de cometas, fueron seguidos con suma atención en los 80 gracias al boom de la astronomía amateur. El telescopio se convirtió en uno de los regalos estrella por Navidad.
El intervalo entre que fue notificada la presencia del Halley sobre nuestras cabezas, en 1982, y su paso finalmente en 1986, dio juego a una tonelada de especulaciones y teorías descabelladas, e inspiró a guionistas, escritores, dibujantes y diseñadores de videojuegos, que se apresuraron a explicar el fenómeno de los cometas en forma de naves invasoras, esporas alienígenas, minerales con poderes sobrenaturales o augurios de catástrofes globales. El género de terror, agorero por naturaleza, se obcecó en expandir la paranoia con numeras películas de meteoritos malignos. Que se lo pregunten a H.P. Lovecraft, que se adelantó a la moda allá por 1927 con su relato El color que cayó del cielo.
Creepshow, Granja maldita, The Blob, El terror llama a su puerta o La noche del cometa encabezan la moda de meteoritos ochenteros que podéis ver al completo en este vídeo.