He tenido una revelación, casi mística, y quería compartirla con todos. Hay momentos de epifanía en los que uno puede alcanzar el nirvana.
El pasado miércoles se presentaba como un día normal, pero el destino tenía otros planes para mí. Todo comenzó cuando en el WhatsApp que comparto con mis compañeros de trabajo apareció el último trabajo de investigación de Alvise. En un momento de debilidad escribí “Ostras tú, Alvise, la fuente de información más fiable que hay…”. Pronto me cayó la del pulpo: que si ha ganado todos los juicios, que si los medios del régimen y la censura, que si Tezanos, Koldos, Ábalos y Titos Bernis. También Begoño, con “o”, evidentemente.
No contento con admitir mi falta de fe en uno de los profetas más queridos por mis conciudadanos, incluso tuve la osadía de decir que ha sido condenado por mentir. En justo castigo kármico, recibí un argumento que es una obra maestra. Creo que, a lo largo de toda mi lamentable existencia, no había contemplado un silogismo tan bien construido, envuelto en fina ironía e inteligente sarcasmo: “Estará seguramente cumpliendo condena, no me cabe duda. La justicia es implacable”. ¿Qué podía argumentar yo ante un gancho dialéctico como ese? ¿Como refutar un argumento tan brillante, tan hermoso y a la vez bello por su simpleza? No está preso, ergo dice la verdad. Ni el mejor de los sofistas griegos podría haber apelado.
Al principio pensé en escribir un artículo, ya que tengo por costumbre pasarme de vez en cuando por aquí a soltar alguna perorata, intentando desmontar esos argumentos tan sólidos. Pensé —ahora me doy cuenta de mi estupidez— en citar la Sentencia N.º 155/2023 del Juzgado de 1ª Instancia n.º 59 de Madrid, o incluso un artículo de Okdiario en el que explican como funciona el tema de este “faker profesional”, tal como lo llaman. En mi ingenuidad pensé que, tal vez, considerasen al diario de Inda libre de sospechas de ser parte de “la prensa del régimen”.
En el culmen de mi soberbia intelectual incluso me planteé analizar el propio mensaje de marras, haciendo hincapié en que, como es habitual, no hay ninguna prueba de lo que se afirma, utilizando la vieja táctica inquisitorial: eres culpable a no ser que demuestres lo contrario, invirtiendo la carga de la prueba. ¿Las fuentes? Si quieres agua, busca un grifo.
Sin embargo, el día aún me ofrecería algunas sorpresas más. Tras quedar con dos amigos, volví a casa con muy mal cuerpo, pues me di cuenta de que se habían sentido ofendidos. Tal vez el agraviado debería ser yo, pues me preguntaron, con gran condescendencia, si realmente era capaz de pensar que el coronavirus podría haber sido creado por la naturaleza. Caí otra vez en el vicio de afirmar que las teorías alternativas deben estar respaldadas por pruebas. Hasta les cité a Sagan y aquello de “afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”. Yo y mis malditos argumentos lógicos. Si me dejé el tabaco, tal vez pueda dejar este vicio, mucho más tóxico. Comencé a recordar otra bronca que tuve con uno de mis mejores amigos cuando me atreví a afirmar que, si negaba el cambio climático, entonces era un negacionista del cambio climático. Por supuesto, su justa indignación cayó sobre mi hueca cabeza.
Me fui a dormir. Mañana será otro día, me dije. Tras llegar al trabajo y mientras me cambiaba en el vestuario, escuché la siguiente conversación:
—Parece que por fin el hijoputa de Sánchez se va.
—Claro. Dimitirá porque está a punto de salir el escándalo de que su mujer tiene rabo.
Creo que fue en ese momento en el que, como Santiago Apóstol, o San Ignacio, qué más da, —a la mierda los datos— caí del caballo. O como un soldado japonés resistiendo durante años en una isla del Pacífico, decidí, por fin, rendirme.
Llegó la conversión, vi la luz, caí en la cuenta de que malinterpretaba totalmente la situación. Si entre mis depravados vicios está el de considerarme demócrata, ¿quién soy yo para oponerme a la voluntad de todos los que me rodean? Alvise es, pues, un verdadero héroe del pueblo, el auténtico reflejo de la forma de razonar general. Si todo el mundo parece asumir que admitir teorías sin pruebas es lo natural, debo aceptar el consenso general. Además, otro de mis vicios es el considerarme ecologista. Teniendo en cuenta la Ley de Brandolini —la cantidad de energía necesaria para refutar tonterías es un orden de magnitud mayor que la necesaria para producirlas—, un verdadero ecologista haría lo más eficiente energéticamente.
Qué ciego he estado y cuánto he de aprender del maestro Alvise y de sus sabios seguidores. He de tomar ejemplo y convertirme en un faker profesional. Supongo que debo ser humilde y practicar como faker en prácticas en mi nuevo canal de Telegram para gente bien informada. Y monetizar, que quiero dejar de ser un fucking pobre, como diría Llados. Os dejaré mis cuentas para las donaciones, que luchar contra el régimen no puede ser gratis, o como dice el maestro Alvise…
Sin más dilación, os dejo mi primera exclusiva, a ver que tal.
Por supuesto, si acierto, se demuestra que mis fuentes son fiables. Si fallo, que el Perro Sanxe ha reculado después de que nuestros analistas descubrieran el pastel. Además, como no creo que me enchironen por esto, queda demostrado que es cierto.
Acepto Bizum.