Casi 100 años después de su muerte, el ministro de propaganda de Hitler despierta en una extraña habitación. Varios hombres le rodean y, ante sus preguntas sobre qué hace allí, le explican lo sucedido. Estos hombres son representantes de algunos de los gobiernos y multinacionales más poderosos del mundo, y Goebbels ha sido resucitado (más bien clonado) por ellos mediante la más moderna tecnología.
La razón es que necesitan un consejero que les permita mantener a la población civil de sus Estados "ilusionada y cooperativa ante los nuevos retos que surgirán de las futuras crisis económicas". Quieren desactivar cualquier amago de oposición frente a los brutales recortes de derechos que impondrán con la excusa de la nueva crisis económica que estallará en menos de un lustro. Y deben hacerlo dentro de un régimen formal de libertades, sin Gestapo ni leyes que permitan ilegalizar partidos o cerrar periódicos.
Goebbels acepta el encargo y actualiza sus 11 principios de la propaganda:
-Principio del hara-kiri occidentalizado. Si fracasas es culpa tuya, y no tienes derecho a pedir ayuda a la sociedad. Es una vergüenza admitir que no puedes pagar la luz y el agua de tu casa, pues muestra tu debilidad, insignificacia e incapacidad para subsistir, que es lo más elemental que todo sujeto debe hacer. Como decía un insigne economista, yo no soy responsable de los genes que te han tocado.
No importa la causa por la que has fracasado. No importa que hayas trabajado con la máxima diligencia toda tu vida pero tu empresa haya hecho un ERE y te haya echado a los 50 años. No importa que te hayan estafado con un contrato bancario cuya letra pequeña no entendería ni un licenciado en economía. No le busques explicaciones: has fracasado y eso es lo único que importa. Supéralo o húndete para siempre, pero hazlo en silencio.
-Principio del veneno reconvertido en néctar. Cuando veas a un mendigo pidiendo por la calle, enorgullécete de no ser como él. Da igual que estés siendo pisoteado por tu jefe, que te obligue a trabajar el doble de horas de las que te tiene en alta, o que dediques toda tu vida a un trabajo que no te permite llegar a fin de mes: estás mejor que ese mendigo y eso es lo que cuenta. Nunca mires hacia arriba, pues los que están ahí pueden molestarse al ser observados. Lo más seguro y reconfortante es mirar hacia abajo, para recordar que gracias a tu esfuerzo no estás tirado en la calle y que, mientras seas obediente, lo más probable es que no llegues a estarlo.
-Principio del ocio productivo. La clave del ocio se encuentra en evitar que el ciudadano piense. Telebasura, alcohol, drogas...si un solo minuto de ocio sirve para que la cabeza del ciudadano esté mejor amueblada que antes de disfrutarlo, entonces es un ocio insano y peligroso. El ocio debe usarse para aturdir al ciudadano, para embrutecerlo, para volverlo primario, para evitar que piense o reflexione. El ocio debe ser como una gota de agua al sol: evaporarse sin dejar señal alguna.
-Principio de las minirrecompensas exhibibles. Generemos una multiplicidad de baratijas cuyos precios sean medianamente asequibles, asociemos el éxito a ellas y distribuyámoslas. Su gracia no está en tenerlas, sino en enseñarlas. Así los ciudadanos se obsesionarán con tener el último vestido, teléfono, reloj...que más salga en los anuncios publicitarios, e invertirán su tiempo en perseguirlos. Así conseguimos incentivarles para trabajar, a la vez que desactivamos el peligro de que hagan algo peligroso en su tiempo libre. No hay nada más inofensivo que cubrirse de baratijas y salir a la calle para exhibirlas.
-Principio del enfrentamiento tribal. Debemos dividir a los ciudadanos en tribus diferenciadas por banderas tales como la raza, el sexo, la religión o las aspiraciones territoriales. Convenzámosles de que el principal problema del país es la "tribu rival", y presenténomos como sus salvadores frente a ella. El tiempo que dedican a odiarla no pensarán en los abusos a los que son sometidos por la clase dominante, e incluso llegarán a amar a quienes les explotan si son capaces de convencerles de que son sus defensores frente a la malvada tribu a la que deben odiar.
