Aventuras y desventuras en el parque

Los parques son lugares estupendos para que los niños de todas las edades jueguen, aprendan , se relacionen y quemen su inagotable energía.

Nosotros somos muy asiduos a visitarlo todos los días, y muchos de ellos incluso vamos mañana y tarde. En la ciudad donde vivimos hay un precioso parque que ofrece una experiencia sensorial y lúdica inmejorable. Se trata del Parque Miguel Servet de Huesca. Si alguna vez pasáis por aquí os recomiendo que lo visitéis y os contagies de su magia. No os decepcionará , , os lo aseguro.

Volviendo a la materia, hoy quiero reflexionar sobre las incómodas y rocambolescas situaciones que también se viven en los parques. Me refiero a la increíble pero cierta necesidad de nuestra intervención adulta para educar y " regañar" a los hijos de los demás. Claro está que por fortuna son mayoría los adultos que ejercen su rol de guías y supervisan a los niños que están bajo su atención, interviniendo cuando es necesario, reconduciendo los comportamientos inapropiados de los niños y enseñando habilidades sociales para la convivencia en armonía. Pero también hay progenitores o cuidadores laisez faire que lo son bien por convicción o bien por omisión de su deber.

Éstos últimos generan mucho malestar y desencuentros en los que por el contrario mediamos, enseñamos, educamos y transmitimos normas y límites a nuestros hijos. Tan importante es enseñar a tus hijos a que respeten a los demás niños y compartan los espacios y juegos con distensión como que los demás niños lo hagan con tus hijos.

En más de una ocasión, y dos y tres, y cuatro, y muchas ; he tenido que ser yo misma la que le dijera a otro niño o niña que lo que estaba haciendo no era lo correcto, bien por hacer daño, por no respetar el turno en el tobogán o en otro lugar, por arrancar las cosas de las manos, por insultar, etc. Y claro que sucedan estas cosas y los pequeños se comporten así no es para nada extraño ni paranormal. Lo que si que es para quedarse patidifusa es la actitud de esos adultos que como árboles ni se inmutan ante ese tipo de comportamientos. Y para colmo, no les basta con mostrar su pasividad y desconsideración hacia los demás sino que desaprueban tu intervención con su mirada grosera y amenazante.

Acaso es normal que si tu hijo arrebata de las manos de otro niño ( mi hija, pero puede ser cualquier otro niño da lo mismo) lo que éste lleve, tenga que ser yo y no tú la que le explique que las cosas no se quitan de las manos sino que se piden y que en vez de usar la fuerza es mejor usar la palabra y explicarle lo que deseamos. Acaso es lógico que si tu hijo no respeta la cola del tobogán y mediante un empujón y valiéndose y de su fuerza aparte a los que se disponen a subir, tenga que ser yo la que le recuerde que debe respetar el turno y esperar a que los demás suban pues también tienen derecho. Acaso tengo que ser yo la que le diga que no pegue porque hace daño, que no debe insultar porque eso entristece a los niños y no le ayuda a hacer amigos; y así con múltiples situaciones.

Como decía , que los niños se comporten así es hasta cierto punto completamente normal, puesto que son niños que están en pleno proceso de aprendizaje. Otra cosa bien distinta es lo que les enseñan sus padres y cuidadores con su actitud pasiva y desinteresada. El mensaje que emiten con su indolencia es que comportarse de manera egoísta, irrespetuosa, pendenciera y violenta es lo adecuado y lo normal; transmitiendo así su total y absoluta carencia de empatía y habilidades sociales.

En mi humilde opinión esta forma de proceder no sólo muestra una profunda falta de respeto hacia los demás sino hacia sus propios hijos.

Y vosotr@s qué pensáis al respecto.

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