Agenda 2030, Davos y ecologismo: una justificación moral de la pobreza

 

Aprovechando la reunión de la WEF. Dejo aquí algo que escribí hace un mes en mi blog. Espero que les guste.

En mayo se celebrará, como cada año, la reunión del Foro de Davos; ese lugar donde se reúne la élite más selecta para discutir sobre los problemas que aquejan al mundo y diseñar posibles soluciones. Allí se encuentran los paladines de la Agenda 2030 que, como bien saben, tiene por columna vertebral el ecologismo.

Se ha razonado mucho sobre los motivos que llevan a sus asistentes a convertirse en adalides de estos temas. Algunos consideran que estas inclinaciones responden al narcisismo que siempre les ha caracterizado; otros, a la búsqueda de riquezas personales; los menos, a una convicción férrea: serían deudores de una factura que han contraído con la Madre Tierra tras décadas de enriquecimiento; habría llegado el momento de devolverle lo recibido.

En mi opinión, lo que mueve a estos grupos es la preservación de su estatus, económico y social. Tienen miedo del futuro próximo y de las respuestas de la población a los cambios en el modelo económico occidental. La digitalización expulsará del mercado laboral a no pocos trabajadores, empobreciendo a una ya castigada masa social. Al mismo tiempo, el dinamismo económico de occidente empieza a mostrar síntomas de agotamiento mientras se vigoriza el del mundo asiático. Lo anterior no nos debe resultar extraño; son muchos los que han advertido, desde hace años, sobre la vitalidad de estos mercados.

Oriente se convertirá en el centro económico — ya lo estamos viendo — en detrimento de un Occidente que se volverá periferia, en terminología de Wallerstein. Las consecuencias serán catastróficas para los ciudadanos. La pobreza encenderá los ánimos de la población, desembocando en revueltas y disturbios que, como siempre ocurre, se dirigirán hacia los grupos más pudientes, a los que se les acusaría de todo.

He escuchado de algunas personas decir que las élites odian a los pobres. Creo que no es cierto. Lo que sí que detestan es que se modifique el statu quo. La miseria les importa más bien poco, siempre y cuando se encuentre fuera de sus urbanizaciones, alejada de su órbita vital. Ojos que no ven, corazón que no siente. Sin embargo, un estallido revolucionario sí que les pondría en serios aprietos. ¿Su respuesta? Preparar ideológicamente a la población para la carestía que se avecina.

La Agenda 2030 y su instrumentalización del ecologismo tienen por objeto convencer a la población de la necesidad de restringir voluntariamente su consumo; rebajar su estándar de vida en aras de un supuesto bien superior: la preservación de la raza humana, que se encuentra a merced de un peligro inminente. Para ello, se romantiza y adorna la pobreza con un envoltorio de moralidad que permite aliviar la conciencia del que tiene hoy menos que ayer, pero más que mañana: soy pobre, pero mi situación hace del mundo un lugar mejor. La penuria pronto será asumida como el estado natural del ser humano; así venimos al mundo y así nos iremos de él, no tomando más de lo debido. De este modo, se anularán las protestas y se apagan las iras evitando que estas se dirijan hacia las élites que dominan el mundo. El ecologismo es una distracción, un señuelo que determinados grupos nos inculcan para ofrecernos una imagen simplificada y distorsionada que nos permita justificar nuestra desgracia actual. Al mismo tiempo, se evita que el malestar de la población se centre en las élites, al haber encontrado la primera un culpable de su situación.

El credo ecologista es realmente útil para las élites. Cuando llegue la pobreza, la coacción no será ya necesaria para apaciguar revueltas; seremos nuestros propios policías, nuestros propios Torquemadas. Nos habremos ya persuadido de la necesidad de tener algo, lobotomizados por la profecía de un cataclismo que nunca viene. Nos otorgarán, también, ocio barato y narcotizante en forma de Netflix, videojuegos y Metaverso; no vaya a ser que algún espabilado abandone la caverna.

Ellas, por supuesto, continuarán en sus palacios disfrutando de sus lujos mientras el mundo deja de ser lo que una vez había sido.