Como ya empiezan a sonar tijeretazos de recortes, aunque pospongan concretarlos hasta después de las elecciones madrileñas, creo que es buen momento para volver a las cuentas de la pirámide y evitar que mucho más mucho sume muchísimo, quedándonos todos tan anchos.
La idea, a mi entender, pasa por conseguir cien mil millones más al año, y eso, por ejemplo, puede hacerse subiendo la recaudación cincuenta mil millones y bajando el gasto otros cincuenta mil millones.
Todo lo que no sea sumar por un lado y restar por otro es simple voluntarismo. Y no un año, sino varios años seguidos.
Para recaudar más, hay que subir los impuestos, empezando por los ricos. Vale. Pongamos que de los ricos podamos sacar diez mil millones. Todos sabemos que es una cifra muy optimista, pero la damos por buena.
Faltan cuarenta mil millones. ¿Cómo seguimos?
Tasas verdes, digitales, a las bebidas azucaradas, a los chicles de fresa, a los combustibles fósiles, a los implantes de mama. Lo que queráis. Esos son impuestos que van a ir sobre la gente de a pie, porque las empresas los van a trasladar casi automáticamente. ¿Nos ponemos generosos y decimos que sacamos de ahí veinte mil millones? Es una locura, pero vale.
Nos faltan veinte mil millones aún .
Sí, lo habéis adivinado: IRPF e IVA. De ahí va a salir lo que falte. Que no lo dude nadie.
Hemos completado el aumento de ingresos realista. Parece difícil y propenso a montar follones. Pero esperad, que aún falta lo bueno: quitar.
¿De dónde quitamos cincuenta mil millones? Y me refiero a partidas que sumen algo, sin esas mamonadas típicas de los sueldos de los políticos, y otros chocolates del loro. Pero vamos a empezar por ahí, para que no se diga. Todas esas cosas que molan aquí: sueldos de los políticos, coches oficiales, asignación de la Iglesia, de la Corona, y de la Hermandad de Adoradores de Franco. Como estoy que lo tiro, ponemos que de ahí hemos quitado diez mil millones, y no siquiera miro cuánta gente se ha quedado en el paro con este recorte, o cuanto habría que gastar por otro lado para cubrir los servicios cesantes. Lo doy por bueno, venga.
Nos faltan cuarenta mil millones por restar.
¿Cerramos empresas pública deficitarias? No, que eso es de fachas.
¿Recortamos prestaciones como el desempleo u otras similares? No, que eso es de fachas y de hijos de puta.
¿Bajamos los sueldos a los empleados públicos? Menos aún, que eso es de fachas, de hijos de puta y de envidiosos.
¿Bajamos las pensiones? Eso es lo peor de todo, porque es de fachas, de hijos de puta, de envidiosos y de psicópatas.
Quedamos en que sanidad, seguridad, educación y justicia es mejor no tocarlas. Vale.
¿Y qué queda?
¡Defensa! Vale. Le metemos un hachazo del 50 %, a riesgo de generarle tentaciones a algún vecino majete. Bueno. Hemos recortado cinco mil millones.
Nos quedan treinta y cinco mil millones por ahorrar.
¿Tratamos de reducir el gasto autonómico coordinando suministros y evitando duplicidades? No, espera, que eso es de fachas, imperialistas, centralistas y cavernícolas.
¿Qué más nos queda?
Pues ya veremos, pero resulta que la decisión hay que tomarla. Así que sabéis por qué alguno dejó el sillón: para que la decisión la tome otro.
Olía a naufragio, me temo.