El subtexto como guardián de una terrible realidad oculta en el género fantástico

En cualquier obra literaria de ficción, en una película o en un anuncio, podemos encontrarnos con muchos ejemplos de subtexto. Es éste un recurso muy utilizado por los autores y permite dar mucha profundidad a los relatos, al mismo tiempo que hace cavilar al lector y permite al escritor jugar con la dosificación de la información.

¿Y qué es básicamente el subtexto? Subtexto es todo aquello que no se le transmite al lector (o al espectador) de forma explícita; es la información que se intuye entre líneas y que el lector debe de extraer por sí mismo. Puede venir disfrazado de muchas maneras: casi siempre en forma de diálogos, pero también de silencios, de gestos, en las miradas, en el cómo y donde se sitúan los personajes, en lo que hacen o dejan de hacer, atrapado en forma de objetos, etc... En cualquier película de John Ford, por ejemplo, hay multitud de ejemplos gestuales, o también en algunos anuncios.

Un buen ejemplo para que se entienda lo que es el subtexto es este anuncio. El subtexto en este caso, que se puede adivinar perfectamente en los gestos de los personajes, en como ella se comporta, o en el hecho de que el perro lo reconozca; es que ambos fueron pareja, y hubo algún tipo de traición por parte de él que propició el terminar la relación, y forzó el cambiar de trabajo y amigos por parte de ella. ¿Por qué es subtexto...?; pues porque nadie te lo cuenta directamente de forma explícita, pero sí que lo puedes adivinar por las pistas suministradas. De ahí surge con más fuerza la información que el anuncio nos quiere transmitir, el mensaje de que el coche o el perro no te fallan nunca (pero obviamente sí que te fallan las personas). Y este mensaje se diluye mucho si el espectador no procesa el subtexto de la forma adecuada.

En el caso concreto de las obras de género fantástico, a las que me quiero referir en este escrito (ya sean de fantasía, terror o ciencia-ficción) y en las cuales se juega con unas reglas concretas de suspense y misterio, de tramas ocultas, o se busca un gran golpe de efecto, el subtexto le permite intuir al lector de una forma casi subliminal una realidad casi siempre terrible que permanece escondida entre las rendijas, sin llegar a mencionarse nunca abiertamente; y siempre obliga a que el lector deba de estar muy atento y concentrado en los detalles, si no quiere que esa realidad oculta se le escape rápidamente entre los dedos como lágrimas en la lluvia.

En la gran mayoría de los casos, no detectar el subtexto impide disfrutar de todo lo que ofrece el escrito, o por lo menos de alguno de sus niveles de lectura. Suele pasar que, al terminar la narración en cuestión, el lector tiene una sensación extraña, como de que hay algún aspecto que le ha quedado atrás, un dato que no ha llegado a entender o abarcar del todo. Algo que todavía permanece camuflado entre las sombras y acechando.

Un buen subtexto (y por lo tanto un buen autor) exige la mayor parte de las veces una completa relectura y un trabajo más arduo y complejo por parte del lector más atento.

Ejemplo 1: Fragmento del relato “Un muchacho y su perro” (1969) de Harlan Ellison

- ¡Si me amas, vendrás!

Era imposible, sin él no podía hacer nada. Lo sabía. Si la amaba... Ella me había preguntado en la caldera, ¿sabes lo que es el amor?

Fue una hoguera pequeña, lo suficiente para que ningún bandido la localizara desde los arrabales de la ciudad. Sin humo. Y después de que Sangre comió hasta hartarse, le llevé hasta el conducto de aire, a dos kilómetros de distancia, y pasamos la noche dentro de un pequeño saliente. Estuve cuidándole toda la noche. Durmió bien. Por la mañana lo curé delicadamente. Lo había conseguido; había recuperado las fuerzas.

Comió otra vez. Quedaba mucho de la noche anterior. Yo no comí. No tenía hambre.

Empezamos a cruzar los páramos calcinados aquella mañana. Encontraríamos otra ciudad y lo conseguiríamos,

Teníamos que avanzar lentamente porque Sangre aún cojeaba. Hubo de pasar mucho tiempo para que dejara de oír la voz de ella llamándome en mi cabeza. Preguntándome, preguntándome: ¿Sabes lo que es el amor?

Claro que lo sé.

Un muchacho ama a su perro.”

En este primer caso, es muy difícil que se nos escape el subtexto, que permite intuir un final demoledor sin llegar a expresarlo nunca abiertamente. El protagonista, un joven en un mundo post apocalíptico poblado de mutantes, debe escoger entre si se escapa con su guapísima novia y deja abandonado a su perro herido (con el cual le une un vínculo enorme desde la infancia y una comunicación telepática), o si se queda a cuidarlo y le consigue la comida que el perro necesita para recuperarse. Cuando lo leí hace muchos años me pareció un final asombroso. La tremenda realidad escondida entre las líneas sin llegar a mencionarse; en este caso el subtexto se aprecia en varios detalles: en la velocidad con la que encuentran la comida cuando el perro no puede cazar, en el hecho de que el protagonista no coma, en la frase “un muchacho ama a su perro” y en la falta de menciones a ella posteriores. A buen entendedor...

Ejemplo 2: Dos fragmentos del relato “El mal menor” (1990) de Andrzej Sapkowski

Fragmento 1 del relato “El mal menor”

Había alguien en su cuarto de la troje. Geralt lo supo incluso antes de acercarse a la puerta, lo reconoció en la ligera vibración del medallón. Sopló la lamparilla con la que iluminaba las escaleras. Sacó el estilete de la bota, se lo colocó por detrás, en el cinturón. Alzó el picaporte. En la habitación reinaba la oscuridad. Pero no para el brujo.

