Hace tiempo que dejé de creer en el periodismo. Manipulación, sectarismo, sensacionalismo... Hay miles de casos, pero éste me ha tocado de cerca.
Hace unos años tuve una disputa judicial. Una acusación absurda, infundada, demencial y ofensiva. Pasó por el juzgado local, con una sentencia, en palabras de mi abogado, "conservadora". Es decir, en otras palabras, que el juzgado se lavaba las manos. Pasó por la audiencia, y rebajaron notablemente la condena. La elevé al Supremo, y como era normal, he acabado absuelto. Sin abogados caros, sin bufetes de élite. Un proceso que parece ser el común en justicia: que jueces y fiscales no se atreven a mostrar iniciativa o mostrar jurisprudencia y van dejando a letrados de instancias superiores "comerse el marrón".
Todo esto lo cuento por encima porque, además de que el caso es absurdo, no viene a colación a lo que quiero contar.
Resulta que un señor que se hace llamar periodista y que trabaja para un periódico local, en una de sus idas y venidas del juzgado para arañar alguna noticia que publicar en su periódico y ganarse su sueldo, decidió publicar mi caso. Con mi nombre propio completo y mis apellidos con iniciales. No tuvo consideración alguna ni conocimiento del caso: se limitó a leer el escrito de acusación de uno de los paneles públicos donde se pinchan los papeles con tachuelas, grapas, chinchetas o lo que tengan a mano. Apareció en la portada del periódico, en una esquinita referenciando la página donde se desarrollaba el artículo. Y tal artículo sólo mencionaba el tipo de delito y la petición de la fiscalía.
Evidentemente, entre los lectores ocasionales o más avispados, había gente que fácilmente me reconoció. Tuve que dar explicaciones, de forma voluntaria, sobre un tema que debería haber quedado en el ámbito privado. Por supuesto, jamás tuve un problema con mis familiares y conocidos, bien sabedores del caso, pero se generó un voz pópuli entre aquellos que me conocían a medias (sin contacto personal) o que me reconocían sin haber tenido apenas contacto directo. Pero en fin, que nunca he tenido problemas.
Indignado con tal artículo, decidí seguir la trayectoria de su redactor. Y resulta que es un tipo que no escribe absolutamente nada que no salga de un juzgado o una comisaría. Es un tipo cuya labor periodística se limita a ir todas las mañanas al juzgado de turno, leer los papeles públicos y, si es posible, ver a algún abogado que ande por allí e intentar extraerle información. Todos, absolutamente todos los artículos suyos que se publican en el periódico (de carácter autonómico pero perteneciente a una editora nacional) se basan en lo mismo.
Resulta que el Tribunal Supremo dictaminó en noviembre la sentencia de mi caso.
Todavía estoy esperando a que este "periodista" escriba un artículo limpiando mi nombre, o al menos, mis iniciales. Y no, no hay excusa, porque el acta es pública y está colgada en el panel de avisos justo al lado de la "pecera" de información del Palacio de Justicia desde hace una semana. ¿Ya no te interesa mi caso? ¿O es que un artículo informando de aquello que vendiste como merecedor de una portada y media página interna, de repente es irrelevante? ¿O es que el panfleto para el que escribes entiende que historias así no venden?
Les damos a los periodistas el derecho a informar, sin tomarnos tal información como ataque personal, pero es frustrante que esos mismos periodistas no tengan la decencia de rebatir tal información, o informar cuando hay cambios. Ponen tu nombre en un periódico para conseguir más compras o más visitas online pero luego rechazan seguir informando si no llega al punto de sensacionalismo necesario para seguir vendiendo ejemplares. Generan opinión pública saltándose por completo la presunción de inocencia, sin informar de los procesos legales. Sensacionalismo, carnaza, "asustaviejas".
Os invito a entrar ahora mismo a la edición local del periódico que cubra noticias de vuestra región. La mitad de las noticias son de detenidos o arrestados por delitos varios. La otra mitad, de noticias pseudo-culturales (incluyendo a los toros) sobre eventos en vuestro entorno, y de lo maravilloso que es el pueblo o la región donde vives. Bonus extra si hay interés internacional (por ejemplo: empresa surcoreana se interesa por los botijos de Totana).
Por todo ello, si ya de por sí tenía poco respeto a la profesión de periodista, ese comportamiento de alimaña con nulo aprecio por el código deontológico hace que sienta el mismo afecto por ellos que a un tuno borracho intentando alegrame la noche.