Antes de continuar, y tengo que reconocer que no me gusta hacer esta aclaración (debería sobrar, pero vivimos en un mundo de mierda lleno de gente corta de miras que disfruta y promueve simplificaciones burdas, tanto de hechos objetivos como de opiniones de terceros), en ningún caso pretendo equiparar aquí "justicia social" a igualdad absoluta, comunismo, o nada que se le parezca en demasía.
Hará ya unos meses se publicó un estudio que demostró matemáticamente computacionalmente como era posible que, en igualdad de condiciones iniciales, se generara una situación de explotación/subordinación entre jugadores (igualmente hábiles) del dilema del prisionero con partidas iteradas ( www.technologyreview.com/s/613585/prisoners-dilemma-shows-how-exploita ). Lo bonito de este estudio es que muestra como, al menos para un subconjunto significativo de las relaciones jerárquicas humanas, el que unos estén arriba y otros abajo no solo depende de cuan capaces seamos, sino también del mero azar.
Supongamos (al menos durante el tiempo que estéis leyendo este artículo) que las sociedades humanas intentan llegar a ciertos objetivos comunes (comunes el contexto de esas comunidades concretas). Objetivos muy básicos son el de supervivencia de la especie, y otros más "elaborados" y dependientes de cada sociedad pueden ser más "hedonistas" y menos generalizados, como querer minimizar el sufrimiento colectivo.
Sea como sea, cada sociedad establece mecanismos internos para favorecer la consecución de esos objetivos. Uno de los mecanismos más claros en las sociedades capitalistas occidentales es premiar económicamente a quienes "contribuyan" a la consecución de esos objetivos: tenemos artistas y futbolistas multimillonarios por que "generan buenos momentos" para millones de personas, o médicos e ingenieros que, aunque lejos de ser ricos, tienen salarios apetitosos porque también solucionan problemas que mucha gente considera importantes.
Claro que, también tenemos barrenderos que cobran poco porque... ¿qué más da que haya algo de suciedad en la calle, no? Evidentemente podemos "justificar" sin mucha dificultad esta distinción: unos se "esforzaron" más que otros en su juventud, estudiaron más, y son más difíciles de sustituir (aunque sabemos que esto solo aplica a países MUY avanzados, donde realmente se le da la oportunidad de estudiar a todo el mundo). No quiero negar aquí que estas distinciones salariales tengan una base sólida, generalmente los oficios asociados a estudios universitarios tienen un impacto positivo amplio, profundo y duradero en el mundo, mientras que muchos de los oficios mal pagados tienen efectos muy localizados, de poco calado y duración en el tiempo.
Pero continuemos con esta visión ingenua del "tenemos lo que nos merecemos". Ninguna sociedad es perfecta en absolutamente ningún aspecto, como ocurre con cualquier otro tipo de sistema. Esto también aplica a su eficacia y eficiencia asignativa, por lo que las "recompensas" que cada individuo reciba, aunque correlacionadas positivamente con sus contribuciones, contendrán algo de ruido estadístico. Cuando ese ruido afecta a alguien en la cúspide del sistema socioeconómico, sea de forma positiva o negativa, no generará consecuencias graves. Pero cuando la aleatoriedad toque de refilón a alguien de abajo, puede acabar hundido en la más terrible miseria sin haberlo merecido en absoluto.
Si tenemos la suerte de que nuestra sociedad tenga entre sus objetivos comunes el principio utilitarista de maximizar la felicidad global (y recordamos la "ley" de rendimientos decrecientes que aplica casi siempre en economía), deberíamos estar de acuerdo en que resulta racional establecer una red de protección social, incluso cuando esta también sostenga a "free riders" (en otras palabras, a caraduras, o parásitos sociales).
Pero hasta aquí no he dicho nada especialmente nuevo, y si la gente claramente de derechas nunca ha estado de acuerdo con estos argumentos, no lo va a estar ahora porque lo diga yo, y menos aun porque lo digan premios Nobel de economía como Steglitz o Krugman (que son poco sospechosos de ser izquierdosos, y usan argumentos mucho más elaborados y sólidos, sin necesidad de recurrir al utilitarismo).
Pasemos a algo nuevo pues. Olvidémonos ya del "tenemos lo que nos merecemos", pero mantengamos la premisa de que podemos entender las sociedades como inteligencias colectivas que pretenden solucionar ciertos problema y/o llegar a ciertas metas.
Aquí podemos hacer símiles con ciertas técnicas computacionales, desde aprendizaje computacional supervisado, aprendizaje computacional "por refuerzo" (reinforcement learning), o mecanismos de optimización bio-inspirados (como algoritmos genéticos, entre otros). En todos estos casos tenemos el fenómeno del overfitting (sobreajuste), que desemboca en un rendimiento pobre, sobretodo ante situaciones novedosas o inesperadas.
Cada una de las técnicas (o familias de técnicas) mencionadas resuelve el problema del overfitting de forma diferente, pero simplificando mucho (muchísimo) se puede reducir a que se limitan/suavizan las "recompensas" asociadas a las mejores soluciones, y se suavizan los castigos o penalizaciones a las peores soluciones (generalmente, a este proceso lo llamamos regularización).
En el caso de los algoritmos genéticos (probablemente uno de los ejemplos más cercanos a las sociedades humanas), nos aseguramos de mantener un pool de soluciones lo suficientemente diverso, muchas veces a costa de incluir en este "individuos" claramente sub-óptimos, pero precisamente porque esto suele reportar beneficios a medio y largo plazo.
Sostengo que muchas sociedades modernas, sobretodo las más desreguladas a nivel financiero, han caído en un overfitting de órdago. Se recompensa en exceso, y se castiga en exceso. Las regulaciones financieras y las redes de protección social cumplen en nuestras sociedades (o inteligencias colectivas) el papel que la regularización cumple en los algoritmos de optimización que usamos para implementar inteligencias artificiales y otros programas que exhiben una cierta "inteligencia".
Debemos estar orgullosos de lo que se ha conseguido en Europa en materia de protección social (a pesar de otras vergüenzas que deberían hacernos pensar), gracias a ella tenemos una cierta movilidad social, y alguien nacido en un barrio humilde puede acabar siendo un científico o un ingeniero puntero, haciendo avanzar a la humanidad, precisamente porque decidimos conjuntamente no aplastar a los más débiles... al menos no a "los nuestros".
Creo seriamente que la ingeniería social no debe ser concebida solo como una herramienta maquiavélica de manipulación. Se puede aprender mucho de disciplinas como el aprendize computacional y se pueden aplicar las lecciones aprendidas al diseño de sociedades capaces de maximizar nuestra inteligencia colectiva, tenemos mucho que ganar.