La guerra de Israel es contra China

Muchos se preguntan si más allá del odio hacia los palestinos y hacia el mundo árabe o musulmán, existe algún interés geopolítico que pueda explicar el actual genocidio perpetrado por Israel en Palestina. La respuesta ha estado siempre ante nuestros ojos, pero los medios occidentales han ocultado deliberadamente este relato.

Hablemos pues, del frente de Israel en Oriente Medio y su importante trasfondo geopolítico.

Benjamin Netanyahu fue procesado en 2019 por el fiscal general de Israel, Avichai Mandelblit, por soborno, fraude y abuso de poder en tres casos en los que estaba imputado. No obstante, nunca llegaría a pisar la cárcel ni a producirse sentencia firme, gracias a eventuales y oportunos retrasos del proceso judicial y a acuerdos secretos con el fiscal. Pero ya en 2019, estos acontecimientos provocaron, entre otras causas, un período convulso de inestabilidad política en Israel, así como la caída de la popularidad de Netanyahu. Tan es así, que ese mismo año se produjo un adelanto electoral de noviembre a abril, y como resultado Netanyahu no logró articular una coalición de gobierno, disolviéndose el parlamento. La repetición electoral se aplazó a septiembre de 2019, con el mismo resultado infructuoso.

Para las elecciones de marzo del 2020, Netanyahu necesitaba dar un golpe de efecto e incrementar su popularidad para regresar al poder. Así, entre otras causas que se explican más adelante, nacieron los Acuerdos de Abraham: con la mediación de EEUU (presidido en aquel entonces por Donald Trump), Netanyahu buscó normalizar las relaciones diplomáticas y comerciales con sus vecinos con un acuerdo de paz duradera. Comenzó a hablar con diversos países árabes y musulmanes que se habían “moderado”, es decir, con los que no tenían conflictos “graves” desde hacía años (obviamente, prescindió de intentar hablar con los palestinos).

Gracias a este emprendimiento, tras las elecciones de marzo de 2020 Netanyahu logró por fin conformar un gobierno. Y en agosto de ese mismo año se firmaron los acuerdos entre Israel y 4 naciones árabes: Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Sudán y Marruecos.

No obstante, aquello no fue el fin de la inestabilidad política en Israel. Debido a delicados equilibrios políticos no se lograron aprobar los presupuestos en 2020, hecho que provocó nuevamente la disolución del parlamento y la convocatoria de elecciones para marzo del 2021.

Entonces, en 2021 Naftalí Bennett quedó proclamado Primer Ministro de Israel, pero la coalición resultante sufrió numerosas derrotas legislativas y en junio de 2022 presentaron un proyecto de ley para disolver nuevamente el parlamento. Se volverían a celebrar elecciones el 1 de noviembre de 2022.

En este punto, a pesar de tener todos los procesos judiciales abiertos y de recibir las críticas del 52% de los israelíes, Netanyahu logró volver al poder como Primer Ministro tras las elecciones del 2022. Una relación de sucesos de dudosa credibilidad, que bien merecería estudiar aparte. Pero lo importante está por llegar.

Tras todos estos acontecimientos, Netanyahu apareció en la ONU el 22 de septiembre de 2023 (2 semanas antes de los ataques de Hamás) para decir lo siguiente (resumo los aspectos clave):

No hay duda de que los Acuerdos de Abraham presagiaron el amanecer de una nueva era de paz. Pero creo que estamos a punto de un avance aún más dramático: una paz histórica con Arabia Saudita. Una paz así contribuirá en gran medida a poner fin al conflicto árabe-israelí. Alentará a otros Estados árabes a normalizar las relaciones con Israel. Mejorará las perspectivas de paz con los palestinos. Fomentará una reconciliación más amplia entre el judaísmo y el islam, entre Jerusalén y La Meca, entre los descendientes de Isaac y los descendientes de Ismael. Todas estas son tremendas bendiciones.”

Y prosigue:

Pero hacemos otra cosa. (…) No sólo derribaremos las barreras entre Israel y nuestros vecinos. Construiremos un nuevo corredor de paz y prosperidad que conecte Asia a través de los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Jordania, Israel y Europa. Se trata de un cambio extraordinario, un cambio monumental, otro eje de la historia. (…) Hace dos días hablé de esta visión de paz con el presidente Biden. Compartimos el mismo optimismo sobre lo que se puede lograr. Y aprecio profundamente su compromiso de aprovechar esta oportunidad histórica. Los Estados Unidos de América son indispensables en este esfuerzo. Así como logramos los Acuerdos de Abraham con el liderazgo del presidente Trump, creo que podemos lograr la paz con Arabia Saudita con el liderazgo del presidente Biden.”

Mientras enunció estas palabras, Netanyahu mostró el siguiente mapa con la proyección del nuevo corredor de paz y prosperidad (y resulta curioso observar que, en este mapa, Palestina ya no existe, e Israel ocupa su lugar):

Sin embargo, esta ocurrencia del corredor de paz y prosperidad no es genuina de Netanyahu. Varios días antes, el 10 de septiembre de 2023, en la Cumbre del G20 en Nueva Delhi (a la que China no acudió), los líderes de la India, EEUU, la UE, Francia, Alemania, Italia, Arabia Saudí y (EAU) acordaron el lanzamiento del Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC, por sus siglas en inglés). Se trata de un proyecto multimodal de conectividad para vincular el subcontinente indio con Europa a través del Golfo. Esta ruta no solo contempla dimensiones físicas, como redes ferroviarias y marítimas, sino también digitales y financieras, y sin ninguna duda, competirá con la nueva ruta de la seda (BRI) impulsada por China. Aunque Israel presentó el proyecto en el G20, su verdadero artífice fue EEUU, que busca desesperadamente la manera de frenar la expansión comercial de China, su principal rival.

