Que digo yo, que aparte de por feo, no soy un tío que dé miedo. Calculo que el 60% de los tíos y el 20% de las tías pueden darme de hostias si llegamos a un enfrentamiento físico.
Pero me suelta el otro día una amiga de un amigo que, de noche, volviendo a casa, si me encuentra por una calle solitaria, ella sentiría miedo al verme, y mucho más si oye mis pasos tras los suyos, porque se siente físicamente inferior y eso le produce desazón. Y mucha ansiedad.
Cosas del feminismo este de hoy en día.
Y resulta que le pregunto entonces por qué coño presupone que soy heterosexual y estoy interesado sexualmente por ella, porque presuponer eso es una discriminación y un puñetero prejuicio. Y la tía se rebota y me dice que lo presupone porque son heterosexuales el 90% de los varones y la estadística está de su parte.
Y le digo que más aún del 90% de los varones, afortunadamente, no son violadores, ni atacan a las mujeres, ni siquiera piensan en molestarlas. Y que la estadística resultó estar de mi parte, y no de la suya.
Y con enorme rebote me dice que el miedo es libre y que el miedo, el suyo, tiene que cambiar de bando, y que hay que hacer leyes para que yo tema que ella me denuncie, porque con esas leyes, ya procuraré yo no andar por ahí de noche, no sea que me denuncie una chica asustada. Que no lo dijo así, pero me sonó a eso.
Con lo que finalmente deduje que el tema del miedo se dirige a imponer una especie de toque de queda a las personas que puedan dar miedo para que puedan salir tranquilamente a la calle los miedosos. Porque los miedosos son los nuevos amos del futuro, deduzco.
La madre que me parió, pensé yo.
Y cambié de tema.