«Yo también te quiero, pero sólo como amigos». Pocas frases hay más demoledoras sentimentalmente que esta. Acabamos de quedar al descubierto, de desnudar nuestro corazón frente a la persona que amamos y esta nos significa que no siente lo mismo por nosotros, que sólo desea nuestra amistad. Es lo que se ha dado en llamar «la friendzone», y lo primero que hemos de saber de ella es que, en realidad, no existe.
«¿La friendzone no existe?»
Exacto. No existe ninguna «zona de la amistad» en la que nadie te coloca para que sufras y te lamentes viendo cómo el objeto de tus deseos sale y se acuesta con otras personas mientras que tú, que lo respetas, eres víctima de su indiferencia y padeces amargura y dolor. Y no existe porque nadie te obliga a estar allí. Sólo TÚ te pones ahí porque así lo quieres y decides permanecer en un lugar que te hace daño y que has creado tú mismo para intentar hacer sentir culpable a tu amor platónico o despertar la compasión de algún modo.
Debes tener en cuenta que nadie, absolutamente nadie, es por entero dueño de sus afectos, sino esclavo de los mismos. El proceso de enamoramiento se debe a muchos factores físicos y psicológicos. El que una persona no tenga por ti los mismos sentimientos que tú por ella, no lo convierte en una mala persona, en alguien ingrato, ni te debe nada por mirarle con afecto. No estamos obligados a querer a nadie en concreto, y nadie puede exigírnoslo.
«Pero yo siempre he sido muy amable».
Veamos, ¿me estás diciendo que, para ti, tratar a una persona con amabilidad es darle un trato especial que debe agradecer enamorándose de ti? Pues partes de un error de base: tratar a los demás con respeto y amabilidad, no es nada especial, es sólo nuestra obligación como integrantes de una sociedad. Sostener una puerta, mantener abierto un ascensor, ayudar a alguien con una carga pesada o dar los buenos días son normas básicas de convivencia que hemos de respetar todos, eso en primer lugar.
En segundo lugar, las personas no funcionamos como máquinas expendedoras: no puedes darnos amabilidad, educación, respeto o atención y que a cambio salga amor. No funciona así. Desde luego que siempre es más fácil sentirse atraído por alguien que se conduce con urbanidad y educación que por un patán borde y malcarado, pero la atracción no está intrínsecamente ligada a los buenos modales, como no lo está a la higiene personal. Son cosas que debemos hacer todos y que se dan por sentadas, no es algo único y extraordinario que pueda convertirnos en algo irresistible para nuestro amor platónico.
«Pero yo siempre le he hecho favores, siempre he estado ahí cuando me ha necesitado».
Primero, ¿alguien te exigió esos favores, o llegó contigo a algún trato del tipo «haz tal cosa por mí y seremos novios»? Porque a no ser que tengas menos de diez años, no puedes esperar que nadie acepte un trato así. En caso de que te pidieran esos favores, tú, ¿los hiciste porque querías, porque realmente deseabas ayudar a esa persona, o sólo por ver si así conseguías algo de ella? Si fue el primer caso, no cabe reclamación, tú lo hiciste porque querías, y si fue el segundo, tampoco hay lugar para reclamos: no hiciste ese favor por amistad, sino por interés, y el interés no tiene por qué materializarse. Las esperanzas te las pusiste tú. Antes de decirle a nadie la extraordinaria persona que eres y lo ingrato que es tu amor platónico, haz un poco de examen de conciencia. Un favor hecho por interés no es tal favor, es una factura, y no habla mucho de tu pureza de corazón.
Los favores han de hacerse siempre desinteresadamente, jamás con la idea de que la otra parte se sienta en deuda hacia nosotros. Si algo no te nace de dentro, si haces un favor pensando en que la otra persona debe sentirse obligada a corresponderte de algún modo, NO LO HAGAS. En realidad no quieres hacerlo.
«Pero yo he pagado en muchas salidas».
Al igual que en el caso anterior, ¿has invitado a esa persona con la idea de que se enamore de ti o que se acueste contigo? Párate a pensar en qué lugar os deja eso a ambos y si a ti no te gusta, te garantizo que a tu amor platónico le gustaría menos aún. Cuando pagas la consumición de alguien o le haces un regalo, desde la clásica Fanta hasta un collar de perlas, debes hacerlo porque quieres hacerlo, pero nunca, jamás, bajo ningún concepto, porque esperes sacar rédito amoroso o sexual de ello.
