Un sargento instructor explica a sus reclutas las bases elementales de la balística. Dice el sargento:
“El obús describe una curva ascendente hasta llegar a su punto culminante y, a partir de este punto, empieza a caer a causa de, según dice el manual, la fuerza de la gravedad; pero, si queréis que os diga la verdad, entre nosotros, yo creo que, sencillamente, el obús se cae por su propio peso”.
Y aquí es donde todos nos reímos del sargento, pues resulta cómico descubrir que es tan corto que ignora que “caerse por su propio peso” no es más que la versión popular de “la fuerza de la gravedad”. Pero no se rían demasiado alto, guarden fuerzas para más tarde, no vayamos a continuación todos juntos a descubrir lo equivocados que nosotros también solemos estar y necesitemos fuerzas para reírnos más.
Cuando nuestro sargento dice que un proyectil cae “por su propio peso”, está anunciando, de manera explícita, que el proyectil tiene un peso que le es propio. E implícitamente, que el peso es una propiedad del obús, al igual que lo es su masa o su volumen, aun sea o no nuestro suboficial consciente de esto. Pero, contrariamente a la masa o el volumen, que sí son cualidades propias de un obús, el peso no lo es; los cuerpos tienen volumen y masa, pero no volumen y peso. El volumen sí que pertenece al objeto, la masa sí que es una cualidad esencial del obús, pero el peso no. Recuerden sino las nociones de física que nos enseñaron en el colegio: un cuerpo tiene una masa dada, pero el peso no es más que la medida de la fuerza gravitatoria. El peso no constituye pues una propiedad esencial de la piedra, sino una propiedad relacional. Todos sabemos que un mismo proyectil demostraría un peso diferente en la tierra o en la luna a causa del valor diferente de la fuerza de la gravedad en estos dos ambientes distintos. La masa de la piedra es la misma en la tierra que en la luna; sin embargo, “su” peso varía considerablemente. Y las comillas que hemos utilizado en ese “su” demuestran nuestra uso diario equivocado del asunto: el obús no “posee” un peso, y no se trata, por lo tanto, de “su” peso. Hasta aquí nada que al lector le sorprenda.
Pesar es un verbo, una propiedad relacional, y no una propiedad esencial. Así pues, los objetos, pero también los sujetos (y aquí está el chiste) no poseen la interacción relacional que enunciamos con los verbos ni en su interior ni en ninguna parte: sencillamente, interactúan. Los verbos expresan conductas y las conductas, que son interacciones, no se sitúan en el interior del organismo, en una supueste mente, en una actividad mental, en un yo o en algún espíritu. Aún aceptemos o no la existencia de estos (no es el objeto discutir ahora esto), la conducta no es una propiedad esencial del sujeto sino una propiedad relacional, ya que dependerá siempre de una relación: no es posible saltar una valla sin una valla para saltar, al igual que no es posible demostrar envidia sin algo que envidiar. Considerar la conducta como algo que reside en el sujeto no tiene más sentido que confundir el peso con la masa. Al ver un organismo que se comporta de tal o cual manera tendemos a considerar que exterioriza una conducta que poseía en su interior ("es un envidioso y por eso envidia"), de la misma manera que cuando vemos un obús caer atribuimos su conducta (la de caer) a una propiedad interna del objeto, su peso.
Acaso alguno de los lectores se dirá: ¡pero puedo notar esas mariposas en el estómago cuando estoy enamorado!, o ¡he sentido ese ardor al odiar!, a lo cual le responderemos: ¿es que acaso no era aún así necesario alguien a quien amar para haber sentido esas mariposas?, ¿es que no había algo a lo que odiar que hacía encender ese llama?, ¿es que esas mariposas o ese ardor no son ya parte de la conducta?
Cometemos el mismo error que si, después de frotar una cerilla en el rascador de su caja y ver aparecer la llama en la punta del fósforo, afirmáramos que la llama se hallaba en el interior de la cerilla. A la pregunta: “¿dónde se hallaba la llama antes de frotar el fósforo contra el rascador, en la cerilla o en el rascador?” la respuesta correcta es: “ni en la una ni en el otro”. Pero la llama no se encontraba en el interior de la cerilla ni en el interior del rascador; la llama es la resultante de la interacción entre ambos. Asimismo, la conducta no es una propiedad esencial del organismo, sino una propiedad relacional; y es por ello que se expresa mediante un verbo, que designa acción, y no mediante un sustantivo. Una piedra no tiene peso (sustantivo); pesa (verbo). Un enamorado no tiene amor; ama. Un delincuente no tiene agresividad; agrede, aun aceptemos que exista predisposición genética o de cualquier otro tipo a la conducta agresiva. Explicar que alguien está triste porque llora, o enfadado porque grita, o que es envidioso porque envidia no nos informa sobre la causa de nada.
Y sin embargo, este deslizamiento gramatical desde el verbo hacia el sustantivo corresponde ni más ni menos que a ese proceso de sustantivación e hipostatización, tan corriente y habitual, que ni siquiera somos conscientes del abuso que todos cometemos de este día a día.
Ahora sí, pueden reírse fuerte si les hizo gracia.
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Extracto algo más que editado de la conferencia pronunciada por Esteve Freixa en la UNED (Madrid) en 2002 "¿Qué es Conducta?"