Deslumbrados por las capacidades que el modelo parece tener para generar vídeo, no hemos reparado en que el caramelo mostrado por OpenAI no es sólo un hito de la Inteligencia Artificial, si no un hito en la historia de la propia humanidad.
El nivel de complejidad mostrado por el modelo y las pistas aportadas por la propia OpenAI sobre el entrenamiento del mismo indican que es muy probable que estemos asistiendo a los "sueños fetales" de la primera Inteligencia Artificial General.
Hemos sobrepasado el codo de la curva exponencial (una cualidad, la exponencial, para la cual los humanos sencillamente no estamos preparados). Lo que en las opiniones más cortoplacistas (como la mía propia) parecía que no llegaría hasta por lo menos tres o cuatro años más... hoy es cosa del ayer, y será "el peor modelo" avanzado que veremos a partir de ahora.
Pero la clave está en que, incluso con los fallos observados (que quizá a estas alturas sean lo más interesante), un modelo tan avanzado necesita "comprender" el mundo físico para alcanzar tal grado de coherencia, y ese grado de complejidad está muy por encima del actual GPT4 y sus capacidades multimodales. Hay dos cosas casi seguras: además de cantidades ingentes de video de calidad profesional, SORA ha sido entrenado con algún tipo (o varios) de motor 3D que ahora le permite inferir cualidades como el comportamiento de los fluídos o la coherencia de los espacios tridimensionales; SORA será parte del nuevo modelo generalista de OpenAI (GPT5?). Las capacidades emergentes de modelos así nos podrían sobrepasar en un parpadeo y sin darnos cuenta.
Los fallos de perspectivas o coherencias físicas se parecen más a los sueños visuales humanos que ninguna otra cosa que nada ni nadie haya creado antes. Visto un destello de tales capacidades no resulta descabellado pensar que estaríamos ante el primer modelo que sería una IAG (inteligencia artificial general): la primera inteligencia artificial con nivel de experto humano... en todos los campos humanos. Y que SORA, en realidad, es su suerte de "cortex visual".
Sam Altman, el director de OpenAI, quiere ahora recaudar aproximadamente 7 Billones de € (si, con B) para comprar chips para IA. Por ponerlo en perspectiva: sería gastarse en chips el PIB de toda España... ¡de casi cinco años!
¿Quién hace algo así si no sabe que tiene algo gordo entre manos?
Las carreras y el nerviosismo que seguramente hoy se viven en Hollywood, el mundo televisivo y periodístico con SORA, mañana ocurrirán con otro sector, pasado con otro y así hasta que no haya nada que un un humano pueda hacer mejor y más barato que una máquina. Y esa realidad exponencial, visto lo visto con SORA, no se detendrá para esperar a que aprobemos su existencia/uso o que siquiera nos pongamos al día con ese mundo y sus avances.
Porque una IAG implica mucho más que el fin del trabajo: una IAG implica que estamos pariendo una nueva especie que nos dejará obsoletos tal y como nos concebimos a nosotros mismos. Tendremos que reimaginarnos como especie o pereceremos en el intento. Siendo conscientes de que este quizá sea otro de esos filtros cósmicos que hacen que el universo parezca vacío.
El mundo digital será capaz de ofrecernos TODO, a costa de robarnos cualquier anclaje a lo real (porque no habrá modo de comprobar). Y parece que ni siquiera tendremos que conseguir ordenadores cuánticos a temperatura ambiente para que los robots pueblen la tierra: con los cuerpos robóticos a disposición de la IA la miniaturización, iteración y optimización de la tecnología actual será suficiente. Todo lo demás serán capacidades añadidas al poderío exponencial de las Super IAG que sucedan a modelos como GPT5. Todo ello sin que aun hayamos comprendido exactamente cómo y por qué las redes neuronales y los modelos de lenguaje hacen lo que hacen, lo que los convierte en puras cajas negras.
Magia tecnológica alcanzada por la fuerza bruta de la billetera.
De ese modo, la habitación infinita llena de monos escribiendo a máquina, finalmente y por puro azar, habrá escupido El ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha.
La IA, que sería un sueño en cualquier sistema redistributivo, nos llega en un mundo de capitalismo desatado y sin oposición de facto. El futuro auspiciado por P.K. Dick ya nos ha alcanzado: los androides sueñan con cachorros de Labrador jugando en la nieve. Es el principio del final, o quizá si hacemos nuestra parte sólo sea el fin del principio.
En cualquier caso hay algo indiscutible: hoy lo real es el nuevo oro.