Habrá quien diga «pero es que las otras personas no deberían dejarse invitar, eso es interés». ¿Dónde está escrito, en qué código figura que una persona que acepta una invitación de otra está aceptando una posible relación? Yo nunca lo he visto. Y no podemos esperar que esa persona tenga nuestro mismo código no escrito respecto a las invitaciones que nosotros. Si nos ofrecemos a invitar a algo, la otra persona no tiene por qué sentirse mal si no se siente atraída por nosotros, ni encontrarse en la disyuntiva de pensar que su invitador crea que puede comprar sus atenciones a cambio de una bebida. Los reproches aquí se contestan con la copla de La Bien pagá: nada te pido, nada te debo.
«Pero es que se ha aprovechado de mí pidiéndome cosas, sabe que me gusta y no me puedo negar”.
Eso se llama «baja autoestima» y tu amor platónico no tiene la culpa de que no te quieras. Si amas a una persona que lo sabe y lo utiliza para aprovecharse de ti, ¿realmente te parece una persona a quien valga la pena querer? A mí me parece que no. Aquello del romanticismo del amor no correspondido, del «amado enemigo», queda muy bonito en las novelas, pero en la vida real es una gran tontería. Nadie te va a dar puntos por algo así, ni el Universo te lo va a recompensar, ni el Karma te lo va a devolver ni nada semejante. Jamás permitas que una persona se aproveche de ti, te haga daño o te maltrate porque «lo quieres». Deshazte de ese pensamiento y empieza a pensar que hay otra persona que te necesita más y a quien debes querer por encima de todo: A TI.
«Pero es que se va con otras personas que no le quieren como yo lo hago».
Ese es su problema, no el tuyo. No mandas en su corazón ni en su cerebro, no puedes hacer nada. No sabemos realmente por qué una persona está con otra, ni podemos influir en sus gustos. Y si presumes de querer a una persona, deberás sentirte feliz porque sea feliz con alguien, aunque ese alguien no seas tú. Desear que rompan, intentar boicotear una pareja, alegrarte de que les vaya mal para intentar buitrear o para sentir satisfacción por su sufrimiento, sólo demuestra que no somos tan buenos como creemos ser, ni de verdad queremos al otro tanto como decimos. De nuevo, hay cosas que pueden quedar bonitas o divertidas en una novela o en una película, pero en este lado de la realidad, sólo demuestran bajeza moral.
«Una persona me dice que la he friendzoneado y ahora me siento mal, ¿qué puedo hacer?»
Ten clara una cosa: no es culpa tuya. Tú no eres responsable de sus sentimientos hacia ti, no eres responsable de que haya visto atractivos en ti, y no puede obligarte a corresponderle porque se siente muy triste. Si lo único que tú deseas de esa persona es amistad, no puede hacerte ningún tipo de chantaje sentimental para que aceptes otro tipo de relación, ni tú debes aceptar responsabilidad en unos sentimientos que no son tuyos. Es posible que te digan «dame una oportunidad» y te coloquen en una situación incómoda en la que prefieras aceptar para no sentirte mal: NO LO HAGAS. Nunca, pero nunca empieces una relación por «dar una oportunidad» a una persona por quien no sientes nada especial y por quien tu corazón no te dice nada. Si estás con esa persona una semana o un año, siempre te dirá que no ha sido suficiente para ver si cuajáis o que tú no pusiste de tu parte.
Sé que es duro porque nos han hecho pensar que el amor siempre gana y que alguien que no corresponde a los sentimientos de otra persona, es una mala persona, es alguien frío, ingrato y cruel. No es así. Es tan sencillo como que el amor no se puede forzar y no hay más. No debes tener miedo a decirle a una persona que no le amas. Si realmente te quiere, lo comprenderá por más que le duela. Y si te hace reproches, te insulta o te desea algún mal, ya sabes que en realidad no te quería.
Resumiendo y para terminar: la llamada «friendzone» no existe como tal. Es un sitio que nosotros mismos decidimos crear al no saber gestionar adecuadamente un rechazo amoroso, y en el que nos situamos en un intento por despertar la compasión de una persona y comprobar si mediante pena y culpa, conseguimos algo de ella. Es el «debo de ser adoptado, mis verdaderos padres me comprarían esa chuche» de los adultos, una llamada a la compasión. Y nada bueno saldrá de una relación que se inicia por compasión. La compasión mata el amor, jamás lo crea.