Una de las respuestas más habituales a las quejas sobre privacidad es que a mí no me importa un carajo lo que sepan de mí, porque no tengo nada que ocultar y porque dudo que lo que compro, lo que veo o lo que me follo, le interese a nadie.
Muy bien. Le alabamos a este tipo su modestia, y le decimos que seguramente tiene razón, porque nuestra vida, lo que compramos, votamos, comemos, follamos y regurgitamos no le importa una mierda a nadie. Es verdad.
Lo que importa es la suma de nuestros actos. Controlando la suma se convierten en nuestros dueños. Con la suma nos convierten en marionetas, pero es que la suma sólo la pueden obtener si se les da acceso a los minúsculos, insignificantes y estúpidos sumandos.
Hay que entender eso: lo que tú compras no le importa a nadie. Lo que compran mil personas, es más interesante y contiene otra clase de información. Lo que compran cien millones de personas, a qué hora, cómo lo pagan, y después de ver qué publicidad, es completamente crucial, hasta el punto de desvirtuar la democracia.
Es a través de los datos agregados como se obtienen los parámetros que nos dejan en sus manos. Porque son las mayorías las que deciden los gobiernos, los colores de las faldas del próximo verano y el enemigo de la próxima guerra.
Resulta duro explicarlo, pero es sencillo: hay un porcentaje de la población, digamos el 20%, que es absolutamente imbécil. No es por insultar: se trata de una simple distribución normal. Convencer a ese 20% de cualquier puta cosa es barato, sencillo e inmediato. Hay otro 25% que es un poco más inteligente y cuesta un poco más, aunque sigue por debajo de la media, pero es que hay un 35%, entre los que están por encima y por debajo de la media, que carece de valor, de coraje y de energía para oponerse a las opiniones de la mayoría. Es casi ley en márketing. Con eso sabemos que invirtiendo en los dos primeros grupos se obtienen tendencias, hegemonías y mayorías absolutas, porque la suma de los que están por debajo de la inteligencia media y los que nos e atreven a oponerse a la mayoría suman, en casi todas las sociedades, alrededor de un 62%. Todos sabemos que con un 40% se obtienen casi siempre mayorías absolutas a nivel político, al menos en España, así que no hace falta decir más.
Las minorías informadas o ilustradas no interesan a nadie porque son caras y difíciles de convencer. ¿Y para qué sirven?
Esa es la jugada: hay que conocer los datos AGREGADOS de las mayorías para manipular a las mayorías y que estas se impongan, por cualquier medio al resto, haciéndote el trabajo sucio. De eso va el poder hoy en día.
Y esa máquina se alimenta con datos, porque los agregados se forman con sumandos minúsculos. Así que si te interesa mantener cualquier mínimo residuo de independencia o de resistencia, oculta, calla, ofusca y miente.
No hay otra salida. No hay más opciones.