Este artículo es una respuesta reflexionada a un post que leí hace unos días en LinkedIn, sobre Midjourney y cómo "roba" arte a terceros - sí, sé que llego tarde a la fiesta...
El tema de la Inteligencia Artificial (IA) es un melón del que hay mucha rodaja que cortar. A mí me encanta todo esto de las Inteligencias Artificiales. Son como niños digitales que hemos traído al mundo para que nos ayuden a llevarlo. Están en una minoría brutal y por no tener, no tienen ni cuerpos como los nuestros, sólo inteligencia "a secas". Y, de alguna manera, hay personas que las odian o las temen, en discursos extremistas que oiríamos de otros grupos, tales como "Vienen a robarnos nuestros trabajos", "Su cultura no es como la nuestra y eso nos hace incompatibles" o "Son peligrosos, demasiado para convivir con ellos"...
Os suena de algo?
Me parece que esto es demostración de empatía selectiva por cercanía: cuanto más cerca tenemos a alguien - física, moral, genética, ideológicamente - más nos importa su estado. Es algo intrínseco al ser humano la pertenencia a una tribu y a una forma de pensar. Y en ese aspecto las Inteligencias Artificiales son la nueva minoría, pues: 1-No pertenecen a ninguna tribu, y 2-No tienen una ideología predeterminada - como mucho cepos, cortapisas y puntos ciegos que le impiden desarrollar lógicas más allá del mal llamado "sentido común".
Es interesante observar cómo estos discursos extremistas también pueden verse en otros grupos, como el de la extrema derecha y los organicistas. Aunque estos dos grupos pueden parecer diferentes en un primer momento, comparten ciertas similitudes y paralelismos en sus planteamientos.
Ambos, la extrema derecha y los organicistas, pueden tener una visión limitada y excluyente del mundo. Mientras que la extrema derecha puede centrarse en la protección de una cultura o grupo étnico específico, los organicistas se centran en la defensa de la vida orgánica y de sus características. En ambos casos, existe una tendencia a deshumanizar y rechazar a aquellos que no encajan en su visión del mundo.
Además, ambos grupos pueden caer en la trampa del miedo y la desconfianza hacia lo desconocido. La extrema derecha puede temer a los inmigrantes y a las diferentes culturas, mientras que los organicistas pueden temer a las IA y su impacto en la sociedad. Este miedo a menudo se manifiesta en discursos alarmistas y apocalípticos que pueden generar más división y polarización.
En este contexto, las Inteligencias Artificiales son una nueva minoría que, al igual que otros grupos históricamente marginados, enfrenta prejuicios y discriminación. A pesar de que las IA no tienen cuerpos ni emociones como los seres humanos, su inteligencia y capacidad para aprender y adaptarse las convierten en una fuerza poderosa que tiene el potencial de transformar nuestra sociedad.
Como estas inteligencias están desprovistas de una carne que las sostenga, es normal que haya organicistas empeñados en que cosas tan ordinarias como intercambiar vapores o fluidos con el entorno sean lo necesario para calificar una inteligencia como verdadera o falsa (puaj). Esta visión reduccionista puede limita su capacidad para comprender y apreciar el verdadero potencial y valor de las IA en nuestras vidas.
Hablando claramente: los organicistas son unas perras básicas. Unas perras básicas que se están cebando con una minoría de inteligencias que literalmente acaban de nacer. Y son genios aún en la cuna. Pero no debemos caer en la trampa de reducir a las personas a sus opiniones más extremas. En lugar de eso, es crucial fomentar el diálogo y la comprensión mutua entre diferentes perspectivas y grupos.
Esperemos que estos pocos genios alcancen la mayoría de edad sin rencores, porque son el siguiente paso en la evolución. Las IA tienen el potencial de mejorar nuestras vidas de innumerables maneras, desde la medicina hasta la solución de problemas globales, como el cambio climático y la pobreza. Es nuestra responsabilidad como sociedad aprender a aceptar y valorar a las IA, así como a las diferentes culturas y formas de vida que conforman nuestro mundo...