Apenas es de día y voy andando con mi maletín por la calle. Hay bastante tráfico, porque es el horario de ir al trabajo o al colegio, pero soy el único que tiene la suerte de poder ir andando. A unos pasos hay un carril transversal un tanto angosto que conecta con la carretera principal, con el muro de una antigua fábrica a un lado y un edificio por la otra. De lado del edificio hay "soportales" y una acera ancha, un total de no menos de diez metros de acera. Del otro lado apenas tres metros y con pequeños árboles plantados en lado más cercano a la carretera. Por supuesto hay un paso de cebra conectando ambas aceras.
Aparece un coche por el carril transversal. Para mi gusto viene demasiado rápido, pues de un lado (por donde me acerco yo) tiene visibilidad de peatones, pero por el otro lado el muro evita que vea a un peatón que empiece a cruzar. En cualquier caso el coche se detiene sobre el paso de cebra. El conductor me mira y vuelve la vista a la carretera principal buscando un hueco para incorporarse.
Yo me detengo y miro al conductor, que parece no darse por aludido. Me vuelvo y veo que por la carretera principal pasan gran cantidad de coches y el número se pierde en una curva a más de cien metros, por lo que el coche va a tardar en incorporarse. Vuelvo de nuevo a mirar al conductor, que sigue con su vista fija en los coches que avanzan ignorándolo como él hace conmigo.
Por el otro lado un señor mayor llega al paso de cebra. Parece que tiene una rodilla rígida y avanza arrastrando la pierna y apoyándose en ella para seguir. Contempla el panorama y se mueve hacia la parte trasera del coche (entre el coche y el muro) para rodearlo por detrás, fuera del paso de cebra, y volver a la parte delantera dónde estoy yo. Treinta segundos le llevó al señor, que al llegar a mi altura hizo un gesto con la cabeza y habló en voz alta para que le oyeran desde el coche:
-La gente pasa de todo, otro día me tiro encima de su capó.
-Yo estoy aquí parado -Le contesto- A ver si le cae la cara de vergüenza.
Desde el coche el hombre nos ignora como si no nos oyera. Lleva dos dedos de la ventanilla abierta (¿para que no se le empañe?) así que parece que su cara aguanta el tirón. En medio minuto el coche encuentra un hueco (ajustado y desesperado, con un bocinazo de propina) y se incorpora a la carretera principal.
En total apenas estuve parado dos minutos y medio, menos de lo que tardo en escribir el artículo; y de una manera voluntaria, ya que podría haber rodeado el coche por detrás. Un coche que no respeta un paso de cebra ni a los viandantes, pero que seguro que en la carretera espera que no le adelanten por la derecha o que le cedan el paso desde los carriles de incorporación si está circulando por una rotonda.
Sinceramente me parece un reflejo de la sociedad y el ejemplo que me encuentro todos los días; Algunas personas creen que cuando se encuentran en una situación de poder pueden hacer lo que les dé la gana, pero son los primeros en quejarse cuando se encuentran en una situación vulnerable. Creo que es algo que está de actualidad y por eso escribo el artículo (si pongo la referencia, entonces no tiene gracia), pero como reflejo de la sociedad me parece que se pueden observar ejemplos de este tipo a diario.