Cruzó el umbral premeditadamente despacio, indolente, cerró la puerta con lentitud detrás de sí. Al segundo siguiente, con un poderoso reflejo, saltó un largo trecho, se arrojó sobre la figura que estaba sentada en su cama, la apretó contra las sábanas mientras la sujetaba con el antebrazo izquierdo por debajo de la barbilla. Tanteó en busca del estilete. No lo encontró. Algo no funcionaba.”

Fragmento 2 del relato “El mal menor”

Geralt envainó la espada.

No te vayas... —gimió, haciéndose un ovillo.

No respondió.

Tengo... frío...

No respondió. Renfri gimió de nuevo, enroscándose aún más. Impetuosas corrientes de sangre iban llenando los huecos entre las piedras.

Geralt... abrázame...

No respondió.

Volvió la cabeza y quedó inmóvil, con la mejilla sobre el empedrado. Un estilete de hoja muy estrecha, hasta entonces escondido debajo del cuerpo, relució en sus dedos muertos.”

En este caso, es más fácil que se escape el subtexto para un lector más descuidado, o que lea muy rápido. El subtexto se nos presenta en dos tiempos y en la forma de un objeto que desaparece y reaparece posteriormente. El protagonista, el brujo Geralt de Rivia especializado en matar a monstruos, ha sido encargado de manos del alcaide de la aldea y de un hechicero local llamado Stregobor con la misión de tratar de impedir que una joven llamada Renfri (la Blancanieves del cuento a todos los efectos) mate al hechicero, que es el culpable de todos sus males anteriores (traición de la madrastra, violación, varios intentos de asesinato, envenenamiento...). Se nos dice que Renfri por haber nacido durante un eclipse y por una terrible mutación, no es más que un monstruo sediento de venganza. Geralt la encuentra y se acaban acostando, y ella le promete irse del pueblo por la mañana y no buscar la venganza matando al hechicero. Por la mañana, cuando Geralt se despierta, ella ya no está. El relato termina con Geralt matando a Renfri antes de que provoque una matanza en la aldea, con la idea de hacer salir al hechicero Stregobor de su escondite. El subtexto, en este caso servido en dos tiempos, es el hecho es que ella es tan hábil con los puñales que se lo quitó sin que él se enterase y sin mayor esfuerzo, y que pudo haberlo apuñalado perfectamente cuando Geralt estaba dormido junto a ella. El mensaje que a gritos nos transmite el subtexto, es que ella no es lo que nos quieren hacer creer. Por eso, al final, Geralt no permite que el hechicero Stregobor se lleve el cuerpo de Renfri para analizarlo es su torre, ya que sabe muy positivamente lo que ella no es. Si el lector no ha apreciado el subtexto no habrá despejado correctamente la incógnita. La terrible realidad oculta es que Renfri es una víctima y no un monstruo (algo de Geralt ya intuía); ya que Renfri prefierió no asesinar a Geralt cuando él no podía defenderse, aún cuando es plenamente consciente de que a ella esa decisión le va a costar su propia vida y el no poder llevar a buen término su más que merecida venganza.

Ejemplo 3: Fragmento del relato “Una cabaña en la costa” (1980) de Gene Wolfe

Él se puso en pie.

Venga, vámonos ya. Reno está a sólo setecientos cincuenta kilómetros. Podemos casarnos allí por la mañana.

¿Lo dices en serio, verdad?

Si tú también quieres.

Siéntate.

Estabas poniéndome a prueba -dijo él-. Eso no está bien, digo yo.

Has estado tan preocupado todo el día… quería saber si era por mí, si creías haber cometido un espantoso error.

Hemos cometido un error -respondió él-. Precisamente, ahora intentaba arreglarlo.

Crees que tu padre va a ponértelo difícil…

A ponérnoslo.

— … a ponérnoslo, porque esto podría perjudicarle en las próximas elecciones.”

En este caso, se trata de una pareja muy joven que tiene algún tipo de problema no aclarado más allá del párrafo anterior. Él (Pequeño Tim) es el hijo de un político muy importante del Partido Demócrata, muy parecido a su hijo pero muy avejentado (Gran Tim), y se nos dice que su madre murió al nacer él y fue criado por su padre. La novia se va a bañar sola al océano por la mañana temprano y desaparece secuestrada en un barco por alguien sin determinar, algo así como un poder en la sombra, poder que también parece controlar a su padre el político. Para liberarla, el protagonista se ofrece para trabajar para ellos durante veinte años, con la promesa de que al terminar ese período pactado todo seguirá igual que cuando empezó. Terriblemente agotado, cuando Pequeño Tim vuelve de su misión, el tiempo efectivamente no ha pasado para los demás (tal y como se le prometió), pero sí para él. Cuando la pareja se reencuentra, él está tan estropeado que ella cree que está hablando con el padre. El subtexto en este caso es que ella está embarazada (esa es la única posibilidad por la que él le pueda ofrecer casarse en Reno, ya que han cometido un error, el embarazo, y puede perjudicar a la reelección de su padre si sale publicado en la prensa); y sabiendo éso al lector se le aparece lentamente la verdad oculta: no existen Gran Tim o Pequeño Tim, se trata siempre del mismo ser que se perpetúa a sí mismo condenado para siempre al servicio de un poder aún mayor. Si el lector no detecta lo que esconde el subtexto, no llegará a apreciar esa terrible realidad oculta y sólo se quedará en la superficie del relato.

Conclusión: hay que leer con calma y atención, pocos capítulos por día y estando muy atentos, ya que a la mínima salta la liebre en forma de subtexto. Los grandes escritores son como tahúres de múltiples brazos, y nunca hay que perder de vista la bolita.