Se nos está yendo de las manos lo de la rusofobia. Hoy, en el programa matinal de la cadena SER, escuchaba con estupefacción cómo un tertuliano afirmaba textualmente "la población rusa no es inocente". Continuaba, el tal Ignasi Guardans, equiparándolos a los alemanes que alzaron a Hitler para tomar el poder, atribuyéndoles responsabilidades directas sobre los actos cometidos por Putin. Terminaba su mensaje de paz diciendo que "no nos tienen que temblar las piernas si esto [las sanciones] hace sufrir a esos 140 millones de rusos, que efectivamente son parte del nacionalismo que sostiene esto". A todos los rusos. No se salva ni uno. Da igual lo que piensen y cómo actúen individualmente. Adultos e infantes. Son todos el demonio, envuelto en una bandera blanca, azul y roja.
twitter.com/iguardans/status/1500745094760120322
Al señor Ignasi, le diría que, entre otros muchos factores que les han permitido a los nazis auparse en el poder, uno de los métodos usados fue el esparcimiento de odio sobre un colectivo, desnaturalizándolo y deshumanizándolo. Casualmente, este método tienen una gran similitud con lo que está haciendo el bueno de Ignasi con sus intervenciones, por lo que antes de señalar con el dedo, seguramente debería mirarse un poquito al ombligo. Es más, si el nacionalismo es realmente un problema en Rusia, demonizar y propiciar el sufrimiento de todos sus habitantes no será, con certeza, la mejor forma de atenuarlo. Si acaso, sirve para exacerbarlo.
Esto, si fuese un caso aislado, no dejaría de ser anecdótico. No obstante, este tipo de mensajes se difunden libremente en el único medio radiofónico de masas que se endulza con una cobertura, cada vez más fina, de progresía. ¡Qué no dirán en otras cadenas! El constante ataque a absolutamente todo lo proveniente de Rusia por parte todos los medios, me lleva a encontrarme en conversaciones que comienzan por los despidos o exclusión de competiciones de deportistas rusos, y que acaban en justificaciones de que hasta el último habitante desde San Petersburgo hasta la península de Kamchatka merecen todo lo malo que les pase. Y estos interlocutores son gente bondadosa, de buen corazón y con buenas intenciones, pero que ven el mundo tal cual como se lo presentan en su canal de televisión favorito.
Todo esto no deja de ser una ramificación más de la polarización que impera en el "pensamiento" actual. Este tipo de mensajes no invitan, para nada, a la reflexión. En su lugar, nos ponen delante una pantalla en blanco y negro que se divide en buenos y malos. Lamentablemente, ya sabemos a dónde nos conduce un donde predomina el maniqueísmo.