En el año 2016 se produjeron 2702 peleas con agresiones a agentes de la ley. Solo 302 acabaron en multa. Solo 1 acabó con todos sus supuestos participantes en la cárcel.
Es durísimo, vergonzoso, indignante ver el documental Altsasua (Amets Arzallus, Marc Parramon, en Filmín).
Comprobar cómo la máquina mediática de este país, impulsada por un presidente inmoral, convirtió una pelea de bar entre unas pocas personas, en una bacanal sangrienta cometida por un centenar de terroristas, que luego acabó con 8 desgraciados detenidos, con edades de acabar de terminar la secundaria, en Soto del Real cumpliendo más condena que cualquiera de los hijos de la grandísima p... que han dedicado su vida a esquilmar este país. Esta delirante trama judicial fue la prueba de que eran muchos los que aún necesitaban agitar el fantoche de una ETA que ya había anunciado hace mucho el cese de su actividad. Jóvenes a punto de empezar sus carreras universitarias, que ni tan siquiera habían vivido el terrorismo, con sus vidas sesgadas por una manta de desgraciados, en un pueblo que quintuplica la presencia policial recomendada por la UE, con unos índices de criminalidad cercanos a cero en los últimos 10 años.
Se llegaron a pedir 50 años de cárcel por cabeza, incluido uno de los detenidos que luego se supo que nada tuvo que ver en la pelea. 375 años de petición fiscal en total por un tobillo roto. Absolutamente inexplicable.
Ningún medio generalista respetó la presunción de inocencia. Algunos periodistas como Carlos Herrera llegaron a llamarlos asesinos. El juez solo tuvo en cuenta la versión de la Guardia Civil, constantemente amplificada por los medios, entre los cuales destacó El País.
No hay por donde coger el caso. 7 ruedas de reconocimiento con un vasco y 5 magrebíes por si el Guardia Civil había perdido la memoria. Retirada de la Instrucción a la Guardia Foral a cargo de la Guardia Civil de forma inexplicable e inmediata. Cambios de delito de odio a terrorismo sin otra motivación que la denuncia de las asociaciones de víctimas del terrorismo, atrayendo la competencia de la Audiencia Nacional, posibilitando el juicio en un terreno menos imparcial.
Los medios de derecha, y no tan de derecha, demonizando las fiestas de Altsasua y convirtiendo una parodia contra el Rey en un acto que llegó a ser calificado de "puro nazismo nacionalista" (si ves las imágenes del acto, te descojonas). Periodistas de todo pelaje rompiendo las normas más esenciales de la ética del cuarto poder para contribuir a crear un caldo de cultivo que apartase el foco mediático de la corrupción del PP y poner palote a la audiencia desinformada y sedienta de los años del terror. "Me da igual que ETA no mate, esto se llama terrorismo", llegamos a escuchar desde la Cadena SER.
El documental narra la angustia relacionada con el juicio, la falta de sueño, la pérdida de trabajos, las carreras profesionales truncadas, el drama de unos padres con hijos normales, que jamás se metieron en ni un solo lío. Algo que de haber pasado en ALbacete, en Madrid o en Santiago habría quedado como mucho en una multa, en algo que ni habría salido en los sucesos de un periódico regional. Pero Altsasua también pone el foco en algo admirable: la unión de dos pueblos. el vasco y el navarro, que, de forma pacífica y con la carga emocional de haber soportado el dolor y la culpabilidad de décadas de terrorismo, tan solo piden justicia para unos críos imberbes.
Más de 20 organizaciones de defensa de los derechos humanos de 3 continentes como Amnistía Internacional, denunciaron las irregularidades judiciales del caso tales como la imposibilidad casi total de la presentación de pruebas, el rechazo constante de testigos de la defensa y el nombramiento de la jueza Espejel para presidir el caso, una mujer condecorada por la Guardia Civil y casada con un miembro de la Benemérita.
La indignación se torna en cabreo cuando el documental analiza el juicio. La ropa del supuesto agresor no coincide con la del acusado principal que, además, asegura no haber estado ni tan siquiera en la discoteca la noche de autos (existen vídeos, imágenes de televisión de un partido de pelota y fotos de esa noche que prueban la veracidad del acusado sobre su indumentaria). Da absolutamente igual, el tribunal no aceptó los vídeos como prueba.
Lo que la prensa llamó una pelea multitudinaria no pudo ser descrito por la mayoría de testigos presenciales ni tan siquiera como una pelea porque nadie se dio cuenta de que algo extraño estuviese pasando y todo en un local de tamaño medio y semi vacío. Ningún policía entró a identificar a nadie. Las identificaciones se producen después, con un carácter aleatorio que solo dependía de la palabra de los guardias civiles, ebrios la noche de autos.
Conforme avanza la instrucción comprobamos que lo que al principio fue definido como una bacanal de violencia en la que participaron "más de 100 personas" acaba siendo, según el propio guardia civil "una pelea con aproximadamente entre 5 y 8 personas". Luego declara la novia del guardia civil y dice que son 25 personas (es decir, todos los que estaban dentro del bar). Luego el guardia civil contradice a su novia sin saberlo y es incapaz de decir cuanta gente aproximadamente había en la discoteca. Una pelea deleznable e injustificable que acaba con un guardia civil con "un tobillo roto y un labio partido" (según la víctima) y su pareja en el suelo tras ser empujada. Algo que dista mucho de ser un acto de terrorismo.
Posteriormente los servicios de emergencia confirmaron que el labio roto era una herida en la comisura labial que no llegaba a un centímetro y que el tobillo tan solo tuvo que ser inmovilizado con una férula. El otro guardia civil y su pareja salieron completamente indemnes y no solicitaron ayuda alguna. Las actas de los servicios de emergencia que reflejaban que lo que había sido una brutal paliza solo fue una pequeña herida en un labio y un tobillo torcido, no fueron aceptados por el tribunal. No se encontraron hematomas ni de ataque ni de defensa en las víctimas, lo cual resulta imposible tal y como las víctimas describieron la pelea, fueran 5, 8 y no digamos 25 atacantes.
La parte definitiva llega con la grabación del móvil de uno de los acusados: el único vídeo existente posterior a la pelea, cuando la policía llega a la puerta del local, y que no fue admitido por el tribunal hasta la fase final del juicio. En él podemos ver al guardia civil ligeramente ebrio, con una camisa blanca perfectamente limpia, sin sangre, sin hematomas y de pie, algo complicado de justificar con un tobillo roto. Y no solo eso, sino que el guardia civil se acerca al que graba y le pega un manotazo al móvil. En el juicio, el guardia civil niega recordar que pegase ese manotazo y encima denunció que el agredido le agredió y le empujó contra la pared. Completamente delirante. Después del manotazo, el guardia civil se va escoltado y por su propio pie por la policía foral intercambiando insultos con los presentes.
La fiscalía en su discurso final comparó lo ocurrido en Altsasua con la Europa nazi.
50 años, el equivalente 4 homicidios por una pelea sin parte de lesiones imparcial.
El tribunal condena finalmente a los acusados a penas de 13 a 2 años de cárcel. Se descarta finalmente el delito de terrorismo, pero es la sentencias más dura contra el delito a la autoridad en más de 40 años de democracia.
Los 3 últimos acusados que quedaban presos en 2020, obtuvieron el tercer grado tras casi 4 años en la cárcel. En este tiempo han abonado casi 20.000 euros de indemnización a las víctimas.