Comentar cualquier noticia sobre gitanos se ha convertido en un momento de redoble de tambores. Y es curioso y a la vez interesante, porque se trata de un pulso de sensibilidades, un debate entre ofendidos y un choque de trenes vacíos que no van a ningún sitio.
La única solución, me parece a mí, es afrontar las cosas con la mínima seriedad. Esa cosa que siempre falta, poorque hasta el más tonto hace relojes y el más nabo sabe que las emociones van por delante de las ideas.
¿Hay racismo contra los gitanos? Sí, una parte del rechazo a los gitanos es racista. Un parte importante, creo yo.
¿Hay motivos socioculturales para ese rechazo, aparte del racismo? Sí. Los hay. Y motivos estadísticos de sobra.
¿Vamos a mejorar la situación evitando el debate? Para nada. Lo vamos a convertir en un criptodebate que no va a mejorar la situación y va a perpetuar el rechazo, mezclando el motivo primero con el motivo segundo hasta que sean indescernibles.
¿Se ayuda a la normalización e integración de esta cultura reduciendo el problema a cuatro majaderos racistas y sus mamonadas? Para nada. El problema tiene muchas aristas y reducirlo a un par de argumentos no ayuda a nadie. Salvo a los que instrumentalizan el conflicto en un sentido u otro.
Alegar discurso del odio es una bobada como otra cualquiera. La gente odia o no, con independencia del discurso. Y cuando el discurso desaparece no desaparece el odio, sino que más bien se enquista, sin argumentos, y arrecia, porque ni siquiera queda la espita liberadora del debate.
El problema no es que alguien pida una G en un comentario cuando hay una pelea familiar o un maltrato salvaje a un sanitario. El problema, y muy grave, es la probabilidad de que el que pida una G acierte. La cuestión es similar a la que vemos cuando una mujer aparece muerta en su casa. Al primero que detienen es a su examrido. Y la putada es que la policía no lo hace porque sea feminista, sino por cuestión de probabilidad, sostenida sobre una montaña de expedientes anteriores.
Se le puede llamar prejuicio o se le puede llamar heurística, y en ninguno de los dos casos es totalmente justo. Lo que no se puede es ponerle un tapón en la boca a Gauss y su Normal, porque cuando se hace eso, sustraer el debate, la víctima siempre es lo probable. Y eso refuerza al cabrón del prejuicio.
Un último ejemplo: defraudador queda libre. ¿A qué muchos pensáis que es rico? ¿A que muchos creemos que es de derechas? Yo sí, lo reconozco.
Pues partamos de la verdad para llegar a la verdad. Partamos de lo probable. Sin rencor. Sin miedo.
Salud.
P.D: Va por ti, maestro.