La cita es apócrifa, seguramente, pero no de hace tres días, sino del siglo XIX, o finales del XVIII. La tengo por tan apócrifa que no tengo inconveniente en citarla: Mamelucadas, de Jeremías Calancha, un libro extremadamente divertido, tanto como difícil de encontrar. Una joya bibliográfica.
Si alguien apuesta unas cañas a que el libro existe, publico una foto. La edición es de 1893.
Y a pesar de tratarse de una obra satírica, la verdad que atesora es de primer orden: el cacique no admite la autoridad foránea, porque esa autoridad es la que reduce, limita, empequeñece los límites de su arbitrariedad. Al conde no le gusta el rey, porque es el único que le dice lo que puede y no puede hacer con sus molineras. Si no hubiera rey, cago en todo, podría follarse a todas y cada una de las molineras, las hilanderas y las aparceras de sus tierras. Pero hay un rey, hideputa, uno de fuera, que le discute su señorío, su poder y su privilegio. ¿Por qué tiene que haber un rey que tase el ganado que el señor puede joder en sus tierras?
El regionalismo es eso. Así nació, y a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo eso. Algunos lo vistieron de nacionalismo, otros de identidad, otros de irredentismo y algunos de raza, tierra y sangre, pero es eso: el cabreo del señor local, del cacique, porque alguien se meta en cómo y cuándo se folla a sus molineras.
No es de extrañar que todos los movimientos regionalistas o similares partan de caciques: lo que es extraño es que las molineras los apoyen. Y los molineros. Y los hijos de puta de sus vecinos. Eso ya es terriblemente sorprendente.
Tuienes tres jueces a los que apelar si el rico te da por culo. Y llega el pobre y pide que sólo sean dos, y llega otro más pobre y pide que sólo sea uno, el administrador del que les sodomiza, concretamente. Es raro, ¿no?
Pues existía y existe. Sucedía y sigue sucediendo.
Para que luego os extrañéis de que los pobres voten a la derecha.
Para que luego os parezca raro que la gente siga ideologías contrarias a sus intereses.
Ahí están, dando ejemplo, los pobres que además de pobres son regionalistas, o nacionalistas, o identitarios. Con un par. Ofreciendo sus hijas, sus brazos o sus vidas al cacique local, que seguro que los trata mejor que el rey, que está a 500 km, en su corte.
Y desde hace doscientos años. Casi nada.