Maria Antonia Iglesias, las comisiones ilegales y el Espíritu de la Transición

María Antonia Iglesias fue Directora de Informativos de TVE entre 1990 y 1996, coincidiendo con la etapa en que estallaron los escándalos de corrupción a gran escala del PSOE y se judicializaron los crímenes de Estado de los GAL. Su incondicional fidelidad a Felipe González llevó a que fuese criticada por el tratamiento informativo de aquellas noticias que perjudicaban al PSOE, acusándosele de silenciarlas en todo lo posible y manipularlas para omitir sus extremos más vergonzosos.

13 años más tarde, María Antonia era contertulia de La Noria, una mezcla entre Sálvame y un programa de debate político normal. Allí acudían Miguel Ángel Rodríguez, Herman Tertsch, Pilar Rahola y ella misma para hablar sobre la actualidad mientras se insultaban (recuerdo el épico "eres un cabrón" que Maria Antonia dedicó a Miguel Ángel cuando éste le preguntó si se había tomado "la pastillita" debido a lo alterada que estaba esa noche).

La Noria dedicó (ya en 2009) varios programas a analizar las supuestas comisiones que Juan Carlos I se llevaba por "facilitar" contratos con España a empresas extranjeras. Jaime Peñafiel fue el primero en soltar la bomba, y acudió al programa a contar cómo Juan Carlos era sobornado sistemáticamente para favorecer a las empresas que le daban los millones (obviamente en negro, porque el rey no puede cobrar comisiones legalmente) e influir en el Gobierno para que contratase con ellas.

El tema se trató durante varios fines de semana, y en todos ellos Maria Antonia montó en cólera y defendió a Juan Carlos a grito pelado, afirmando que nunca se había enriquecido y que él nos trajo la democracia www.elconfidencial.com/television/2009-07-14/maria-antonia-iglesias-mu Pero hubo un programa (que yo vi en directo) donde el nivel de desvergüenza de Maria Antonia se observó en toda su magnitud.

Jaime Peñafiel empezó a darle datos concretos de comisiones que había cobrado Juan Carlos, refiriéndose a proyectos específicos de empresas saudíes. Y María Antonia, acorralada, respondió que ella no veía mal que el rey cobrase una comisión por mediar en contratos beneficiosos para España. Al acabar ella, Herman Tertsch tomó el relevo para decir lo mismo con otras palabras.

Ésa era la mentalidad de Maria Antonia (y de Tertsch). La misma que la de Pujol, Fraga, Felipe González o Aznar. La misma que contaminó hasta pudrirlo eso que todos llaman "Espíritu de la Transición", y la misma que me lleva a rechazarlo. No porque yo quisiese que al morir el dictador España se convirtiese en una república socialista. Sino porque la Constitución se firmó para (teóricamente) salir de una dictadura opaca, oscura, corrupta, mentirosa, que consideraba al pueblo español eterno menor de edad y concebía a España como una suma de cortijos con sus caciques locales cuyo único deber era rendir pleitesía al cacique del cortijo supremo. Y el espíritu de la dictadura contaminó el nuevo régimen a través de sus prohombres.

Las comisiones de Juan Carlos, los miles de millones que amasó después de venir a España sin un duro cuando le llamó Franco, sus putiferios, sus infidelidades continuas y demás corruptelas no eran un secreto para nadie. Pero "Juan Carlos había traído la democracia" (como si la democracia no fuese inevitable de por sí en la Europa occidental de los 80) y se le debía tolerar todo, no fuese que los militares se enfadaran. La excusa de los militares pudo ser válida hasta acabar los 80, pero en los 90 y el 2000 ya no se la tragaba nadie.

Entonces hubo que cambiarla por la excusa que usan ahora quienes quieren encubrirle: que si se daña la imagen del rey, los indepes ganarán prestigio y se saldrán de España. Como si los ciudadanos fuésemos tontos y no supiésemos ya todo lo que hay. Como si la fuerza de un Estado pudiese basarse en la Omertá mafiosa. Como si no fuese repugnante (y perceptible por todos) que quienes piden 20 años para Junqueras porque "la ley es igual para todos" te dicen que Juan Carlos no debe ser investigado "por el prestigio del Estado".

La podredumbre del "Espíritu de la Transición" no se mide en términos izquierda-derecha, sino en términos de valores democráticos. Es el tongo infame de Pujol reivindicando la patria catalana mientras robaba a manos llenas, y los gobiernos de Felipe González y Aznar haciendo lo mismo envueltos en la bandera española, fingiendo ser enemigos mientras comían del mismo plato. Es la total falta de transparencia y participación ciudadana en los asuntos públicos. Es la instauración de unas vacas sagradas (en esencia las mismas de la dictadura) que están por encima de la ley.

Y es la conversión de la doble moral franquista del puticlub en sábado y la misa en domingo, por el "bueno, roban pero nos han traído la democracia, así que se lo merecen", siendo esta la falacia que usan todos los apesebrados (no solo políticos, sino también periodistas) que comen de la farsa y por ello desean que siga eternamente (en la época del ladrillo, cambiaron el “nos han traído la democracia” por el “están generando un gran crecimiento económico”).

Yo siempre digo que la podredumbre del "Espíritu de la Transición" tiene su mejor reflejo en los derechos sociales de la Constitución. Aparecen formalmente en su Capítulo Tercero, pero su desarrollo queda al albur de lo que decida el legislador, sin que el ciudadano pueda recurrir en amparo al Tribunal Constitucional para exigir su cumplimiento (cosa que sí puede hacer con los derechos civiles, como la libertad de expresión, que sí son recurribles en amparo). Los derechos sociales, por tanto, son una broma de mal gusto. Se pusieron en la Constitución para que hicieran bonito, pero es como si no estuvieran.

Lo mismo pasa con el statu quo de Juan Carlos. El artículo 14 de la Constitución dice que todos somos iguales ante la ley. Y actualmente, dado que abdicó, no hay óbice legal alguno para que Juan Carlos sea imputado por los delitos no prescritos (pues ya no es inviolable). Y mucho menos para que sea investigado por el Congreso. Pero nadie hará nada. Porque, para nuestra desgracia, el "Espíritu de la Transición" sigue vivo, y hasta que no muera España seguirá siendo un inmenso y hediondo cortijo (dicho sea de paso, para beneficio de los indepes, cuyo crecimiento no se corta porque un tío con uniforme militar salga a dar un discurso, sino volviendo respetable el Estado y haciendo que la gente quiera vivir dentro de él porque es moderno, justo y transparente).

Para concluir, la inviolabilidad en una monarquía constituye una atrocidad que sólo engendrará corrupción a gran escala. No hay razón alguna para que el Jefe de Estado no pueda ser investigado y juzgado por los delitos que cometa, desde atropellar a alguien yendo bebido a recibir un soborno. En un Estado moderno nadie puede estar por encima de la ley, y por ello entiendo que la inviolabilidad es inaceptable tanto en monarquías como en repúblicas. Pero en las monarquías es directamente nociva para la salud democrática del Estado, ya que el presidente de la república tiene el cargo durante 4 años y ahí deja de ser inviolable, pero el rey lo es de por vida (o hasta que abdique, pero lo normal es que cuando abdique los delitos ya estén prescritos). Y es abyecto dar vía libre durante toda su vida a un tío para que delinca sin poder ser investigado. Hasta los más honorables sentirían la tentación de corromperse. Y los jetas vividores, se corromperán desde el primer día, como ha sido el caso.