Abro este artículo con cierta -bastante- indignación. Es necesario poner contexto: llevo en tratamiento psicológico y psiquiátrico desde principios de año Seguridad Social mediante. Soy autónomo y me concedieron la baja. Me citaron una vez por mes para cada especialidad. Las primeras dos consultas con el psiquiatra fueron telefónicas y solo de seguimiento de los medicamentos que me recetaron en julio 2020 por un cuadro de ansiedad grave y depresión. Del mismo modo, la primera cita con psicología también fue telefónica, en la que sencillamente se limitó a preguntarme qué había pasado hasta entonces. La segunda cita en psicología ya fue presencial, aunque lo único que se me indicó fue salir a dar paseos y escuchar un audio de relajación.
Pasados tres meses, tuve la primera cita presencial con el psiquiatra que, tras comunicarle que llevaba medio año con tinnitus, temblor interno, llanto continuo y hasta desvanecimientos, decidió cambiarme un antidepresivo por otro, con la indicación de tomármelo cada mañana.
Las siguientes citas fueron más de lo mismo, preguntarme qué tal estaba. Les comentaba a ambos profesionales que, si bien cada vez tenía más días buenos al mes, me ponía muy nervioso incluso salir a la calle. Además, vivo solo y eso parece que no funciona.
Este junio fue el mejor mes, aunque a finales empecé a sentir náuseas continuas y un principio de los ataques fuertes que tenía tiempo atrás, por lo que lo comuniqué a los pocos días de empezar a sentirme así, coincidiendo con una doble cita con dichos especialistas. El psiquiatra, en menos de cinco minutos y en mitad de un ataque de ansiedad, sencillamente me aumentó una pastilla más del antidepresivo, manteniendo el Alprazolam tres veces al día. En la visita, a continuación, con la psicóloga, le solicité si podía aumentar el número de sesiones, ya que estaba teniendo una al mes o una cada mes y medio, a lo que me contestó que eso era imposible y que, además, la próxima cita será en septiembre. ¡En septiembre!
Le pregunté con toda la educación si esa situación no le parecía mal; si veía bien que ahora me tuviera que pasar dos meses y medio sin ningún tratamiento personal mental, a lo que me respondió que ella se iba de vacaciones y no hay sustitutos.
Desde entonces, mi estado ha empeorado hasta el nivel de no poder mantener una conversación a ritmo normal, a despertarme con muchos temblores y a tener que trasladarme a casa de mis padres, que son mayores y que, además, se encuentran también en tratamiento: mi padre tras operarse de cáncer y mi madre con ansiedad y depresión severa, con muchísimos medicamentos. Y ahora, también, les toca cuidarme cuando me dan los ataques. Estos ataques no son puntuales, sino que durante todo el día tengo un nerviosismo y un pesar agónico que culminan en varios picos diarios.
Por este hecho, pedí a la psicóloga si me podía aconsejar alguna persona profesional para tratarme durante estos meses ya que, aunque estoy agotando todos mis ahorros (solo cobro lo mínimo de la baja como autónomo) y debo mantener mi alquiler y gastos, como teléfono, luz, agua, comida y todo lo que ya sabéis, pero esta profesional no me supo contestar y se limitó a decirme que saliera a pasear y que viese vídeos de relajación.
¿Qué hago? Estoy en el peor momento de los últimos 9 meses y ahora mismo me veo sometido a una carga de medicamentos (entre 5 y 7 pastillas diarias) y sin apoyo profesional hasta, mínimo, septiembre, aunque viendo las sesiones que he tenido hasta ahora han servido de poco y menos.
¿Cómo es posible que durante julio, agosto y mitad septiembre no haya nadie en el area mental?
Mi situación es desesperada, además de que ya no me queda apenas ningún ahorro, y que la familia también está en tratamiento, mi estado de salud es malo. No sé con qué intención publico este artículo, más allá del cierto desahogo que pueda proporcionarme escribir esto, pero es que estoy realmente decepcionado y con mucha sensación de desamparo.