Como no soy nuevo por aquí, ya sabéis que no pienso debatir de quién es culpa lo que está pasando en Gaza. No pienso remontarme a Tito, ni a la colonización británica, ni a la Declaración Balfour, ni a ningún hecho histórico. No soy religioso y no trabajo eso de la culpa. No soy diplomático y no trabajo lo de la responsabilidad, al menos cuando quiero mirar hacia adelante, que es mi intención en estas líneas.
La cuestión es que a día de hoy, han matado a unos 40.000 palestinos en Gaza, de los que alrededor de 30.000 son mujeres y niños. Eso, desde luego, no es un acto de guerra, sino un simple crimen, como lo fueron Auschwitz, Dresde o Hiroshima. Otros vendrán, seguramente, que lo nieguen, lo expliquen o lo justifiquen, pero tampoco me parece que este sea el momento de historiografías.
Lo que sí tenemos, dolorosamente palpitante, es que en la franja de Gaza viven alrededor de dos millones y medio de personas y que la cuestión numérica también importa. El Gobierno israelí puede estar pensando en acabar con Hamás, anexionarse Gaza, exterminar a los palestinos como si fuesen piojos, o las tres cosas. De momebnto, incluso ha recibido apoyo occidental para sus acciones, pero a costa d eun daño reputacional muy importante. Un daño que sufre Israel, lateralmente la comunidad judía internacional, y lateralmente, pero de manera muy grave, el conjunto de países al que se le suele llamar el Occidente Colectivo.
Puedo pensar, como mucha gente aquí, que el deterioro reputacional, de momento, les importa tres carajos al Gobierno israelí. Pero sólo de momento. Cuando los muertos lleguen a 100.000 y falten aún dos millones y pico de personas por asesinar, y hablamos de dos millones y pico de personas sin agua, sin comida y sin vivienda, me pregunto si el deterioro reputacional ante las fotos de gente famélica les sigue importando una mierda. Puede que sí, pero no lo veo claro del todo.
La cuestión numérica importa, y también importa la extensión en el tiempo de lo que está sucediendo, porque los diques a la información se vuelven porosos y los hechos criminales van calando.
El estatus de víctima que había adquirido el pueblo judío después de la hecatombe de los años cuarenta está sufriendo un golpe tremendo. Y tan injusto es eso como ese estúpido complejo alemán de negarse a criticar a Israel por lo que en su día sucedió. No se puede apoyar a un genocidio porque tú bisabuelo haya cometido otro, ni se puede dar por hecho que un señor de Valencia esté apoyando a Netanyahu sólo por ser judío. Ambas son tonteríass terribles, pero así funcionan las cosas, lo sé, en este mundo pendiente del impulso inmediato y le racicionio liofilizado. Esto no se va a arreglar con otra edición del Diario de Ana Frank y otra versión de la Lista de Schindler. Y será malo para todos, y muy en especial para los que menos culpa tienen.
En segundo lugar, los hechos de Gaza y los actuales 40.000 muertos ya son un golpe terrible para la reputación de Occidente y su discurso de crear un orden mundial regido por reglas. Ya hay muchos países que dan la espalda a la hipocresía occidental, y habrá más aún cuando los muertos lleguen a 100.000. Y a medida que crezca el número de inocentes asesinados, ese dañó será aún peor hasta que, en una cifra determinada, caundo el mundo se inunde de fotografías y vídeos de gente enferma, hambrienta, sedienta y a la intemperie, surja la tentación de parar el asunto por las bravas para apuntarse un tanto político descomunal y convertirse en líder mundial.
Es sólo una hipótesis para ilustrar mejor el peligro, ¿pero no sería interesante para Rusia o para China enfrentarse a Israel y ganarse así a medio mundo para su bloque? ¿Qué sucedería en ese supuesto? Prefiero no pensarlo, pero creo que a partir de un número de muertos ese cálculo aparecerá sobre la mesa. Y es un cálculo que no nos beneficia nada, porque no podemos estar ni del lado de la ética ni del lado del interés. Es una cuenta en la que siempre perdemos.