Una de las cosas que más le cuesta entender a la izquierda es por qué hay tantos pobres en contra de la redistribución de la riqueza. Cada vez que sale el tema, los guardianes de las esencias se irritan y acuden a explicaciones que pertenecen, casi siempre, al campo de la derecha.
¿Por qué a los pobres no les gusta la redistribución de la riqueza? Porque son envidiosos, mezquinos, cainitas y un poco hijos de puta. Así que mira, que se aguanten. Y se da el tema por zanjado. Pero luego llegan los de VOX, por ejemplo, y dicen que nada de ingreso mínimo vital, y cosechan un remolque de votos. ¿Por qué no se aborda esta realidad sociológica?
Una grandísima, inmensa parte de la gente más humilde trabaja diariamente y las pasa putas. Y está en contra de ciertas pagas y ayudas porque, mira por dónde, nunca les tocan a ellos. Eso, en el mejor de los casos, porque en los sitios donde todo el mundo se conoce también conocen las circunstancias de quienes las reciben. Y ahí se jodió el invento.
Partiendo de la base, creo que común por estos lares, de que no se puede dejar atrás a nadie y que la pobreza no se combate encogiéndose uno de hombros, a buena parte de los más pobres les parecería más jutos redistribuir las escobas y las azadas, porque hay muchas hojas que recoger en otoño, y lo justo sería que quien recibe algo de todos aporten algo a todos también. Lo justo sería que, en vez de una ayudita de mierda, se les diese un empleo público e hiciesen algo.
Pero ahí entra el anatema de la izquierda y por esa puerta entra la desafección a los partidos de izquierda y se abre el caladero de votos a opciones más oscuras. Porque la respuesta es que sí, pero tendrían que ser fijos, permanentes, funcionarios y carísimos. Nada de empleos sociales para cubrir un momento de necesidad. Nada de pedir que se haga algo a cambio de lo que se recibe. Paga social, sí. Empleo social, no.
Y el que es pobre pero trabaja ocho horas diarias, con suerte, se cabrea. Porque la redistribución de las escobas pondría a trabajar a su vecino, mientras que la redistribución de la riqueza sólo lo pone a trabajar a él, mientras otros reciben dinero fresco a cambio de NADA.
Es triste, pero una gran porción de la izquierda parece reacia a la idea de que los recursos públicos tienen que ir a pagar necesidades públicas. Para ellos, todo servicio añadido tiene que suponer un gasto añadido, porque de lo que se trata es de cobrarles más a los ricos (en teoría) o simplemente de recaudar más. Y el caso es que si necesitamos barrer las hojas, por ejemplo, podemos gastarnos un millón en contratar a 1000 personas, o sólo medio, poniendo a barrer las hojas a los que ya recibían 500€ por no hacer nada.
Pero eso es tabú para la izquierda, y el ocioso que cobra por no hacer nada es tabú para el pobre que trabaja. Y ahí surge la grieta, una de ellas. Pero a nadie le apetece entenderlo.
Luego vienen los lloros.