Escribí hace unos días mis impresiones nada más llegar a España tras pasarme casi 3 meses entre Alemania y Francia. Esa impresión subjetiva en la que expresaba la idea general que me produjo el choque de volver a casa después de tanto tiempo suscitó bastantes comentarios a favor y en contra. La historia ha progresado en estos (pocos) días y sigo alucinando con el comportamiento que en general estoy viendo. Por ello voy a contar cómo han evolucionado los hechos y qué es exactamente lo que pienso que se está haciendo mal en España.
Primero la historia familiar: recordad que dejamos a mi sobrino pendiente de una llamada porque se había enterado que un amigo suyo era positivo en SARS-CoV-2. Esta mañana a primera hora ha recibido una llamada y tiene cita para hacerse una PCR el miércoles. Bien, eso significa que si su amigo sabía el viernes por la tarde que era positivo, él no ha tenido conocimiento oficial del caso hasta el lunes, más de 48 horas después. 48 horas en las que podría haber ido propagando el virus por ahí si su amigo no le hubiera avisado y nosotros no le hubiéramos parado los pies (ya que su lógica era "no me siento mal, no tengo nada"). Primer fallo, ineficiencia del sistema de rastreo (probablemente por falta de personal, pero no lo se).
Me consta por lo que he hablado con mi madre que su internamiento en su habitación no está siendo del todo eficiente tampoco. No lleva mascarilla tal como se recomienda ni él ni nadie en la casa. Sale "a pasear" por la casa por todo un conjunto variado e innecesario de motivos, desde ir al baño hasta ir a por comida al frigorífico. Todo ello sin mascarilla, claro.
Luego están los abuelos, mis padres, siendo mi madre -recordémoslo de nuevo- enfermera jubilada: ¿No me dicen que ayer domingo por la tarde se fueron a celebrar el cumpleaños de mi tío? 8 personas en edades letales, sin mascarilla y con un posible positivo en casa. ¿¡Estamos todos locos o qué!?
Veremos lo que tardan a partir del miércoles en darle el resultado de la PCR a mi sobrino y, si es positiva, en hacérsela a todos.
Mientras tanto, voy a matizar algo que creo que no se entendió en el artículo anterior: yo no culpo a la gente, más bien creo que lo que pasa en España es una suma de 2 elementos: (1) la falta de una política de información y educación clara respecto a lo que hay que hacer y lo que no en cada ámbito de la vida y (2) una serie de factores sociales y culturales que aumentan los factores que aceleran los procesos de contagio.
El primer elemento creo que está claro: aquí nos han mareado bastante en cuanto al comportamiento ante la pandemia. Por poner un ejemplo, recuerdo perfectamente cuando las mascarillas no eran necesarias, luego las recomendaron y ahora son obligatorias siempre, incluso paseando en medio de un bosque sin nadie a 2 km de distancia. No se nos trató ni siquiera como a niños, porque a un niño le explicas que no puede usar una mascarilla porque ahora son necesarias para un grupo específico de la población, pero que en cuanto haya disponibilidad sí se deberán usar en ciertas circunstancias y lo entiende perfectamente. En otros países no sé como fue el proceso informativo, pero aquí fue una cagada tras otra.
Hice el esfuerzo el domingo de contar cuanta gente estaba usando bien la mascarilla. Como acabábamos de llegar teníamos que ir a comprar fruta y verdura a un mercadillo al aire libre bastante conocido por sus buenos precios. Era un lugar típicamente atestado de gente antes del confinamiento al que no habíamos ido desde febrero. Suponíamos que tras el confinamiento habría cambiado bastante, pero no: el mismo número de vendedores en el mismo espacio e idéntico número de compradores. Había algunos puestos dónde había carteles que advertían que no se podía tocar el género sin guantes y otros que sólo se lo permitían tocar a los vendedores. Ni un mililitro de gel hidroalcoholico. Por supuesto, a la entrada se recordaba que se debían usar la mascarilla, así que me coloqué en un punto y empecé a contar cuanta gente no llevaba máscarilla, llevaba la nariz por fuera, tocaba el género con las manos o se tocaba la cara. Más del 40% de la gente estaba usando mal la mascarilla en un lugar dónde hay una alta probabilidad de contagio. Vimos incluso a una señora que sin mascarilla estornudó frente a un puesto de fruta. También vimos dos conflictos entre gente que sentía que otra persona estaba poniéndole en riesgo. Jamás he visto algo así en los mercados que he visitado en Francia o Alemania. Sí que hay gente que lleva la nariz fuera, pero son excepciones y los puestos están protegidos con pantallas y ningún cliente puede meter mano al género. ¿Sabéis qué hice con la fruta y verdura que compré? Al baño con una gota de lejía.
El segundo elemento puede ser el más polémico y creo que fue la principal fuente de debate en el anterior artículo. Creo que hubo gente que entendió lo que quería decir y otra que interpretaron que yo decía que los franceses o los alemanes no tienen comportamientos de riesgo. No, una enfermedad contagiosa se puede ver como un proceso estocástico cuya curva tendrá una velocidad de crecimiento mayor en función de la magnitud de las variables con las que trabajamos. En el caso de España, desgraciadamente, debido a nuestros hábitos, cultura y sociología, tenemos todas las variables que determinan un contagio muy elevadas respecto a nuestros vecinos.
Sí, un francés organiza una barbacoa de vez en cuando y no usa la mascarilla durante la misma. Pero si en la fiesta del ciudadano francés hay 3 grupos de convivientes, quedan en el exterior y respetan unas distancias sociales (vale, se estrechan la mano o se besan al llegar, pero no están pegados unos a otros gritándose a la cara), las papeletas que compra ese ciudadano francés para la rifa del COVID son muchas menos que las que en el mismo caso a este lado de la frontera compraría alguien que organiza una fiesta y acuden 6 grupos de convivientes, en el interior de una vivienda (pequeña) y con el roce habitual que tenemos los latinos.
Además, nuestros eventos sociales son mucho más frecuentes y con personas más variadas que en el caso de otros europeos (porque hasta los italianos, que son tan familiares como nosotros, no son tan amigables con desconocidos). Otro ejemplo que me ha sobresaltado, ha venido esta mañana cuando mi pareja ha estado hablando con unos amigos en uno de los lugares con más brotes de este verano. Básicamente la conversación ha sido algo así (no literal) como: "venid a comer el domingo que dejo a las niñas con los abuelos, pero el sábado no podemos que hemos quedado con unos amigos de otro pueblo". Eso súmalo a las cañas de después del trabajo, ¿sabéis sabes cuantas papeletas compra un ciudadano medio español?
La suma de los comportamientos temerarios de muchos (por falta de información o por voluntad propia) es lo que hace que la curva aumente rápidamente una vez se había conseguido doblegar. Por supuesto que las curvas de los demás países empezarán a subir pronto, pero la nuestra ha sido más rápida en empezar a subir porque somos como somos y tenemos los políticos que tenemos.