¿Habéis vuelto a oír hablar del tema? ¿Por qué clase de idiotas nos toman?
Seguramente por lo que somos: consumidores de espectáculos también cuando consumimos noticias. Se esperaba un tenso duelo en la frontera entre un grupo de gente hambrienta (todo muy Dickens) y unas autoridades malísimas, estilo Mr Scrooge (Dickens de nuevo) y la cosa se quedó en nada, al menos de momento, porque ya que menciono la Navidad no descarto que el tema se reactive en tiempos de palmada en la espalda y lagrimita fácil.
No se trataba del tema migratorio. Se trataba de las elecciones americanas, y en cuanto estas terminaron, con los demócratas recuperando el Congreso y los republicanos manteniendo el Senado, unos cuantos millares de centroamericanos no le importaron ya a nadie. Sus razones eran insostenibles (que es que somos pobres) y el circo no podía aguantar mucho. Pero ni siquiera yo esperaba que se desmoronase en el olvido con tanta rapidez.
Se trataba de medir las fuerzas del movimiento globalista contra el movimiento soberanista, que es dónde realmente se juega hoy el bacalao: gente que cree que el mundo (y todo lo que hay sobre él) es de todos, contra gente que cree que cada cual tiene derecho a organizarse en lo suyos como le parezca, porque los Estados tienen fronteras. Por un lado la gente de Soros y su Open Society, Open Wold y Open Ass, y por el otro los Trump, los brexiteros y los Bolsonaros.
La cosa pinta fea. Pero los pobres aquellos han agotado completamente su potencial escénico: no le importan a nadie. No pintan nada. No van a tener muchos más minutos, salvo campaña navideña en contra.
Su minuto de gloria pasó. Pero si no nos damos cuenta de cuales son las reglas de este juego, nunca pasará la hora de que dejen de burlarse de nosotros.