Tras el 11S, los EEUU iniciaron una carrera en pro de la seguridad aumentando espectacularmente sus presupuestos en materia bélica, espionaje y seguridad. Un vendaval que arrastró a todo occidente a dos guerras estúpidas con el consiguiente gasto económico, social y humano.
Colas infinitas en aeropuertos, complejas tramas de espionaje informático, torturas, vuelos ilegales, Guantánamo, espionaje telefónico a millones de personas en todo el mundo, Snowden perseguido…han sido tantas las cosas que han pasado.
Según el New York Times, desde los atentados de las Torres Gemelas el gasto en seguridad se ha incrementado en un 24% a nivel mundial, pero hay un fenómeno que pocos se han parado a calcular: el tiempo, la frustración y las limitaciones que han provocado a toda la humanidad las paranoias delirantes de los estadounidenses en materia de seguridad y cómo sus movimientos geopolíticos han sido el abono esencial para la crisis económica mundial que sacudió nuestras vidas debido, entre otras cosas, a la subida del precio del petróleo.
Ahora ellos, los que llevan importando golpes de estado a todo el planeta desde hace casi 80 años, los maestros supremos de la seguridad, los principales productores de armas, el país inviolable, los de la frontera infranqueable, los que activan las alertas de terrorismo a la más mínima señal, se encuentran con que una panda de white trash, negacionistas y antivacunas han entrado al Capitolio como Pedro por su casa, armados, algunos borrachos, han provocado el espectáculo más delirante, grave y ridículo que jamás habríamos podido imaginar: un intento de golpe de estado.
Pirados disfrazados de animales mitológicos encarándose a la policia, cuarentones con unas cervezas de más sentados en los despachos de los más altos representantes de la primera potencia mundial, acnéicos post-adolescentes robando sillas y mesas, una anciana disfrazada de estatua de la libertad con una corona de papel albal destrozando cristales y una banda de paramilitares fascistas hiriendo a policías. Abuelos con la Navy Jack haciéndose selfies en el despacho de Nancy Pelosi con los pies encima de la mesa.
¿Cuántas películas, series, libros han sido creados sobre ataques al Capitolio? Terroristas de alto nivel, complejos virus informáticos, espías de la KGB, incluso complejas tramas sobre extraterrestres... Ayer pudimos comprobar que la realidad no siempre supera a la ficción. Todo era tan cutre, tan ridículo, tan abochornante...
Durante las dos primeras horas de este ridículo injustificable solo se detuvieron a 14 personas (hace unas semanas se produjeron más detenidos en un desahucio en Villaverde). Después, aplicación del toque de queda que la inmensa mayor parte de los asaltantes se pasaron por la trenca. Informa el Washington Post que casi todos los asaltantes han dejado el Capitolio sin problemas y por su propio pie.
Cuesta compaginar esta delirante situación con esta foto. Es el Memorial Lincoln protegido por la Guardia Nacional durante las manifestaciones tras la muerte de George Floyd. White-trash sí. Negros, no.
Comentaba Larry David que lo de ayer parecía sacado de una película de los Monty Python. Pero una vez digerido el ridículo y agotadas las carcajadas, uno no puede dejar de preguntarse en manos de quien hemos estado siempre. Y en manos de quién vamos a estar. Sobrevaloramos la capacidad de la política. Llenamos de significado palabras que en realidad no significan nada. Creemos en la inviolabilidad de cosas que para nosotros son sagradas, pero que luego acaban reducidas a la nada de una forma tan delirante como increíble. Tragamos con medidas de seguridad, colas y prohibiciones que convierten nuestras viajes y vidas en puro tedio insufrible, pero luego un negacionista baila sobre la mesa de la presidenta del Congreso de la Primera Potencia Mundial al son de música sureña. Nos comimos una crisis mundial auspiciada por políticos que se amarraron al poder vendiendo seguridad y guerra y ahora comprobamos que un psicópata lleva teniendo acceso al botón nuclear desde hace 4 años.
¿En qué momento el mundo se convirtió en una parodia?