Estados Unidos es ya ese país donde 2 de cada 5 trabajadores tienen más de dos empleos y donde 45 millones de personas con trabajo viven bajo el umbral de la pobreza en un país que casi no tiene paro. 1 de cada 2 trabajadores siguen buscando empleo por miedo a perder el suyo. Las condiciones laborales llevan décadas empeorando y los sueldos ya no compensan la precarización vital.
El 74% de los estadounidenses afirma haberse replanteado su vida durante la pandemia y se está produciendo un fenómeno complejo de explicar en lo económico pero muy sencillo en lo vital: la gente está harta de malvivir. 4 millones de estadounidenses dejaron su empleo en abril y 3,8 en mayo. El fenómeno ya se conoce como "la Gran Renuncia" y sigue extendiéndose como la pólvora pese a que, desde septiembre, el gobierno ha retirado las ayudas al desempleo por la COVID19. Personas que han ahorrado gracias a la pandemia o que sencillamente han tenido epifanías vitales, se niegan a volver a la mierda de siempre. Resulta complejo saber cuánto durará esto, pero, al haber menos empleados disponibles, el poder de negociación de la clase obrera en huelgas y derivados, aumenta, y las empresas están comenzando a asustarse.
Ante esta situación, las grandes multinacionales, generadoras masivas de empleos de mierda, están perdiendo ya toda vergüenza y animan a los abuelos a sumarse al mercado de trabajo en un país en el que casi la mitad de los jubilados se ven forzados a trabajar por no tener ayudas sociales incluso en las épocas de mayor esplendor económico.
Esta es la realidad del país de la libertad. Un estado que hasta la llegada de Reagan entendió que el progreso solo tenía sentido si no se dejaba nadie atrás.
Este cartel representa la inmensa sociopatía de un sistema que lleva ya demasiadas décadas anteponiendo la libertad individual a la libertad social. Lo triste es que haya tenido que ser un virus lo que haya despertado a los que más sufren.