Después de interrumpir el abastecimiento ruso de gas a Europa mediante la guerra de Ucrania y la voladura del Nord Stream 2, EEUU continúa su batalla para conservar su hegemonía. El Acuerdo Abraham, que normalizó las relaciones entre los EAU e Israel, era una pieza esencial para sacar adelante el IMEC, pero, además, hacía falta el apoyo de Arabia Saudí, algo que el gobierno de Netanyahu estaba a punto de conseguir. Los escollos de este proyecto eran Siria, aliada tradicional de Rusia, Hezbolá, el partido-milicia libanesa chií apoyada por Irán, y el pueblo palestino. Devastados por la guerra, Siria y el Líbano tienen un escaso margen de maniobra, pero la causa palestina goza de un amplio apoyo popular en Jordania, Egipto, Arabia Saudí y otros países árabes. A pesar de sus acuerdos con EEUU, los gobiernos de estos países no pueden ignorar las protestas por el régimen de apartheid que sufren los palestinos de Gaza y Cisjordania.

Y dos semanas después del discurso de Netanyahu en la ONU, el 7 de octubre de 2023 ocurre la mayor masacre en décadas perpetrada por Hamás en territorio israelí. La ocultación de la participación de Israel en esta masacre fue vital para justificar ante la opinión pública mundial el contraataque militar y sin precedentes que Israel ha provocado en toda la región. Pero gracias a un documental de Al Jazeera y otras informaciones obtenidas por los servicios secretos israelíes, sabemos que Israel no solo sabía que Hamás preparaba un duro golpe el 7 de octubre, sino que Netanyahu ordenó no hacer nada al respecto y dejar que los combatientes de Hamás actuaran con total libertad en su territorio.

Así, el 7 de octubre de 2023 los combatientes de Hamás esperaban una entrada muy complicada de efectuar, y estaban preparados para asumir su papel de mártires por la causa palestina. Sin embargo, las fuerzas israelíes no aparecieron. De hecho, no actuaron hasta después de 3 horas de incursión y muertes provocadas por el ejército de Hamás en Israel. Una matanza que, de haber actuado Israel, se hubiera podido evitar en gran medida. Pero a Israel le interesaba venderse como la principal víctima, y cuantos más muertos israelíes hubiera aquel día, mejor. En total, Hamás asesinó cerca de 400 soldados israelíes, que es casi un tercio del total de los 1.200 asesinados. No obstante, el ejército israelí también asesinó a 200 miembros de su propia población con ataques indiscriminados en asentamientos y partidas de combatientes de Hamás que regresaban al territorio palestino con rehenes.

Los motivos de Hamás fueron claros: llevaban muchos años sufriendo masacres por parte de Israel, asesinatos indiscriminados, detenciones arbitrarias, torturas, destrucción y ocupación de mezquitas, ocupación ilegal de sus territorios por parte de colonos israelís (muchos entrenados en el arte de la guerra), etc. Se estima que el 40% de la población masculina de Gaza ha sido alguna vez detenida, torturada o encarcelada por parte de Israel, sin saber de qué se les acusaba ni habiéndose celebrado juicio alguno…

Sea como fuere, la respuesta desproporcionada de Israel ha conllevado la mayor masacre de población civil de la historia en un período tan corto de tiempo (1 año, y en proporción a los combatientes abatidos), un auténtico genocidio, que presenta un reguero de muertes directas e indirectas que se estima en 200.000 palestinos asesinados, de los cuales el 95% son civiles inocentes y el 70% son mujeres y niños. Sin mencionar la destrucción de decenas de miles de edificios, infraestructuras, servicios esenciales, comunicaciones, bloqueos de la ayuda humanitaria, destrucción de acuíferos, asesinato selectivo de centenares de periodistas de todo el mundo y de personal voluntario de ONGs en la zona, etc.

Tras el 7 de octubre de 2023, además, Netanyahu paralizó todos los procesos judiciales en Israel, incluyendo los procesos que tiene abiertos en su contra, para a continuación, promover una reforma del sistema judicial con el fin de ejercer un mayor control de los tribunales del país.

El ataque de Israel sobre Palestina ya se ha extendido, a fecha de hoy, a varios países de la región, violando entretanto la legalidad internacional, varias veces. Israel ha bombardeado, además de Palestina, el sur del Líbano, Yemen, Siria e Irán. Y está siendo atacada al mismo tiempo por Hezbolá (en el Líbano), Yemen, Irán e Irak. Este conflicto que bien podría desencadenar una tercera guerra mundial, no ha sido criticado ni condenado unánimemente por occidente. Solo se han presentado algunas quejas puntuales de algunos países (con la boca pequeña) y también se han formulado críticas por parte del Secretario General de la ONU. Todos aquellos que han criticado el papel de Israel, han sido acusados de antisemitismo por parte de Israel.

Cada día que transcurre se hace más patente que la ONU está al servicio de la hegemonía occidental y que es incapaz de hacer cumplir sus estatutos (mediar en conflictos, asegurar la paz mundial, etc). Llegados a este punto de completa incompetencia, la ONU debería disolverse al comportarse como un organismo fallido. Para más inri, numerosas naciones siguen comerciando con Israel en ausencia absoluta de sanciones, e incluso siguen abiertos con Israel muchos acuerdos comerciales de compraventa de armas y sistemas de defensa. Como si aquí no pasara nada.

Las consecuencias para Europa son complejas de medir, pero una guerra a gran escala en la región podría afectar negativamente al desarrollo de la nueva ruta de la seda china, provocando que China deje de ser un actor comercial relevante para Europa (hoy en día ya ha bajado a la segunda posición). Ya se han impuesto aranceles a la importación de coches eléctricos chinos porque no somos capaces de competir en igualdad de condiciones.