Gilles de Rais, el infanticida amigo de Juana de Arco

Os confesaré que la época medieval es uno de los periodos sobre los que más me gusta leer y especialmente sobre esos personajes secundarios que aparecen adobados a una superestrella y que esconden una historia interesante. Este es el caso de Gilles de Rais, un noble francés amigo de Juana de Arco y que tenía unos pasatiempos un tanto macabros.

Gilles Montmorency-Laval era barón de Rais y nació en 1404 en el castillo de Champocé, una de las múltiples propiedades de su adinerada familia, que acumulaba tierras y bienes en el sur de Bretaña. Su padre murió cuando él tenía solo 11 años destripado por un jabalí delante de él y la imagen de las tripas saliendo del vientre de su progenitor le persiguió durante toda su vida.

Tras este episodio, se ocupó de él su abuelo Jean de Craon, que era conocido por ser un sádico que se dedicaba a torturar a sus criados. Su abuelo le demostró cómo la nobleza no tenía que rendir cuentas ante nadie y que sus crímenes podían permanecer impunes. Se supone que sus inclinaciones crueles y sádicas las aprendió mientras permaneció bajo la tutela de su abuelo.

La vida de De Rais como caballero

Es nombrado caballero a los catorce años y pudo dar rienda suelta a sus pulsiones más sangrientas. Gilles era muy violento y atrevido, y a los quince años mata a su primera víctima mientras practicaba esgrima.

A los diecisiete años raptó con ayuda de su abuelo a Catalina de Thouars, una joven heredera con la que se casó ese mismo día pese a la oposición de su familia. Aprovechó el lance para secuestrar también a su suegra, a la que liberó cuando se le concedieron unos castillos. Cuando, siete años después, tuvo a su única hija, la abandonó junto a Catalina y nunca volvió a preocuparse por ellas.

Siguió batallando a las órdenes del duque Juan V de Bretaña y su ferocidad hacía que le compararan en muchas ocasiones con los vikingos. Sus ataques eran temerarios y salió victorioso de numerosas batallas. Cuando su fama llegó a oídos del rey, éste le reclamó para liberar la ciudad de Orleans que se encontraba bajo el asedio inglés desde hacía varios meses, ya que estaban librando la Guerra de los Cien años.

Al llegar a las afueras de Orleans se encontró con Juana de Arco y se quedó fascinado por la niña, a la que acompañó al frente del ejército de diez mil soldados reales que logró levantar el cerco en tan solo ocho días. La victoria le valió el título de Mariscal de Francia y  en lo sucesivo se convirtió en compañero inseparable de la doncella de Orleans, e incluso le salvó la vida en una escaramuza a las puertas de París.

Cuando fue condenada por bruja y por hereje por los ingleses en Ruán trató de liberarla, pero no consiguió llegar a tiempo de impedirlo, sobre todo porque De La Tremoille, el favorito del rey, estaba en contra de los mensajes que propagaba Juana. Cuentan que Gilles lloró desconsoladamente ante sus cenizas y se lanzó a una lucha encarnizada contra los ingleses, hasta que en 1434 cayó en desgracia su protector el canciller La Tremoille. De Rais perdió su título de mariscal, que había conseguido en Orleans, pero se retiró siendo uno de los nobles más ricos de Francia, gracias a la fortuna familiar y lo que había conseguido mientras guerreaba.

El retiro y el comienzo de la masacre

Cuando volvió a sus tierras en Bretaña, De Rais comenzó una vida desenfrenada de derroche. Recogen las crónicas que, además de banquetes multitudinarios, llegó a recrear la liberación de Orleans en una fiesta que celebró en mayo de 1435, por la que tuvo que pagar gran parte de su fortuna.

Es en esta época cuando comienzan los primeros rumores de niños desaparecidos en sus tierras. Numerosos aprendices, mozos, nietos e hijos fueron desvaneciéndose en los alrededores de los castillos que habitaba De Rais sin dejar rastro. Desde el principio se propagó el rumor de que eran raptados por salteadores de caminos, aunque esta explicación no satisfacía a nadie.

Pronto su fama recorrió Francia y acudieron a su castillo de Tiffauges todo tipo de magos, nigromantes, adoradores del diablo, brujos y alquimistas con los que intentaba hallar la piedra filosofal que convirtiera el metal en oro. Corrían rumores de que celebraba ritos satánicos e invocaba al diablo, tal y como se recogió en el proceso al que fue sometido en 1440, después de que el obispo de Nantes ordenara que lo detuvieran.

Entre las acusaciones que se le hicieron se incluyeron brujería, herejía, sodomía y asesinato de niños. Es esta última acusación la que caló más hondo, ya que hubo numerosos campesinos de sus tierras que relataron cómo habían desaparecido sus hijos pequeños de entre 8 y 14 años. Sumando todas las declaraciones, se supone que llegaron a desaparecer unos 200 infantes, cuyo secuestro no fue denunciado antes por el temor que les infundía un noble acaudalado.

El proceso contra Gilles de Rais

En el proceso, el barón confesó sus prácticas macabras. Primero, ordenaba a sus secuaces que se llevaran a los niños “hermosos como un ángel” y les invitaban a un banquete, para el que les vestía con ricos ropajes. Al acabar la comida, conducían al niño a una estancia especial en el castillo donde llevaban a cabo su ritual.

A continuación, de Rais medio estrangulaba a sus víctimas para evitar que gritaran, y luego los soltaba para violarlos (o los violaba colgados de un gancho) y a continuación, bien los mataba él o bien le ordenaba a un sicario hacerlo mientras él miraba, decapitándolos o a palos. En su confesión, declaró que “a los niños muertos los besaba y a los que tenían cabezas y miembros más bellos los contemplaba y los hacía abrir cruelmente sus cuerpos y se deleitaba viendo sus órganos interiores”. Cuando el barón terminaba con su víctima, caía dormido y sus sirvientes aprovechaban para limpiar la estancia y quemar el cadáver en la chimenea.

En 1440, cuando fueron a detenerlo, Gilles no se resistió y en el proceso reconoció todos los crímenes de los que le acusaban, aludiendo a que lo hizo porque estaba escrito en los astros. El 26 de octubre de ese mismo año fue ahorcado a las afueras de Nantes y sus restos fueron quemados.

Algunas fuentes indican que las acusaciones contra de Rais fueron exageradas y que le sometieron a un juicio político, similar al que sufrió Juana de Arco. Sin embargo, casi todos sus biógrafos coinciden en que es posible que al menos una parte de los crímenes que confesó sí que debió cometerlos. Eso sí, esto no fue óbice para que en 1992 el barón fuera exonerado de culpa por los tribunales franceses.

La historia de De Rais ha sido relatada por la literatura en numerosas ocasiones, e incluso Charles Perrault reconoció que se basó el el personaje del barón para dotar a su Barbazul de sus cualidades más sanguinarias. Cierto es que Barbazul no mataba niños sino a sus esposas, a las que enterraba en el sótano de su castillo.

Si queréis leer más sobre el personaje, me han gustado mucho los artículos del ABC y de la Wikipedia donde está muy bien narrado el juicio.