El problema es tener que aguantar a una banda de cretinos pseudoreligiosos hablando de que por comprar un cartón de leche estás colaborando con la "violación" de las vacas.
El problema es ver cómo se califica a la Huelga del 8M de "privilegio blanco", poniendo a competir a las feministas, en vez de buscar cómo mejorar los derechos laborales de las inmigrantes sin papeles.
El problema es ver cómo las revistas de tendencias hacen el agosto con la atomización de identidades sexuales cuasi-inventadas dejando en un segundo plano problemas como el escaso conocimiento de los adolescentes frente a las ETS.
El problema es que sabemos al dedillo la última polémica sobre acoso entre actores de Hollywood mientras que la mujer que es acosada por su jefe en su empleo precario que no puede dejar no sabe ni lo que es un sindicato.
El problema es tener que aguantar a los mismos que están gentrificando las ciudades a marchas forzadas parapetarse detrás de lo LGTB mientras que la Alcaldesa del Cambio les ríe las gracias con el querides.
El problema es ver en libros feministas para niñas a Margaret Thatcher como modelo de aspiración, tener que leer barbaridades acerca del empoderamiento de la mujer mediante el burka o jugar a la sororidad con Ana Patricia Botín.
El problema, precisamente, es que en vez de tener conciencia de clase se tiene aspiración al empoderamiento, individual, a cimentar nuestro yo en la medida que disminuimos el del tipo que tenemos al lado.
El problema es ver cómo se distribuye la pegatina de Refugees Welcome desde el Starbucks hasta los coworking del centro de Madrid y que nadie hable de por qué se bombardeo Siria y Libia sin tener en cuanta las consecuencias.
El problema es ver cómo aquello llamado nueva política fue colonizado por clases medias que ante todo estaban buscando un acomodo para su frustrada carrera en el sector privado. Y ver cómo machacan a la izquierda parapetándose tras lo diverso.
El problema es ver cómo la ultraderecha habla mezquinamente de repartir comida a los pobres españoles, cómo sitúa a mujeres y homosexuales como cabezas visibles, mientras que el activismo habla de sexo tántrico y pizzas veganas. Me cago en mi vida.
El problema es ver cómo se habla con naturalidad de "gestación subrogada" o "prostitución emprendedora" y se ridiculiza a las feministas que llevan luchando por los derechos de la mujer desde los 70 por una banda de indeseables enamoradas de Despentes.
El problema es que muchos periódicos progresistas prefieren tener una sección escrita por gente que considera indispensables los correajes sadomaso veganos antes que una sección escrita por una sindicalista de Parla o Badalona.
El problema es que nos han puesto a competir entre nosotros en un mercado de la diversidad donde la moneda de cambio son identidades cada vez más frágiles, artificiales y atomizadas. Que es de lo que va el puto libro. Por mucho que sigáis mintiendo como ratas.
Y el problema es que por decir todo esto, por poner el espejo delante de este desbarajuste, poco más que se está pidiendo mi cabeza día sí y día también, comparándome con Anders Breivik o los Incel. Llamando imbéciles a los lectores, faltando el respeto a las mujeres que han querido presentarlo a mi lado, o a los periodistas -generalmente de fuera de MadridCentro- que alucinan y que tras la entrevista me preguntan en privado que cómo puede ser.
Y sí, hombre blanco heterosexual cis de todos los santos, del Real Madrid, castizo y de Fuenla. Qué coño se le va a hacer. Alguien tenía que venir a deciros que habéis secuestrado a eso que un día se llamó izquierda y la habéis transformado en una caricatura risible y desactivada
A las personas que me llevaís leyendo varios años en los artículos, a los que habéis leído el libro y sabéis que las acusaciones son falsas: levantad la cabeza. No por mí, sino por vosotros. No tenéis por qué aguantar un chantaje más de esta banda.
Si yo solo les estoy poniendo en un brete a poco que os organicéis y reclaméis vuestro sitio se les derrumba el chiringuito como un castillo de naipes. Porque de eso va en último término. De mantener sus paguitas y sus puestos.
A poco que nos despistemos lo único que nos va a quedar es elegir cada cuatro años entre Macron o Trudeau, o a lo peor, entre Trump y Le Pen.
Vista la valentía de los líderes de la izquierda para encarar este despropósito es a donde vamos.
Hay memoria. Pasaremos la nota.
Y el que se quiera enterar bien y el que no que se joda.
Daniel Bernabé sobre su libro "La trampa de la diversidad".