Discurso de F. D. Roosevelt al congreso de los Estados Unidos de América, 11 Enero 1944

Es nuestro deber, ahora, planificar y definir la estrategia para la consecución de una paz duradera y establecer un nivel de vida para los americanos más alto que el que nunca se haya conocido. No podemos contentarnos, da igual lo alto que pueda ser el nivel de vida general, si una fracción de nuestro pueblo - sea un tercio, un quinto o un décimo - está malnutrida, malvestida y sin seguridad.

Esta república tuvo su origen, y ha alcanzado la presente fortaleza, bajo la protección de ciertas libertades políticas inalienables - entre ellas la libertad de expresión, de prensa, de fe, el juicio por jurado, la libertad de registros y confiscaciones irrazonables. Estos han sido nuestros derechos a la vida y la libertad.

Sin embargo, a la par que nuestra nación ha crecido en tamaño e importancia - como nuestra economía industrial - estos derechos se han demostrado insuficientes para asegurarnos igualdad en la búsqueda de la felicidad.

Hemos llegado a la clara conclusión de que la verdadera liberad individual no puede existir sin seguridad e independencia económicas. Los necesitados no son hombres libres. Los hambrientos y desempleados son sobre los que se construyen las dictaduras.

Hoy, estas verdades económicas han llegado a ser aceptadas como obvias. Hemos aceptado, por así decirlo, una segunda carta de derechos bajo la cual podemos establecer una nueva base de seguridad y prosperidad para todos, sin importar la clase, raza o credo.

Entre ellos:

El derecho a un trabajo útil y remunerado en las industrias, comercios, granjas o minas de la nación;

El derecho a una remuneración suficiente para garantizar una alimentación, vestimenta y ocio suficientes;

El derecho de todos los granjeros a producir y vender sus productos con una renta que les provea a ellos y sus familias de una vida digna;

El derecho de todos los empresarios, grandes o pequeños, a comerciar libres de competición injusta, libres de monopolios dentro o fuera;

El derecho de cada familia a una vivienda digna;

El derecho a atención médica adecuada y la oportunidad de conseguir y disfrutar de una buena salud;

El derecho a la protección del temor económico en la vejez, en la enfermedad, accidente y desempleo;

El derecho a una buena educación.

Todos estos derechos significan seguridad. Y cuando ganemos esta guerra debemos estar preparados para avanzar, implementando estos derechos, hacia nuevas metas de felicidad y bienestar.

El lugar que pertenece a América en el mundo depende en gran medida de hasta qué grado podamos implementar estos y otros derechos para nuestros ciudadanos. Porque sin seguridad en nuestra propia casa no habrá paz duradera en el mundo.

Traducción. En inglés:

www.ushistory.org/documents/economic_bill_of_rights.htm