-Principio de la unificación por los símbolos. Debe fomentarse que los prebostes del sistema acudan a partidos de fútbol, romerías, corridas de toros y otros eventos que deberán identificarse con el espíritu patrio (y fomentarse convenientemente desde el Estado, con dinero público si hace falta). Deben fingir al máximo que disfrutan y se sienten profundamente emocionados y gozosos. Así el pueblo se identificará con ellos aunque le roben la cartera diariamente. Este principio debe complementarse con la satanización de quienes no comparten esos símbolos. Si aparte de conseguir que el pueblo se identifique con los prebostes, se logra que odie a quienes cuestionan esos símbolos o eventos, habremos matado dos pájaros de un tiro.
-Principio de las grandes gestas holográficas. En 1940 era idóneo organizar inmensos actos con decenas de miles de personas, símbolos gigantescos del partido y los oradores subidos a altísimos escenarios mientras el pueblo los observaba decenas de metros abajo. La finalidad era doble: convencer al individuo de su insignificancia y, a la vez, de que podía convertirse en algo grande si se integraba como célula en el cuerpo perfecto que era el partido, obedeciendo las órdenes de la cabeza. Convencer al ciudadano de a pie de que, a pesar de su miserable y patética vida, formaba parte de algo más grande que estaba haciendo Historia, luchando contra los grandes enemigos de Occidente. Eso justificaba cualquier sacrificio o penalidad, y le daba (cuando veía en televisión las grandes batallas del ejército nazi contra el malvado ejército rojo) la dosis de adrenalina que precisaba para seguir tragando.
Ahora mismo no hay grandes batallas de ese tipo, pero se puede usar la propaganda para crear temibles enemigos holográficos y convencer a los ciudadanos de que el partido del gobierno los está combatiendo e, indirectamente, el ciudadano está contribuyendo en esa gesta siendo bueno y obediente, y llevando a cabo gestos patrióticos como poner una bandera en el balcón. Cuando las televisiones muestran la detención y enjuiciamiento de los líderes del enemigo holográfico, junto con noticias que destacan que sus malvados planes aún siguen vivos, el ciudadano obtiene las dosis de orgullo y odio que necesita para continuar trabajando 40 horas por 1000 euros sin rechistar.
-Principio de la magnificación de las ofensas al Estado. Impongamos penas todo lo duras que resulte posible a quienes desafíen lo establecido, y convenzamos al pueblo de que son los crímenes más execrables. Imponer 10000 euros de multa por montar una manifestación no autorizada y 7000 por tener a un trabajador sin dar de alta en la Seguridad Social es comprensible, pues un empresario que sólo busca el bienestar de su país no debe tener el mismo trato que un delincuente que busca romper la sagrada estabilidad de la patria.
-Principio del miedo como potenciador de la amnesia. Cuando algún trabajador cuestione sus actuales condiciones de vida y las asocie con las existentes hace 20 años, háblale de los peligros de que las grandes rentas huyan y su empresa se traslade a China. El miedo a perder lo poco que se tiene es un excelente potenciador de la amnesia selectiva. Siempre hay que glorificar a la patria, pero aquí hay una excepción: si el trabajador te dice que en otros países los ricos pagan más y el sistema no se hunde, dile que por desgracia en tu país hay una idiosincrasia distinta, una clase trabajadora más vaga y, por ende, sólo podemos ofrecer impuestos bajos y trabajadores basura a los inversores extranjeras. Da igual que sea falso, el miedo le hará creerse.
-Principio de la huida hacia adelante. Debemos lograr que los ciudadanos no piensen en nada que esté más lejos en el tiempo que sus próximas 24 horas. Trabajo agotador, telebasura...todo vale para que no se cuestionen cómo estará el planeta dentro de 50 años si se mantiene el actual nivel de contaminación, o cómo se pagarán sus pensiones si no se persigue el fraude fiscal y se suben los impuestos a los más ricos. Quien no ve las amenazas del futuro, no es consciente de su gravedad y no puede organizar estrategias para frenarlas.
-Principio de la homogeneización coactiva. Satanicemos a quien se atreva a contradecir los anteriores principios. Si no podemos mandarles a prisión, estigmaticémosle acusándole de raro, inadaptado, amargado...hagamos que cada ciudadano asocie cualquier muestra de individualidad con el aislamiento. Los medios de comunicación son el escaparate idóneo para difundir el modelo de ciudadano (con sus metas, gustos y características generales) que debe imperar. Sirven desde series a programas del corazón.
Los prebostes que habían resucitado a Goebbels quedaron muy tristes. Tanto esfuerzo para que no les revelara nada distinto de lo que ellos ya sabían.