El neoliberalismo. Una de esas palabras que empleamos de forma tan asidua como imprecisa. En ese debate inacabable que es la sociedad, cada uno de los ponentes la utiliza de modo distinto, lo que hace imposible un mínimo diálogo. Es por ello que, haciendo gala de mi imprudencia intelectual, me voy a atrever a dibujar un retrato simple, pero efectivo, con los diferentes trazos de los que se compone esta ideología.
Imaginemos el típico pueblo del Far West. ¿Cómo se organiza la sociedad? ¿Qué facultades tiene el Estado? Básicamente, podemos afirmar que el gobierno es la organización que se encarga de la aplicación de la Ley y de la defensa militar. El Estado es el séptimo de caballería y el sheriff.
Puede parecer un ejemplo poco logrado por lo lejano en el tiempo, pero los teóricos del neoliberalismo defienden con vehemencia que el Estado solo tiene dos esferas de actuación, puesto que únicamente ha de preocuparse de que se mantenga el Estado de derecho y de las actividades de seguridad y defensa que, al fin y al cabo, son la prolongación de las leyes. Todo lo demás, absolutamente todo, pertenece a los asuntos privados, lo cual nosotros traduciríamos como que debe estar privatizado y regulado por el mercado.
De hecho, para que el libre mercado capitalista funcione correctamente, ha de contar con seguridad jurídica, imprescindible para asegurarse de que los contratos sean cumplidos. Esa seguridad ha de mantenerse mediante una intervención estatal, la cual también ha de realizar las tareas necesarias para mantener físicamente ese marco normativo: además de jueces, hacen falta soldados, policías y diplomáticos. Ni el más radical de los ultraliberales subcontrataría a la empresa privada la gestión de los tribunales o la dirección del ejército.
En nuestro pueblo del Oeste, todo es privado y se rige por el mercado. Puedes acudir, en las mismas condiciones, a un médico, a un maestro de escuela, a un telegrafista, a una prostituta, a un herrero o a la tienda de comestibles. Son negocios privados en los que pagas a cambio de un servicio o producto o no lo obtienes. El Estado es el que se ocupa de la justicia y de la defensa, es decir, de ahorcar a los cuatreros y de asesinar a los comanches. Todo lo demás va por cuenta de los negocios privados de los ciudadanos y de las compañías establecidas. Si eres viejo, estás enfermo o tienes mala suerte, es tu problema, lo que en otras palabras quiere decir que no hay ninguna institución publica a la que acudir. Tu opción es que el mercado te regule, equilibrando la oferta y la demanda. Puesto que eres una demanda y nadie ofrece nada, quedas neutralizado, por utilizar una terminología militar moderna. Puedes recurrir a la caridad de tus conciudadanos, claro está, pero has de tener en cuenta que toda ideología implica una organización social, pero también una ética. Ayudar al menesteroso es contrario al espíritu de esta sociedad. Los débiles deben ser purgados.
Siempre he pensado que el neoliberalismo triunfa tanto en EE. UU. porque entronca con sus mitos culturales fundacionales. Tal vez en Europa tenga menos predicamento porque el Ancien Régime no tiene tan buena prensa como el lejano oeste, amén de que fue precisamente una revuelta fiscal contra ese modelo el origen de la independencia norteamericana. La propia fundación del país está vinculada, simbólicamente, con la lucha contra la opresión fiscal. Un sistema como el neoliberal ofrece la posibilidad de que el ciudadano soporte unas cargas contributivas mínimas.
Teniendo en cuenta lo expuesto, se puede entender lo infundadas que son algunas críticas a Ortega Lara o a Milei, por poner dos ejemplos actuales. A algunos les parece incomprensible cómo se puede compaginar predicar el «no hay plata» con la compra de cazas F16 a EE. UU. o los estipendios en diplomacia que hace el presidente argentino, ofreciendo ayuda a Israel y viajando continuamente. Pero es totalmente coherente con su ideología. El Estado no tiene plata para pagarle el sueldo al sacamuelas de nuestro pueblo del Far West ni se preocupa por el servicio de telégrafos, pero sí que puede comprarle una Gatling nueva al destacamento militar. Porque unas cosas entran dentro de su ámbito de competencia y las otras no.
Del mismo modo, no es incoherente que Ortega Lara, funcionario que vive de una paga por víctima del terrorismo, abogue por vivir sin recibir “paguitas” del Estado. El sistema penitenciario forma parte de las atribuciones estatales y recibir una compensación por ser víctima de los enemigos del Estado entra dentro de sus competencias militares. Justicia y defensa, los dos únicos campos de actuación legítimos de este ente.
Un par de citas nos rematarán el asunto.
Desde su punto de vista, las únicas funciones del Estado consistían en la “protección de nuestras libertades, contra los enemigos del exterior y del interior: defender la ley y el orden, garantizar los contratos privados y crear el marco para mercados competitivos”. - Naomi Klein citando a Milton Friedman en Capitalism and freedom.
“No es función del Estado proveer ningún bien o servicio, salvo tres o cuatro. Si me apuran tres, aunque admito un catálogo más grande. Justicia criminal, seguridad interior y seguridad exterior.” - Rubén Manso.