No por estar acostumbrados a verlo diariamente tenemos que pasarlo por alto. El mal periodismo está ahí, presente día tras día, y hace ensombrecer y pasar vergüenza a los buenos profesionales de un sector que, debido al impacto que tienen en la sociedad, debería de estar mucho más fiscalizado por el público general y también por parte de su propio gremio.
(1) La entrevista “incisiva”.
Para ilustrar este mal periodismo me sirvo en este artículo de un ejemplo, en mi opinión, paradigmático. Se trata de una entrevista reciente que he podido ver en el programa Salvados, realizada por el periodista Gonzo a Pablo Iglesias el pasado domingo 17 de Enero.
- Imagen: Pablo Iglesias y Gonzo en Salvados. La Sexta. *autor desconocido*
Entendemos que un programa de esta categoría cuenta con un equipo grande que lo prepara, pero la cara visible es, al final, quien rinde cuentas del resultado, para lo bueno y para lo malo. No es mi intención desmerecer la trayectoria profesional del periodista Gonzo, sino la de denunciar la mala praxis profesional en esta entrevista en particular, y por extensión al editor del medio y a los periodistas que actúan de la misma manera. No hablaré del fondo de las cuestiones políticas planteadas, que es material para otro artículo, sino de la forma o el formato informativo.
El propio tono de la entrevista ya evindenciaba que no pretendía ser honesta, por lo que explicaré más adelante. Esto, creo, es la clave de todo. Un tratamiento informativo debe ser transparente con el público y apelar a su inteligencia.
En dicho encuentro, había una camaradería y un tono cercano con el entrevistado al principio que invitaba a un acercamiento. Esto contrastaba después con un trato formal, serio y sensiblemente agresivo, siguiendo un guion preestablecido que pretendía arrancar titulares que respaldasen un relato predefinido por la opinión o línea editorial del medio. Hay una actitud estudiada por parte del entrevistador para dar a entender que está siendo crítico, duro, incisivo. Un estilo "Anapastoresco", diría yo, o de periodismo mal entendido.
- Refutar las tesis del entrevistador.
Esto no es algo exclusivo de las entrevistas a Iglesias. Lo vemos constantemente y lo hemos visto en el pasado con otros líderes políticos de la derecha o de cualquier otro signo político. La idea es simple: se trata de crear preguntas correspondientes a un relato que el entrevistador intenta sobreponer a cualquier respuesta del interlocutor, para así reafirmar sus tesis y no dejar que las respuestas tengan recorrido. O bien la respuesta tiene que ser una defensa ante un argumento falaz o bien tiene que diluirse para que resuene por encima el relato que se quiere imponer. En definitiva, no se trata de preguntas sino de una argumentación contraria.
El problema viene cuando la respuesta no es la esperada, o escapa a la lógica del entrevistador, entonces comienzan las repreguntas, un poco más agresivas, hasta convertir la pequeña “bronca” en la pregunta en sí, y desviar la atención de la respuesta. Hay entonces que pasar página.
- Falacias de todo pelaje.
Una falacia es, por definición, un engaño, fraude o mentira. Y aquí es donde entra el problema de la honestidad. En esta entrevista, las preguntas están escritas en torno a falsedades, por lo tanto es necesario desmontar las mentiras antes de contestar. Esto resulta tedioso para el entrevistado y molesto para el público. Este tipo de preguntas alteran al espectador atento pero son efectivas y generan el efecto deseado sobre un espectador despistado.
El arsenal discursivo falaz es variado, se esgrime la falacia de autoridad, la falacia circular, la falacia del hombre de paja y un montón de sutiles tretas para dirigir el relato y desvirtuar la respuesta del interlocutor. Los periodistas están hartos de ver estos recursos discursivos en las respuestas de los políticos, pero esa no es razón para utilizarlas en su contra, puesto que deshonra el mensaje y acaba por desautorizar al emisor.
