Una mirada hacia adelante. ¿Qué hacemos y qué no?

Pase lo que pase y se resuelva como se resuelva la presente crisis, está claro que nada va a ser como lo conocíamos. En este y otros foros se anticipa la muerte del capitalismo o se nos exhorta a que busquemos sistemas alternativos y creo que ese es el camino correcto.

Pero creo que hay un error muy común y que no ayuda nada: la falta de realismo. ¿Podríamos intentar, entre todos, dedicar nuestros esfuerzos y orientar nuestros debates a las soluciones posibles? O al menos, orientarlos a decidir cuales de esas soluciones son posibles.

Empiezo con mi punto de vista:

-Toda solución que pase por la necesidad de ser implementada a nivel mundial es un brindis al sol. Si lo que proponemos, sea lo que sea, necesita hacerse a escala mundial, perdemos el tiempo miserablemente, porque carecemos de capacidad, poder y liderazgo, siquiera como Estado, para conseguir una cosa ni lejanamente parecida.

-Las soluciones éticas pero ineficaces son doblemente perjudiciales. Lo primero porque no arreglan nada. Y lo segundo porque, a medida que demuestran su fracaso, perjudican a la idea ética que las impulsó. El ejemplo que siempre pongo es el de consumir menos agua en la planta tercera mientras hay una tubería rota en los bajos comerciales. Lo ético es consumir menos para que el agua llegue a los del cuarto, pero el problema está en la cañería rota y la solución pasa por intervenir en los bajos comerciales. La lucha contra el cambio climático, por ejemplo, es una combinación del punto primero y de este, y por eso no estamos consiguiendo NADA.

-Los cambios de sistema, tanto político como económico, tienen que tener apoyo popular masivo. Y no hablo del 50% más uno, sino de mucho más que eso, porque de lo contrario se arma la de dios. Tenemos que decir claramente si pretendemos un cambio pacífico o una imposición violenta de ese cambio. Lo primero, ya sabéis a qué resistencias se enfrenta. Lo segundo, también. Pero hay que tenerlo claro y hablar claramente, o nunca llegaremos a nada.

-Las soluciones que se busquen y se propongan tienen que depender de nuestras fuerzas. Es en cierto modo una variante del punto primero, pero el matiz es importante. No se puede contar con la voluntad ajena para los fines propios. No es realista. Se puede esperar que otros apoyen nuestras iniciativas, pero ese apoyo tiene que ser una ventaja, no una condición indispensable, o de lo contrario quedaremos en manos de esa voluntad de terceros. Por ejemplo: si los países del norte de Europa no quieren crear eurobonos, pues no quieren y ya está. Es su soberanía. Nosotros tenemos que buscar otra solución y/o salirnos del club. Pero es lo que hay, porque obligarlos, no podemos obligarlos.

-Hay que elegir de una vez entre la globalización y la autarquía, con todos sus términos medios. Cada opción tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero el término medio, siendo un Estado pequeño y débil, nos perjudicará siempre en favor de quienes estén en situación de sacar mejor tajada. La globalización ya sabéis a dónde nos ha traído. La autarquía la conocemos también, más o menos. Pues a ver qué nos interesa más y a luchar por ello.

Podría seguir una docena de párrafos más, pero no me parece apropiado. La cuestión, insisto, es tratar de fijarnos unas pautas mentales para planificar el futuro a escala personal y a escala política. Pero con realismo. Yo no puedo planear trabajar como ingeniero cuando acabe la cuarentena porque no soy ingeniero. Y ya está. Los que planifican el futuro basándose en premisas irreales con una traba, un estorbo y un peligro. Y hay que empezar a decirlo.