Ya sé que ultraderecha somos todos, sobre todo cuando nuestras opiniones no concuerdan con la opinión de el de enfrente, ya sea este un sacristán, un líder sindicalista o un mamporrero ajustador de presupuestos. Pero si le echamos un ojo a los partidos que más a la derecha están en el espectro político, pasando de etiquetas, nos encontramos con que deberían acudir urgentemente a una terapia ideológica.
Por lo que yo sé, los partidos ultraderechistas de toda la vida creen en la necesidad de un líder fuerte, Caudillo, Duce o Führer, al que seguir ciegamente. Creen en un Estado fuerte al que defender, y que imponga mano dura a los enemigos del Destino en lo Universal. Creen en el orden y en la autoridad, y al que se resista, palo.
Y ahora resulta que en los partidos de ultraderecha se agrupan todos los que dicen que el Estado nos controla, el Estado nos vigila y el Estado quiere acabar con nuestras libertades, desde las personales a las económicas. A ver, tíos... ¿En qué quedamos? ¿Seguimos a un líder fuerte y reforzamos la autoridad y el orden, o nos negamos incluso a ponernos la vacuna porque eso es una intromisión de la autoridad pública? ¿Desfilamos todos a una, al paso alegre de la paz, o cada cual busca el caminio de su ferlicidad personal por onde mejor le parezca, sin que la autoridad regule nuestras vidas?
Lo que a mí me parece es que no se trata de partidos, sino de pelotillas de estiécol político arrastradas por los escarabajo del dinero. En España, que es lo que más mano me queda, veo que se llama fascistas a VOX cuando son más bien pinochetistas. Marine Le Pen va por el mismo camino con un toque Klu Klux Klan y el AfD alemán tiene tantas capas que ríete tú de una roca sedimentaria, pero se niegan fundamentalmente a obedecer a nada y a nadie. Si los pilla diez minutos Hitler, los funde, y lo malo es que no sólo metiéndolos a picar piedra en un campo, sino también dialécticamente con medio discurso.
No tienen más fines que ser antialgo, lo que sea, confunden los medios, y ni siquiera se aclaran entre ellos en lo fundamental ¿Obediencia o libertad?
Están de atar.