Gonzo, en este caso, parte innumerables veces de premisas falsas (a sabiendas) para dar por válidos argumentos que sean favorables a su relato. Sólo pondré un ejemplo, porque ocurre en muchas de las preguntas. En una de ellas, Gonzo equipara el acoso neonazi a la casa de Iglesias durante meses con las escraches de la PAH. Él sabe que lo que ocurre en la casa de Iglesias no es un escrache (invito a los lectores a que indaguen en las definiciones y la historia de este tipo de protesta).
Al definirlo como tal incurre aposta en una falsedad. Eso no solo obliga a Iglesias a redefinirlo, sino que tal afirmación crea un relato peligroso: blanquea a la extrema derecha y degrada la protesta real de la PAH. Pero continúa; para reforzar su argumento utiliza una declaración antigua de Jiménez Losantos como autoridad competente para criticar una supuesta contradicción moral de Iglesias. Todo ello para “poner en evidencia” al entrevistado.
Esto no es un problema de opinión, es un problema de información. Cuando se utiliza una falacia de este tipo se está faltando al primer punto del código deontológico periodístico: el respeto a la verdad.
Tenemos que tener presente que tanto si el entrevistado nos resulta despreciable a los espectadores como si nos despierta simpatías, la labor del periodista debe ser siempre adecuada y respetuosa con la ética profesional. Cada periodista debe darle el enfoque que crea conveniente a una entrevista, porque eso es lo deseable. El enfoque es determinante para centrar la atención en lo que el periodista, y por supuesto de da cara al interés público, cree que es lo importante.
Pero para destacar lo importante no se pueden inventar hechos o manipularlos para construir relatos afines a una opinión. Porque esto tiene un impacto y una repercusión enorme en un medio de comunicación con un altavoz tan poderoso (este programa en particular tuvo un pico de audiencia de 1,78 millones de espectadores, uno de los más vistos hasta la fecha).
(2) El descrédito de la prensa.
Aunque nos parezca banal o anecdótico, el fondo de esta entrevista (una de tantas) es tremendamente preocupante.
El auge de Trump en EE.UU. En 2016, la campaña del Brexit o el rápido crecimiento de la extrema derecha en España se sustenta en una gran medida en el descrédito de la prensa “oficial”.
Esto que señalo en este artículo no es algo que perciban “unos pocos”. Cualquier persona crítica y mínimamente politizada (en un sentido amplio) o interesada en el debate público, es capaz de verlo y de indignarse, porque este tratamiento informativo insulta a la inteligencia y al sentido común.
Cuando los seguidores de Abascal lo perciben en las entrevistas que le hacen en los medios “de izquierdas”, por ejemplo, sus seguidores se enfurecen. La campaña de Donald Trump en 2016 se basó en despreciar las ruedas de prensa, en desprestigiar a los medios de comunicación, en señalar a periodistas. Algo que le dio alas para generalizar peligrosamente, creando una enmienda a la totalidad que acabaría por convencer a millones de personas de que no pueden creer ni confiar en nadie que venga de los medios de comunicación mainstream.
El periodismo está tan denostado que todos los que tengan rabia interior y sientan que les están tomando el pelo tenderán a despreciar a la prensa y a los periodistas y se guiarán por medios alternativos que pueden ser panfletarios, o por redes de comunicación sociales más cerradas y parciales que acaban desembocando en la creación de noticias afines a sectores específicos, que buscan desacreditar al contrario y polarizar opiniones.
En definitiva, es importante estar bien alerta y denunciar vivamente estas prácticas como sociedad crítica en cada ocasión que podamos, puesto que no es un asunto menor. Cuando se denuncia esto, hay un corporativismo muy fuerte por parte de estos mismos medios de información, que cierran filas para defender la labor de los periodistas y “la libertad de prensa”. Pero debemos mantener nuestra crítica fuerte precisamente para defender la labor y el buen hacer de los buenos periodistas, y animar a estos a también alzar su voz en defensa de su imprescindible profesión.