Cuando quedan los minutos de la basura, sobre los últimos resultados correspondientes al escrutinio oficial de las elecciones generales del 28 A, se abre un escenario con ciertas incertidumbres pero con varias certezas evidentes. La mayor certeza es la asistencia en directo de la demolición del Partido Popular. Una debacle absoluta, sin paliativos, pues Casado ha batido todas las marcas de mínimos del partido desde su fundación y, según se comenta en los mentideros económicos, impediría la viabilidad económica de la formación contando incluso con las cuentas en A, en B y en C.
Si el Sr. Casado evidenciara un mínimo de dignidad, aspecto harto improbable, y emulara a alguno de sus homólogos europeos, la esperada aparición que hará en breve para analizar de manera global los resultados obtenidos por su partido, debería ser acompañada por la oferta de la disponibilidad de su cargo a los intereses del partido.
El Partido Popular ha llevado a cabo una campaña de una agresividad desconocida, llevando las cotas de zafiedad, animadversión y falsedad a límites que, hasta para esa derecha que siempre se encabrona cuando la apean del poder, son desconocidos.
El camino se torció el día en el que este partido eligió a su candidato.
Paradojas del destino, fue una "coalición de perdedores" la que apartó del liderazgo a la ganadora de esas primarias, Soraya Sáenz de Santamaría. Una persona mucho más preparada, cabal, moderada y capaz y que, sin duda alguna, hubiera mantenido la debacle en niveles de votación mucho más dignos, simplemente no escuchando las soberbias futilidades del que nos metió en una guerra en la que no pintábamos nada, el Sr. Aznar.
El día que el actual presidente del partido fue elegido en esa amalgama de compromisarios amañados abrigué un fugaz rayo de esperanza sobre la imposibilidad de que el Partido Popular volviera a gobernar en la próxima legislatura. El tiempo le ha dado la razón a ese pálpito.
A pesar de haber contado con la colaboración de toda la brunete mediática, esa caterva proporcionalmente apabullante, que se ha beneficiado durante lustros de subvenciones del partido más corrupto de la democracia, la realidad, a veces, es muy tozuda. Y es tozuda porque, a pesar de que pusieron a parir, e incluso exigir la dimisión del actual presidente del CIS, este tenía razón.
Un disparate, una broma de mal gusto, una pantagruélica manipulación, insistían una y otra vez desde sus páginas tintadas, cuando Tezanos, con los datos en bruto y sin cocinar, argumentaba que la hostia de realidad que el PP se llevaría en las urnas sería memorable y que el PSOE estaría por los 125 escaños.
Los hechos, y solo los hechos son los que dan y quitan razones. Tezanos, para muchos será un capullo, estará puesto a dedo, será un sectario, será el personaje menos apropiado para presidir un estamento que en algún día de pasado tuvo un prestigio ya perdido, pero el caso es que el muy cabrón lo ha clavado.
Y es que España, esa España que corría el riesgo de partirse como si fuera una oblea, de esas que muchos votantes de derecha se endilgan en los oficios antes de ejercer su derecho al voto, no era la que bocetaban tenebrariamente los que han construido el relato de la confrontación y de la viabilidad de este país.
Espero que la autoafirmación en el sesgo de confirmación, y la incapacidad para ver mas allá de lo que queremos ver, haya servido de lección a los serviles voceras de la derecha, aunque dado el pasado y el presente de la manera de actuar de estos medios es tan improbable como que la derecha pueda conformar gobierno en la próxima legislatura .