Yemen lleva ya más de 10 años en guerra. El bloqueo al que Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos han sometido al país, ha provocado, según las estimaciones más optimistas de Save the Children, la muerte por inanición de 87.000 niños.
La cifra de muertos, según la ONU, ya va por los 233.000. Es el peor conflicto humanitario desde la Segunda Guerra Mundial.
Mientras tanto, no es que no se vayan a aplicar sanciones a estas dos dictaduras, sino que países europeos, Canadá y EEUU, siguen cerrando contratos millonarios con Arabia Saudí y EAU relacionados con la construcción, las renovables y el petróleo.
Son decenas los clubes de fútbol patrocinados por empresas de Emiratos, algunos de los cuales han condenado la injusta e ilegal invasión (que no Guerra) del miserable de Putin. Son muchos los grupos que han suspendido sus conciertos en Rusia pero no en Israel. Escuchar al primer ministro israelí calificar de "barbarie" lo de Ucrania, más allá de que sea cierto, es de una hipocresía insoportable.
Decía Kapuscinski: "En la guerra, no sigas la estela invertida de la bala para encontrar al culpable. Sigue al dinero. Siempre es el dinero".
La propia España ha cerrado contratos armamentísticos millonarios con Arabia Saudí. El Rey, como todos sabemos, guarda una especial amistad con la familia real saudí que, por cierto, lleva más de 30 años financiando el terrorismo yihadista, algo que la CIA sabe desde los años 80, pese a que solo se haya buscado a los terroristas en Irak o Afganistán.
El conflicto en Ucrania hace más inaplazable que nunca un debate que llevamos 30 años posponiendo, tras la caída del muro de Berlín:
¿Para qué sirve la OTAN además de para que EEUU siga expandiendo sus bases e influencia geopolítica? ¿Por qué se castiga política y económicamente a algunos países por ciertos actos y a otros que hacen lo mismo o peor, no? ¿Por qué no se aprovechó la decadencia de los países del Pacto de Varsovia para firmar una paz real y sustancial y un plan de desnuclearización consistente y honesto?
¿Cómo pueden abandonarse a su suerte a los yemeníes o al cuerno de África? ¿Quién modula/maneja nuestra indignación a través de los medios de comunicación? ¿Qué sistemas educativos hemos desarrollado en occidente que impiden a la mayoría de su población entender que la vida de un civil no vale más o menos en función al lugar en el que nace?Y sobre todo: ¿vamos a aprender algo de lo ocurrido en Ucrania?
En un continente donde solo 3 de cada 10 europeos afirman que irían a la guerra por su país, ¿vamos a seguir recurriendo a inmigrantes y jóvenes de clases bajas sin salidas laborales para seguir "expandiendo nuestra paz" por el mundo? Por eso me asquea profundamente hablar con amigos a los que aprecio defender la necesidad de la existencia de conflictos armados y de la OTAN con total frialdad y convencimiento, como si los soldados fuesen muñequitos de un videojuego. "Hay que hacer esto, hay que hacer lo otro". ¿Irías tú a la guerra? ¿Te jugarías la vida por intereses económicos ajenos en el falso nombre de una patria? ¿Quiénes somos nosotros para jugar a generales?
Pero volviendo a la geopolítica, ¿hasta cuándo van a seguir existiendo la dualidad beligerante de bloques? ¿Cuándo vamos a entender que se precisan de leyes supranacionales reales y eficaces que antepongan los intereses humanitarios a cualquier interés económico? ¿Por qué seguimos aceptando sin más que estamos en manos de una panda de MANIACOS que juegan con la vida de millones de personas por el vil metal?
"Frente a la guerra solo hay un arma: educación, educación y educación". Esa fue la frase pronunciada por Paul-Henri Spaak, primer presidente de la Organización de Naciones Unidas en su discurso de investidura, un año después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Han pasado 76 años. No hemos aprendido nada.